LA INICIACIÓN MASONICA
¿Qué significado tiene la Iniciación
Masónica? La respuesta viene en otra pregunta: ¿qué
significado tiene para nosotros? ¿Es solamente formal?
Ella está supuesta a iniciarnos en una nueva experiencia
de la vida, o sea, a ponernos en el camino de esas nuevas
experiencias. De ahí que se denomine a ese gran momento,
Iniciación.
Pero aun así, depende de cada uno el que ésta
sea efectiva. En realidad, la Iniciación masónica
no puede ponernos en ese camino si no estamos preparados
y predispuestos para tomarlo, pues ella tiene sólo
un carácter simbólico. ¿Qué
utilidad tienen entonces las iniciaciones masónicas?
El grado de Aprendiz y cada grado sucesivo de la Orden comprenden
cierta etapa evolutiva, o sea, cierto estado de conciencia,
y nadie puede, naturalmente, conferirnos un estado de conciencia
u otorgarnos un determinado grado de evolución, ni
iniciarnos en él. Cada cual tiene, por tanto, que
ser interiormente un iniciado de algún grado, antes
de que pueda tomar efectivamente la Iniciación correspondiente.
Uno es un iniciado; nadie puede hacerlo un Iniciado.
Sin embargo, con la debida comprensión, cada Iniciación
puede significar un paso de incalculable trascedencia en
nuestra vida, y está concebida con esa finalidad.
De ahí la necesidad de que comprendamos el verdadero
propósito de las ceremonias iniciáticas de
la Masonería.
El Cuarto de Reflexión y el examen de sí mismo
que cada uno hace en él, como preámbulo de
la Primera Iniciación, debe haberlo preparado previamente
para este gran momento. Todo el que ha reflexionado suficientemente
a lo largo de su vida sobre el paso que está por
dar, al tomar la iniciación, debe poseer también
la debida madurez y la necesaria conprensión para
poder participar efectiva y no formalmente, de todo lo que
ha de llevarse a cabo en la ceremonia y ver lo que las formas
revelan.
Con esa predisposición, el candidato sentirá,
durante la ceremonia, que está en presencia de algo
significativo. Cada palabra, cada acto del ritual, encerrará
alguna clave que, como una chispa, podrá encender
alguna luz interior que estaba ya lista para manifestarse
en él, iniciándolo en alguno de los sagrados
misterios de la vida y del ser. La Iniciación resultará,
entonces, por lo que implica, un hecho real y no una forma
ceremonial, saliendo de la misma un verdadero iniciado en
los secretos de la vida.
El camino evolutivo tiene para todos, sin excepción
alguna, ciertas etapas bien definidas. Una Iniciación
masónica ofrece, al que la toma y a los que participan
en ella, una representación dramática de este
proceso de realización del ser, con lo cual muestra
un cuadro anticipado de este proceso. La Iniciación
comprende solamente la primera etapa a recorrer, pues la
limitación de nuestra mente no nos permite abarcar
más. Pero ella nos muestra lo suficiente para que
podamos prever lo que esa etapa encuadra y no andemos tan
a ciegas.
Los ritos de la iniciación nos muestran los pasos
que debemos dar para recorrer esa próxima etapa del
camino, facilitándonos con ello un progreso más
rápido.
La Iniciación nos anticipa, pues, el futuro. Y, para
que el mismo nos quede fielmente grabado en la memoria,
nos hace ensayar, a través de su desenvolvimiento,
el papel del drama que habremos de representar en la vida
real en el futuro. Ella constituye, por tanto, un ensayo
del drama a desarrollarse.
La primera Iniciación masónica, o sea, la
del grado de Aprendiz, se diferencia de las demás
por el hecho de que resume singularmente, en forma sintética,
los tres principales grados o las etapas a recorrer, además
de extenderse en la propia, demostrando nuevamente la ley
de analogía de "cómo es arriba es también
abajo". Ofrece de esta manera, a vuelo de pájaro,
una idea general del camino evolutivo.
Un motivo para ello parte, indudablemente, del hecho de
que el método natural para reconocer la realidad
es el de ir de lo general a lo particular y que, por otro
lado, por adelantados que estemos en el camino evolutivo,
seguimos siendo siempre aprendices.
Sin necesidad de entrar en detalles sobre las otras iniciaciones
superiores vedadas a los Aprendices, podemos considerarlas
someramente a todas en este Grado. Esta particular Iniciación
constituye, en realidad, un ensayo general de todo el drama
que ha de desarrollarse en nuestra vida, visto a través
de la Masonería.
De esta manera recalca al Iniciado la realidad que William
Shakespeare intuyó de que este mundo es un escenario
y que todos somos actores en él. Si bien debemos
poner en su representación mente y corazón,
no debemos olvidar que somos en realidad meros actores,
y que debemos desempeñar nuestros papeles con el
desapego que nos corresponde.
Este ensayo general tiene además un fundamento psicológico
bien conocido. Este es que "la acción sigue
al pensamiento", y que "la visión de lo
que queremos llegar a ser debe preceder lo que somos actualmente".
En adelante el iniciado debe tratar de vivir como si hubiera
llegado al grado de evolución que le marca la iniciación
tomada.
