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...Violencia doméstica contra la mujer 
la noticia nuestra de cada día

El “dulce hogar” donde debería reinar la paz y el amor, se convierte en el infierno de la violencia y la tortura física y psicológica, precisamente contra esa “reina del hogar” que es la mujer. Los datos al respecto son alarmantes.

María Molina Cabrera

Las páginas de los diarios, la radio y la televisión nos traen cotidianamente noticias de un mundo donde domina la ley del más fuerte; la solución violenta de los conflictos está a la orden del día y aumentan cada vez más las exigencias ciudadanas de seguridad pública como una necesidad apremiante. Al mismo tiempo la privacidad del hogar es un escenario común de violencia —generalmente oculto— que sólo salta a la luz en situaciones extremas: ancianos/as, niños y niñas maltratados severamente o abusados, mujeres golpeadas o asesinadas por sus propias parejas. La concepción tradicional de que la unidad familiar y el espacio privado se encuentran “más allá de la justicia” (Romany:1997) , legitima una ordenación jerárquica de las relaciones íntimas y contribuye a la tolerancia generalizada de la discriminación y la agresión en las familias.
Las organizaciones de mujeres han contribuido al reconocimiento de la responsabilidad pública de brindar protección y recursos legales efectivos contra la violencia doméstica  —de la cual las personas del sexo femenino son sus principales víctimas— y a la implementación de medidas eficaces en todos los niveles para prevenir, investigar, castigar o incluso remediar violaciones a los derechos de negación de la libertad, de la seguridad y de la dignidad de las personas que ocurren en el mundo privado.
Juristas internacionales  coinciden en señalar que la violencia doméstica basada en el sexo viola el principio de igualdad ante la ley , y puede ser considerada como tortura, al ser violaciones flagrantes y sistemáticas de los derechos humanos, perpetradas “en tal cantidad y de tal forma como para crear una situación en la que el derecho a la vida, a la integridad o a la libertad personal (...) de uno o más sectores de la población de un país, son violados o amenazados en forma contínua” . Por este carácter generalizado es considerada una epidemia social, que transmite un mensaje de dominación: “quédense en su sitio; tengan miedo”; sustentado en valores patriarcales de sumisión, exclusión y control autoritario del poder en la terrible lógica del predominio del más fuerte. Situación que no sólo afecta a las mujeres sino que obstaculiza el desarrollo de un sistema de valores democráticos y pacíficos en toda la sociedad y para cualquier persona.

.MODELOS VIOLENTOS: 
aprendizaje de generación en generación
En una encuesta de nivel nacional (CEPEP: ENDSR-95/96)  en la que se incluye por primera vez un capítulo especial sobre maltrato psicofísico hacia la mujer se constató que el 21,7% de las entrevistadas reconoció haber escuchado o visto a sus padres maltratarse cuando eran niñas o adolescentes, sin que esto sea diferente para pobladoras de áreas urbanas o rurales.
En la investigación sobre el tema se destaca el papel de los modelos familiares en la socialización y aprendizaje de patrones violentos de conducta hacia las mujeres; incluso ha sido identificado como uno de los mayores factores de riesgo para el maltrato de mujeres adultas el haber visto o escuchado maltrato entre sus padres durante su infancia o adolescencia (Straus y Geles, 1990, cit. en ibidem, p.199).
En la encuesta señalada, sólo el 9,6% de las entrevistadas —con 12 años o más de educación— refieren haber sufrido violencia física, comparadas con casi el doble (19,5%) de mujeres con menos educación (0-2 años). Es necesario considerar estos datos en las políticas de igualdad en la educación, particularmente para la inclusión de mujeres en el sistema educativo, ya que entre la población mayor de 15 años existen más mujeres analfabetas que hombres, tanto a nivel urbano como rural (Fuente: Censo 1992, en Heikel , 1996, p.125) .
Entre las mujeres que tenían pareja, un poco más de la mitad de ellas (50,9%) respondió que había peleado con su pareja o ex-pareja. Casi un tercio (31,1%) respondió haber sido insultada verbalmente, y aproximadamente una de cada 10 mujeres (9,5 %) reportó haber recibido golpes físicos de su pareja o ex-pareja. En ambos casos la frecuencia las agresiones aumenta con la edad y disminuye con más altos niveles de instrucción, según la misma encuesta.

LAS VICTIMAS: aislamiento, miedo y silencio
También se preguntó a las mujeres que sufrieron agresiones de sus parejas a quién acudían cuando fueron golpeadas; la mayoría de ellas dijeron que no acudían a nadie y sólo una minoría reportaron haber acudido a las autoridades. Esto indica el aislamiento en el que se encuentran las víctimas de violencia, basada en la concepción tradicional de que la violencia doméstica o conyugal es un hecho de carácter privado, que debe resolverse a solas. 
Las principales razones para no denunciar , tal como se constata en la mayoría de los casos de las mujeres víctimas de violencia, fueron: “1) la mujer creía que podía solucionar sola la situación, 2) la mujer tenía miedo de represalias de su pareja” (ENDRS-95/96). Según el mismo estudio, un 6,4% de las mujeres encuestadas no sabía que era delito o creía que las autoridades no les prestarían atención.
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