EL ALTAR
Arquitectónicamente, el Altar o Ara es la "piedra
fundamental" del templo. Aunque en la práctica,
y desde el punto de vista microcósmico, el trabajo
de construcción material y de proceso del Conocimiento,
se realice de abajo arriba, de la multiplicidad a la Unidad
Arquetípica, en realidad debe tenerse siempre presente
el punto de vista metafísico, que considera el proceso
cosmogónico como un paso de esa misma Unidad a la
multiplicidad, o de arriba abajo.
En este sentido la piedra fundamental del altar, por estar
situada en el centro mismo del cuadrado, o rectángulo,
de la base, es la proyección directa y vertical de
la piedra angular o piedra cimera, que constituye la auténtica
está clave de bóveda del templo. A su vez,
las cuatro piedras de fundación de las esquinas,
o ángulos del edificio, son otras tantas proyecciones
o reflejos horizontales de la piedra fundamental. Se obtiene
así un esquema simbólico donde el altar ocupa
una posición intermediaria y central entre el mundo
terrestre y el celeste.
El altar está, pues, en el Centro del Mundo, es decir
en el lugar geométrico ideal y simbólico donde
se produce la ruptura de nivel que comunica al hombre con
los estados superiores y las realidades invisibles. A este
respecto la palabra altar quiere decir "alto",
lugar elevado, lo que la emparenta a la montaña,
y más concretamente a la Montaña Sagrada.
En los templos-montañas, como ciertas pirámides
precolombinas y los zigurats babilónicos, los altares
se sitúan en la cúspide, simbolizando la idea
de lugar privilegiado próximo al Cielo. En los templos
cristianos, las gradas (grados) que elevan y separan al
altar mayor con respecto al resto de la nave, tienen este
mismo significado: el altar cristiano, como su antecesor,
el altar hebreo, está simbólicamente en la
cima de la montaña del Paraíso. Si el templo
es un organismo vivo, el altar es propiamente su corazón.
En él se concentra y expande, como si de la sístole
y la diástole cordiales se tratara, toda la energía
sutil que da cohesión al conjunto del edificio. El
altar es el punto sensible, el nudo vital que reúne
las energías horizontales y verticales del templo,
por medio de las que, al percibirlas en su propia naturaleza,
el hombre es conducido a participar de la despojada belleza
que emana de todo él, revelador del equilibrio y
armonía de la creación.
De ahí que en el Templo de Jerusalén -hecho
construir por el sabio rey Salomón-, el Arca de la
Alianza, en cuyo interior eran simbólicamente recogidos
los efluvios divinos, estuviera depositada encima de la
piedra llamada Shetiyah, equivalente al altar.
Es también
el ara la piedra de sacrificio, allí donde se consuma
el acto sagrado por excelencia: la muerte ritual del hombre
viejo, y el nacimiento y resurrección a la verdadera
Vida. En la piedra sacrificial, el alma humana, que ha llegado
al centro de sí misma, esto es a la "unión"
con el Espíritu, es crucificada y ofrecida a los dioses,
o a la divinidad, instituyendo por ese acto primordial una
alianza, o un lazo común, indisoluble.
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