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...Mujer a contramano
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A pesar de las leyes que favorecen a los hombres y discriminan a las mujeres, ellas han asumido una misión específica en los momentos más desesperados de la historia. Se inventaron sorprendentes alternativas de sobrevivencia, creando redes y tejidos de solidaridad. Y han podido cantar la victoria.
Margot Bremer RSCJ
El momento que vivimos nos invita a reforzar nuestra esperanza; algo que podría ayudarnos en este sentido, sería –en medio de esta historia de confusión y caos actual– buscar otra historia. En esta historia, una historia “a contramano”, escondida en aquélla: ¿habría también mujeres? Quizás una relectura de algunos pasajes de la Biblia nos pueden servir para descubrir el rol de la mujer en una historia salvífica.
 
.Mujeres terroríficas de un poder concentrado
Primero hay que reconocer que existen mujeres de terror, tanto en la vida como en la Biblia. Tenemos reinas bíblicas que han entrado en la historia de los poderosos e —imitando y colaborando con el sistema de poder a lo masculino— perdieron su identidad de mujer. Más aún: al ejecutar el poder desde una identidad alienada, contraria a la suya, han sido peores, superando a los varones en intrigas, astucia e inmisericordia.
1. La reina Jezabel, por ejemplo, sabía servirse de las instituciones del pueblo para eliminar el proyecto campesino, representado en la resistencia del viñador Nabot (1 Re 21). Mientras que este defiende la justa distribución de la tierra como fundamento del proyecto histórico de su pueblo, ella defiende el poder absoluto del monarca, dueño de la tierra de la vida de su pueblo. Los medios que utiliza, transparentan su objetivo.
2. La reina Atalía aprovecha la muerte de su hijo, rey de Judá, para ocupar ella misma el trono, asesinando a todos sus nietos (2 Re 11).
3. Herodías, mujer ilegítima de Herodes, se sirve de la danza seductora de su hija Salomé para conseguir la decapitación del profeta Juan Bautista (Mc 6,14-25).
4. Y en el Apocalipsis, el Imperio Romano que aplasta y persigue a la primera Iglesia cristiana, está simbólicamente representado por una prostituta (Apc 17,1-6).
En todos estos casos se trata de una alienación de la mujer. Ella colabora con una historia que destruye la autonomía y la vida cultural del pueblo. Su indiferencia frente al sufrimiento del pueblo y su superioridad sobre ése, le llevan al culto de un dios que protege los intereses del poder acumulado. Esta clase de mujeres existe hasta hoy. Son colaboradoras de la historia con un dios que Jesús llamará “mamon” (Mt 6,24).
 
. Mujeres solidarias de un poder compartido
Sin embargo, en la Biblia sobrevalece otra clase de mujeres. Mujeres que demuestran que es posible colaborar desde su identidad femenina con el crecimiento de vida. Ellas han aportado un aspecto a la historia de salvación que complementa la imagen del ser humano en su bipolaridad varón-mujer: lo “humaniza” (cf. Gen 1,27). Se trata de aquellas mujeres que han hecho la opción por su pueblo y se han entregado a su servicio, con sabiduría y coraje. A pesar de las leyes que favorecen a los hombres y discriminan a la mujer, ellas han asumido una misión específica en los momentos más desesperados de la historia. Se inventaron sorprendentes alternativas de sobrevivencia, creando redes y tejidos de solidaridad. Esta es su verdadera misión a la que se sienten llamadas por un Dios del Pueblo.
La Biblia nos presenta cinco cánticos de victoria del Pueblo sobre un enemigo mucho más fuerte; los cinco están en boca de una mujer. Sorprende ver a mujeres de aquella época envueltas en cuestiones de combates. Pero el combate es más que simplemente militar: es expresión de lucha por una convivencia en solidaridad y justicia. He aquí las cinco mujeres: 
1. Mirian inicia el primer cántico de triunfo, posteriormente atribuido a su hermano Moíses, el varón (Ex 15,1.20.21). Canta el triunfo de aquellos esclavos fugitivos con conciencia de libertad sobre el poderoso ejército con conciencia de dominación; ejército que se hunde en las aguas del mar rojo. La profetisa Mirian atribuye ese milagro a Yavé, porque ella estaba abierta para lo imprevisible en aquella situación límite. Encabeza una danza de mujeres animando a todos a cantar un himno al Dios del Pueblo que venció al Dios del Faraón. Canta a un Dios, presente en el momento histórico en que las aguas del mar volvieron para cubrir a los enemigos de los que quieren formar un pueblo. La presencia de Dios en un acontecimiento que posibilita una nueva historia despierta en Mirian el canto; canto a la vez del nacimiento de un pueblo nuevo.
