LAS COLUMNAS Y LA PUERTA
Las columnas son evidentemente símbolos del eje.
Están expresando la idea de ascensión vertical
que une la Tierra y el Cielo.
Cuando se trata de dos columnas rematadas en su parte superior
por un arco o cimbra, éste último simboliza
al Cielo, en tanto que el rectángulo que forman las
columnas simboliza a la Tierra.
La puerta es también una esquematización de
la estructura completa del templo, especialmente visible
en los pórticos de las catedrales y monasterios cristianos.
Ese semicírculo del arco simbolizando el Cielo se
encuentra en el coro del altar o ábside, que es la
proyección sobre el plano de base horizontal de la
cúpula o bóveda.
Y el resto del templo, de la puerta al altar, representa
a la Tierra.
La puerta (enmarcada por las dos columnas), con su doble
función de separar y comunicar dos espacios (el espacio
profano del espacio sagrado), está en relación
con los ritos de "tránsito" o de "pasaje",
ligados a su vez con los misterios de la Iniciación,
que constituyen los misterios de la vida y la muerte.
Se trata de un simbolismo primordial que se encuentra, bajo
distintas formas, en todas las tradiciones.
Las dos columnas son un símbolo de la doble corriente
de energía cósmica, activa-pasiva, masculina-femenina,
rigor y gracia, que articula el proceso de la creación
universal en todas sus manifestaciones.
Traspasar el umbral del Templo-Cosmos es ser penetrado por
esta doble energía que convenientemente armonizada
nos conducirá, a través de un viaje regenerativo
y por etapas, a la salida del mismo por otra puerta, esta
vez pequeña (la "puerta estrecha" del Evangelio,
u "ojo de la aguja" como se dice en la tradición
hindú), situada en la "clave de bóveda",
y por tanto en la sumidad de la cúpula.
"Yo soy la Puerta", dice Jesucristo, "y quien
por mí pasa va al Padre".
La puerta de entrada al templo, y la que está simbólicamente
en la sumidad de la cúpula, son respectivamente,
y utilizando la simbología de la antigüedad
greco-latina, la "puerta de los hombres" y la
"puerta de los dioses", las dos puertas zodiacales
de Cáncer y Capricornio.
Por la "puerta de los hombres" se nace o entra
en el cosmos; por la "puerta de los dioses" se
sale de él, accediendo a la realidad supracósmica,
más allá del Ser, no condicionada por ninguna
ley espacio-temporal, y de la cual nada puede decirse.
Por su relación con la caverna iniciática,
el templo puede asimilarse al cuerpo de la Gran Madre, bajo
su doble aspecto telúrico y cósmico.
Las dos columnas son también las dos piernas de la
Madre parturienta, en cuya matriz el neófito, que
viene del mundo de las "tinieblas profanas", muere
a su condición anterior, renaciendo a la verdadera
Vida.
Se trata naturalmente de un alumbramiento en la esfera del
alma, del nacimiento del Hombre Nuevo que habita en cada
uno de nosotros.
Por la Iniciación, el cosmos, con todos sus mundos
y planos, aparece como la auténtica casa o morada
del hombre, en la cual ya no se siente extraño o
ajeno, pues ha muerto al hombre viejo, y se ha reintegrado
al latir del ritmo universal, del que forma parte.
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