EL TRABAJO
En el tercer capítulo del Génesis se narra
cómo Yahvé le dijo a Eva: "Multiplicaré
los trabajos de tus preñeces", y a Adán:
"Por ti será maldita la tierra, con trabajo
comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te dará
espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan."
Es importante destacar que esto sucede a consecuencia de
la tentación de la serpiente y la ingestión
del fruto prohibido, o sea, como una pena, inmediatamente
antes de ser expulsados del Paraíso. En otros lugares
de este manual se ha mencionado el significado de la Caída
en relación con las Eras y Ciclos, y el del simbolismo
del Paraíso, vinculado a un "estado edénico",
donde, por cierto, todo esfuerzo resultaba innecesario,
estado que se espera recuperar. Sin embargo nos interesa
tratar aquí el tema del trabajo, y en particular
señalar el concepto totalmente equivocado que sobre
él posee la sociedad en que vivimos, lo que constituye
a veces un verdadero impedimento para la Enseñanza
que esta Introducción a la Ciencia Sagrada propone.
Nos referiremos en primer lugar a la primacía de
la contemplación sobre la acción, idea presente
en el hinduismo, el budismo, el judaísmo, el islam,
y en general en todas las tradiciones. En el cristianismo
esto resulta nítido. Cuenta Mateo (VI, 26-30) que
Jesús dijo, en el célebre Sermón de
la Montaña: "Mirad cómo las aves del
cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros,
y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros
con sus preocupaciones puede añadir a su estatura
un solo codo? Y del vestido, ¿por qué preocuparos?
Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no
se fatigan ni hilan. Pues yo os digo que ni Salomón
en toda su gloria se vistió como uno de ellos."
Es conocida también la vinculación simbólica
que las dos hermanas de Lázaro, Marta y María
(la acción y la contemplación), tienen al
respecto, y el juicio del Maestro sobre cuál de las
dos lleva la mejor parte.
De otro lado podemos observar sin esforzarnos demasiado
que esta preferencia por la contemplación es totalmente
ajena al medio en que vivimos, signado por una incesante
acción, por una proyección de deseos que por
ser tales jamás podrán cumplirse, por una
angustia e insatisfacción permanentes que desembocan
en la ignorancia y necesariamente en la violencia y la destrucción.
Pero lo que verdaderamente es alarmante es que esta acción
-cualquiera que sea el sentido que ella tenga- es considerada
como un bien en sí; a tal punto que discutirla o
no practicarla es ser mal visto, o condenado por ese medio,
pues el tema ha pasado a ser una cuestión moral nacida
de la asociación trabajo-bondad. Sin embargo queremos
aclarar que nada tenemos en contra de un trabajo que sería
verdaderamente sagrado, y por lo tanto auténticamente
dignificante, si estuviese guiado por la Voluntad y el Libre
Albedrío. Lo que se critica es el concepto moderno
del trabajo por el trabajo mismo, es decir, sin ninguna
finalidad de orden metafísico, y su equiparación
a un fin y no a un medio vehicular. Si bien esta última
crítica podría aplicarse a otras áreas
de la actividad contemporánea (el arte por el arte,
la ciencia por la ciencia, lo psíquico y lo emocional,
simplemente por lo psíquico y emocional, etc., etc.),
el concepto moderno del trabajo -que en términos
sociales sólo hace del hombre un factor de la producción
económica, individual o colectiva- tiene una carga
de alta potencia destructiva, en cuanto su obligatoriedad
y necesidad generan en el alma una serie de turbaciones
morales e impedimentos materiales en una sociedad tan injusta
como la que vivimos.
En una sociedad tradicional o primitiva los "trabajos"
no son tales pues no llevan implícita la insatisfacción
de lo que sólo debe ser efectuado con sufrimiento,
a desagrado, o bajo la presión de un peso arbitrario
y alienante al que no se le encuentra finalidad última,
sino apenas la mera subsistencia en un mundo sin sentido.
Por el contrario, en las sociedades arcaicas los hombres
realizaban sus trabajos de manera ritual y de acuerdo a
sus funciones, nacidas de sus posibilidades, que los hacía
más aptos para aquellas o estas labores, las que
cumplían entonces con gusto, en perfecta relación
e interdependencia con las otras del organismo social. Es
paradojal que en ciertos manuales escolares y aun en ciertos
textos universitarios se hable aún de la "esclavitud"
como una etapa históricamente superada cuando una
simple mirada al entorno en que habitamos, nos hace ver
que nuestros contemporáneos no sólo son esclavos
del trabajo, y como tales viven, sino de las funestas consecuencias
de ese trabajo sin razón, comenzando por las cadenas
de la acumulación de riqueza -individual y social-
por la riqueza misma, a saber: nuevamente la sustitución
de un medio por un fin. Queremos recordar aquí otro
fragmento del Sermón de la Montaña: "No
alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla
y el orín los corroen y donde los ladrones horadan
y roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla
ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan
ni roban. Donde está tu tesoro, allí estará
tu corazón."
El trabajo es para el hombre, no el hombre para el trabajo.
La vida es para el hombre, no el hombre es un deudor o un
esclavo de la vida. "El sábado fue hecho a causa
del hombre, y no el hombre por el sábado" (Marcos
II, 25).
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