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.ESCASA PRODUCTIVIDAD
El escaso desarrollo de las fuerzas productivas, por último, explica la creciente dificultad del sector privado tanto para mejorar su nivel de productividad y competitividad como para ejercer presión sobre el Estado para definir una estrategia de desarrollo capaz de superar la tradicional estructura productiva, basada en la agricultura extractiva (dependiente de la fertilidad natural de los suelos), basada en dos o tres rubros de exportación, y la industria artesanal, con menos de veinte operarios. Así, fuera del cultivo de la soja y la ganadería moderna, ambos con bajos coeficientes de empleo, la actividad económica, asociada a la agricultura parcelaria y a la industria del tipo familiar, con altos coeficientes de empleo por unidad de capital, han entrado en un proceso de deterioro creciente. De este modo durante la transición anualmente desaparecen muchas empresas y fincas agrícolas familiares .
Esta crisis productiva, en consecuencia, alimenta en forma continua las nuevas fronteras de la marginalidad urbana y al mismo tiempo crea las condiciones propicias para alentar proyectos mesiánicos y populistas, como la oferta electoral que triunfó el 10 de mayo de 1998. Y, por otra parte la desafortunada coincidencia de mayor deterioro económico y social al mismo tiempo que el advenimiento de la democracia contribuye sobre manera a reforzar la cultura autoritaria y conservadora de la sociedad paraguaya.

.ECONOMIA DE LA TRANSICION
Sería absolutamente injusto, sin embargo, desconocer el esfuerzo realizado durante la transición para cambiar algunas de las características del viejo modelo económico asociado a la dictadura, si bien muchas de las iniciativas, vale aclarar, han tenido origen en la cooperación externa. 
Un caso llamativo ha sido el del sector financiero donde hasta la fecha han sido intervenidos: 14  bancos, 30 financieras y 4 sociedades de ahorro y préstamo y ha costado al Estado paraguayo 600 millones de dólares y aun quedan varias tareas pendientes principalmente en la la banca pública y los fondos de la seguridad social. 
Otro hecho importante ha sido la estabilidad macroeconómica; se ha logrado el control de la inflación casi a todo lo largo de la transición, excepto al comienzo y en este último año. Pero el costo de mantener el nivel de precios bajo control ha sido alto para el sector productivo, atenazado por las altas tasas de interés de los préstamos, el atraso cambiario (hasta hace poco: 1989/96) y la postergación de las obras de infraestructura.
¿Pero se han tomado o intentado aplicar otras medidas para cambiar el modelo económico de la dictadura, basado en la obtención de la renta del estado, la ganancia de la economía informal y de la renta de los recursos naturales? Muy poco; casi nada. Los partidos políticos han carecido de proyectos y propuestas para construir un nuevo modelo económico. El sector empresarial tampoco ha sido capaz de articular una propuesta de reactivación económica y reconversión productiva; y los movimientos sociales han estado lejos de lograr alianzas estratégicas entorno a proyectos que apunten a superar el estado prebendario y la economía informal. La retórica del cambio ha sido falsa y abiertamente hipócrita.
Hasta ahora la disputa política ha estado vacía de contenido programático. Los partidos de oposición han caído en el mismo juego del partido colorado. Y por lo tanto, su competencia política termina también siendo una pugna de lealtades y no competencia de proyectos y nuevas formas de liderazgo. La economía de la transición se resiste a entrar en transición hacia un nuevo modelo económico.
Esta resistencia se explica por la convergencia de dos circunstancias que se refuerzan mutuamente; por una parte no se ha logrado romper la fuerte relación entre Estado prebendario y economía informal con la hegemonía del partido colorado y, por otra, se debe también a la  debilidad de los partidos de oposición y de la sociedad civil que no contribuyen a la gestación un nuevo proyecto, capaz de alentar un modelo económico distinto al de la dictadura, hasta ahora vigente.
La inacción corre paralela y en sentido contrario a la necesidad de cambio. El país debe recuperar los años perdidos de estancamiento económico, de pobreza y desigualdad creciente; la sociedad paraguaya necesita recuperar su moral y su prestigio en la región. Y el estamento político tiene el desafío y la oportunidad de apresurar los pasos hacia el cambio. No se podrá captar inversiones ni generar empleo y desarrollar un nuevo modelo económico sin forzar un reforma del estado y sin derrotar a la economía subterránea. Tales objetivos remiten a la necesidad de mejorar la capacidad de control del estado, asegurar la igualdad de competencia y oportunidades, y lograr la transparencia y participación ciudadana. Sólo así habremos iniciado la transición económica en la transición.
La economía informal, entre tanto, se ha convertido en el rasgo fundamental del país. Esa forma de producir y distribuir bienes y servicios toma fuerza a partir de la década de los ochenta. 
Un elemento común cruza estos dos subconjuntos de informales (ricos y pobres): la falta de respeto a las leyes y a las instituciones, aunque con diferentes propósitos, unos pocos para acumular fortunas, y otros muchos para tan solo sobrevivir. 
¿Pero se han tomado o intentado aplicar otras medidas para cambiar el modelo económico de la dictadura, basado en la obtención de la renta del estado, la ganancia de la economía informal y de la renta de los recursos naturales? Muy poco; casi nada.
La economía de la transición se resiste a entrar en transición hacia un nuevo modelo económico..
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