EL FINAL
Las palabras y sus expresiones frecuentes resultan inadecuadas
para explicar las experiencias y los misterios de la vida
y del ser.
Siempre que intentamos hacerlo corremos el riesgo de desorientar
a quienes queremos ayudar.
Y la inofensividad debe ser la regla número uno de
nuestra vida.
De aquí que se le exija al Aprendiz la promesa de
ser reservado en sus declaraciones sobre todo lo que se
le va revelando.
Sus conocimientos, por ser relativos, parciales e incompletos,
están sujetos a conclusiones erróneas.
Sólo cuando posea la luz directa e la intuición
que le permita un conocimiento completo de las cosas estará
en condiciones de sopesar y valorar las consecuencias de
sus afirmaciones.
Mientras tanto debe dedicarse pacientemente a la tarea de
someter al crisol de la experiencia todas las indicaciones
que reciba sobre el camino a seguir y los supuestos secretos
que le revelen sobre la vida y el ser, para poder extraer
de ellos el oro puro de la Realidad.
La ayuda más efectiva que se le puede ofrecer al
caminante es estimularlo a que haga esto, si es posible,
con el fin de capacitarse para ayudar con la fortaleza adquirida,
a los compañeros en el sendero de la superación.
El proceso evolutivo es una cadena, y todos somos eslabones
de esa cadena. La unidad es la característica esencial
del universo y debe serlo también en nuestra Logia,
tanto en la colectiva como en la individual.
El desarrollar la conciencia de la realidad de esa unidad
es el objetivo de todos nuestros trabajos.
De la unidad personal pasamos a la unidad grupal de la Logia
y de ésta a la conciencia de la unidad universal.
Para que la tengamos siempre presente está la cadena
que rodea el templo masónico.
Esta unidad es evidentemente subjetiva.
La cadena material y superficial significa esclavitud.
En todos los órdenes de la vida debemos elegir diariamente
entre la cadena de la unidad y la cadena de la esclavitud.
Sólo de la unidad subjetiva viene la armonía
y la fuerza.
Esa unidad tiene una sola amalgama en todo el universo:
el amor.
Al final del drama evolutivo que se ha realizado en la ceremonia
de Iniciación, como es costumbre, salen a escena
todos los que han actuado en él. Como broche final
se forma la cadena masónica. este último acto
tiene por finalidad dejar grabado en la mente de éste,
como resumen de todo lo actuado, que debe esforzarse por
eliminar de sí todo sentido de separación,
porque no existe, en realidad, separación alguna
subjetiva entre un hermano y otro.
El más débil del grupo debilitará al
conjunto; es decir, el grupo no será más fuerte
que el más débil de sus integrantes. Deben
progresar juntos por fuerza. En bien del conjunto, todos
estarán dispuestos a ayudar al Aspirante.
Siendo éste el más nuevo, se lo considera
el más débil del grupo; y se lo insta, en
bien de todos, que acelere el trabajo de su autorrealización.
Se le crea esta obligación moral desde el momento
que acepta entrar a formar parte del grupo que constituye
la Logia.
Cada iniciación individual es, a la vez, una Iniciación
grupal ya que solamente unidos podemos progresar. Cuando
adelantamos en nuestra evolución individual atraemos
hacia nosotros a todo el grupo.
Debido a que somos reproducciones del universo, que somos
partes inseparables del mismo y que éste se halla
dentro de nosotros, cada iniciación que realizamos
en nuestro camino evolutivo constituye una iniciación
universal, todo el universo participa en ella.
Simbólica y efectivamente en cada Iniciación
nos abrazamos a los hermanos en tres ocasiones.
De ahí el triple abrazo de síntesis al final
de cada iniciación, con todo el significado que involucra.
Toda iniciación es el comienzo de algo.
Nuestras iniciaciones masónicas han sido el comienzo
¿de qué en nuestras vidas?
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