2. Débora era una gran líder de su pueblo en época de los Jueces. Ejecutaba su función de jueza, bajo una palmera, en las montañas de Efrain. Llamaba a Barac para movilizar el ejército popular a defender a las tribus contra las tropas cananeas (Jue 4,2). Barac le responde: “Si vienes tú conmigo, voy. Pero si no vienes conmigo, no voy” (v. 7). Barac reconoce que la defensa debe ser común. Y Débora se despierta “como madre de Israel” (v.7). El clamor popular despertó en Débora la fuerza de convocar y coordinar las tribus; hoy día es una convocatoria a todas las mujeres para que ellas asuman su misión específica dentro de la historia de salvación; a defender los derechos y la vida del pueblo luchando contra sistemas autoritarios. En el momento más crítico sobreviene una lluvia torrencial que dispersa al ejército enemigo. Ella canta un cántico nuevo al Dios del pueblo, que le ha posibilitado, mediante este hecho histórico, un nuevo comienzo del pueblo como don gratuito.
3. Ana, madre de Samuel, nos presenta de nuevo un cántico de victoria. Fue cantado en un momento histórico en el que la autogestión del pueblo parecía profundamente amenazada por las primeras tendencias monárquicas. Ella, después de mucho sufrimiento por su esterilidad, consigue tener un hijo que considera obra de Dios. Esterilidad ha sido una característica en todas las matriarcas, matriarcas de un pueblo según el Proyecto de Dios. Su existencia no es posible sin la ayuda del Señor. Solamente la apertura a una colaboración divina posibilita el nacimiento y continuo renacimiento del pueblo. Es hacer una historia a contramano frente a la historia oficial. Ana ofrece para que éste “le sirva (a Yavé) toda su vida” (1 Sam 1,28); lo realizará mediante un servicio íntegro al pueblo. Ana, en su cántico, describe con una memoria subversiva la historia de su pueblo como una historia desde el reverso. Protagonista de esta historia “contramano” es Dios mismo, el que quiere que se ponga las cosas en su lugar. Ana descubre en este reverso la presencia de su Dios. Es el cántico de una mujer que hizo la opción por el pueblo: “no es por la fuerza como triunfa el hombre” (1 Sam 2,1-10).
Este cántico deja entrever además una lógica de historia sorprendente que contradice la historia humana. Está en boca de una mujer que ha pasado por la propia impotencia. Es el cántico de todas aquellas mujeres que han experimentado, frente a una cultura machista, sus límites y que han descubierto en medio de este sufrimiento la lógica del Dios del Pueblo, que actúa a contramano de la lógica de la historia del hombre fuerte.
4. Judit, viuda y sin hijos, es protagonista de la liberación de su pueblo. Su intervención en la liberación del pueblo es decisiva. Ella se opone a la decisión tomada por los ancianos. La pasividad de éstos que se refugian en una mal interpretada “suplantación de Dios” (8,13) junto con el clamor del pueblo en contra de esta decisión, despierta en la joven viuda la necesidad de salvar a su pueblo. En su cántico de victoria, ella sintetiza dos aparentes extremos: “mis humildes, mis débiles, mi Dios” (Jdt 16,11.13). Judit identifica la causa de su pueblo con la causa de su Dios. Entabla un diálogo con Holofernes adicto a otro dios, el poderoso Nabucodonosor. En ese diálogo entre dos dioses se revela la verdad, gracias a la sabiduría humilde de la mujer que hace caer al hombre soberbio y prepotente. Es el diálogo entre la solidaridad popular y la ambición imperialista. Judit atribuye la victoria al Dios del Pueblo que se manifestó en la sabiduría de la mujer, sabiduría del pueblo.
5. María, Madre de Jesús, entona el último cántico bíblico. Como Ana, ella canta a un Dios que pone la historia al revés: “arruina a los soberbios.. saca a los poderosos de sus tronos, pone en su lugar a los humildes, sacia a los hambrientos y despide vacíos a los ricos” (Luc 1,51-53). La óptica de María, mujer del pueblo, es la óptica del Dios del pueblo. Su cántico popular desenmascara la historia del hombre como el reverso de la salvación. Pero la misericordia histórica de Dios es más grande: él ha continuado desde Abrahán, a “contramano”, su historia de salvación. Solamente la visión revolucionaria de una mujer comprometida con su pueblo podía descubrir la actuación de salvación en medio del caos y del sufrimiento del pueblo. María será madre del salvador del pueblo.
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