EL CÍRCULO
De entre los símbolos fundamentales comunes a todos
los pueblos es sin duda el círculo el más
generalizado y el que aparece más frecuentemente
en todas las manifestaciones humanas conocidas.
Esto se debe, en efecto, a la misma naturaleza de lo que
la forma circular significa.
Ya que todo en la vida y en el mundo tiende a realizar este
movimiento, presente tanto en las expresiones naturales
como en las humanas.
De hecho una recta, o sucesión de puntos, que progrede
indefinidamente, describe un movimiento circular, que la
curvatura del espacio haría regresar a su punto de
origen.
En forma de círculos se expanden las radiaciones
de energía, y esos remolinos o espirales conforman
las estructuras de cielo y tierra, como bien puede observarse
en lo sideral y en lo molecular.
El círculo, junto con sus símbolos asociados,
es pues una de las imágenes básicas del conocimiento
simbólico y volveremos una y otra vez sobre el tema.
Puede advertirse en la figura del círculo que no
hay circunferencia sin un punto interior que la genere pues
ella extrae su forma, así la tracemos con compás
o cordel, de un centro existente previamente.
Conjuntamente, circunferencia y centro conforman la circularidad.
El centro generalmente es invisible, o tácito, o
se halla otras veces específicamente señalado
como elemento constitutivo.
Este punto original es el que emana su energía a
todos los puntos de la circunferencia, que son un reflejo
de su potencialidad en un plano definido y limitado. Esas
emanaciones son representadas como irradiaciones del centro
y formas de conexión entre éste y la periferia.
Este es también el símbolo del cuaternario,
o sea el de la manera cuatripartita en que se produce toda
manifestación.
Los ejemplos más claros de esta división son
los cuatro puntos cardinales en el espacio, las cuatro estaciones
del día o del año en el tiempo, la interacción
de los elementos que en orden cambiante configuran la materia,
las cuatro edades en la vida de un hombre, etc. O sea, que
este número caracteriza a todo lo creado.
La cruz es pues el símbolo del número cuatro
en su aspecto dinámico y generativo, el cual recibe
su energía original de la quintaesencia central,
del punto que es el origen de la irradiación, y al
que ésta ha de volver necesariamente en un espacio
curvo.
Advertencias:
a) Debe considerarse asimismo al círculo como una
esfera. Es decir, agregar volumen, o tridimensionalidad,
a las figuras simbólicas planas con las que nos iremos
encontrando en el aprendizaje.
b) No se han de considerar a los símbolos como exteriores
a nosotros, pues se debe tomar en cuenta que la esfera del
universo nos envuelve. Estamos dentro de ella, somos uno
con ella.
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