La ceremonia de Iniciación revela al mismo tiempo
la fórmula de realización para cierta etapa
de la vida. Nos sugiere que encaremos esa realización
en forma científica, aplicando esa fórmula;
que la pongamos a prueba y veamos si da el resultado anunciado.
Podemos resumir diciendo que las iniciaciones masónicas
nos muestran el camino que tenemos por delante para su comprobación.
¿Comprendemos por qué las iniciaciones se
caracterizan por determinadas pruebas a las cuales se somete
el Iniciado?
Para realizar esas comprobaciones en forma científica
y evitar engañarnos es indispensable llevarlas a
cabo con una mente abierta, desapasionada y libre de prejuicios.
Para observar el cuadro es necesario salirnos de él.
Nada ayuda tanto para progresar por este camino como el
desapego y el desapasionamiento. ¿Por qué?
Porque estamos apegados a los intereses materiales y nos
es necesario desprendernos de los lazos que nos atan a ellos
en nuestro corazón. Es natural que tratemos de agarrarnos
a las personas y a las cosas que nos rodean en la oscuridad
en que nos movemos; y de ahí nuestro apego a los
bienes materiales. También, como un árbol
milenario, la raíz de nuestra existencia está
firmemente arraigada en la tierra y no nos es fácil
salir de ella y volver la atención a las energías
que nos llegan de arriba, sin las cuales no podríamos
vivir y de nada nos serviría la tierra.
Pero para progresar en el camino hacia la total liberación
de limitaciones, es lógico que tengamos que desprendernos
de esas ataduras mentales que limitan nuestra vida y dificultan
los pasos que debemos dar hacia adelante.
El progreso es difícil llevando un peso muerto atado
al pie. No podemos dar un paso adelante sin despegar el
pie de donde está apoyado. No es posible adelantar
por camino alguno sin dejar atrás o trascender muchas
cosas. Continuar manteniendo posiciones de retaguardia que
hace tiempo hemos trascendido, es querer salvarnos cometiendo
suicidio. No podemos traficar con cosas que tenemos que
trascender. Tenemos que ser enérgicos en este sentido.
Debemos enfrentarnos con nosotros mismos y preguntarnos
a qué cosas estamos dispuestos a renunciar para poder
aceptar la nueva vida.
Cada iniciación verdadera constituye un punto de
síntesis alcanzado en nuestra vida y debe marcar
el final de una etapa de superación y el comienzo
de otra.
Nuestro proceso evolutivo se compone de un proceso gradual
de cortar lazos y desprenderse de ataduras que limitan la
vida. El camino está libre. El primer desapego en
la primera etapa de la vida se produce al cortarse el cordón
umbilical de la mater. El segundo, al desprenderse, paso
a paso, de las ataduras de la materia.
Para indicársenos que el desapego de los bienes e
intereses materiales es uno de los primeros y más
importantes pasos que debe dar el que inicia este camino,
se le pide, al que quiere hacerlo, que entregue la "joyas
y metales" que tenga. De esta forma se procura prepararlo
y probarlo para el progreso en el camino que debe recorrer.
No son los bienes materiales en sí los que limitan,
sino el sentimiento de apego a ellos como a cualquier otra
cosa. Para darnos a entender esto se nos devuelven finalmente
los "metales".
Cualquier vicio es, también, una atadura que limita
e impide nuestro progreso. El materialismo y el apego a
los bienes materiales pueden constituir una limitación,
una esclavitud y una tiranía muchas veces peor que
cualquier totalitarismo. Aunque la jaula sea de oro no deja
de ser prisión.
Tomamos demasiado en serio nuestro papel como actores en
este drama y olvidamos que todo es prestado en la obra que
estamos realizando, que no somos más que simples
administradores de los bienes que tenemos en nuestras manos.
Nos aferramos a ellos como si pudiéramos adueñarnos
de su forma y llevarlas con nosotros a la vida real, como
si tuvieran un valor verdadero en vez del convencional.
Cuando actuemos como si las energías y los recursos
de que disponemos con nuestros exclusivamente en vez de
prestados, asumimos una actitud separativa, separándonos
y excluyéndonos mentalmente de la fuente única
de energías. Tratando de acaparar recursos, ponemos
límites a nuestra posibilidades de progreso. Comprendiéndolo,
debemos vencer esta tendencia a defraudar nuestro progreso.
Al quitársenos y entregársenos de nuevo los
"metales" se nos indica, con ello, que los bienes
materiales son prestados por un tiempo por el G.: A.: D.:
U.: para ayudarnos a alcanzar un propósito más
elevado de vida. Se nos devuelven cuando los hemos dedicado
a ese fin y hemos probado con nuestra actitud que estamos
dispuestos a utilizarlos en adelante como corresponde para
la construcción del Templo del G.: A.: D.: U.:.
Lo que alcanzamos en cada paso adelante que damos por este
camino de autodedicación vale muchas veces más
que lo que dejamos atrás. ¿Cómo cambiar,
en este caso, de sacrificio? Sacrificio es, por el contrario,
renunciar a lo más por lo menos.
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