Yo Tu El
No
se los puede distinguir...
Y andan por las calles sin embargo...
Dentro del mundano bizco de los vértigos...
Junto al delirio instalado como ocultando
tímidos , distantes, en silencio claustral,
he allí al compañero.
¡
Oh las marolas condenadas al extremo,
buceando las discordias, lo inmensurable
y siempre lo desconocido !
¡ Ah, los escépticos, a quienes la ternura
les parece fingida y la dulzura vana !
Forman la Orden siempre.
Grey de solitarios
en medio de la prole dislocada en busca de su gremio
que nunca encontrarán .
Con los zapatos sucios de tanto trajinar,
y la dulce mirada de quién pecó a veces...
Todos lo son para su grito que lo favorece,
Consumiéndose por dentro, siempre, como teas.
¿ Desde que miércoles se los llama a buscar
?
¡ Desde que furia los rumbos del gemir los lame
y a su reloj de espigas y quién sabe ?
Ellos
están aquí...
Se los confunde tras el tropel pecoso.
Su mimetismo, parcos, humildes,
silenciosos , que en nada se distinguen...
No se engañan con nada, no blasfeman,
no los salpica el lodo penitente,
tampoco los verbos dormir, comer, guardar
del cuadrumano montón.
Tan solo saben, confortarse asimismo y a él,
diciéndole que por todos los caminos
arriban implacables.
Es su sino fatal.
Como teoremas zarpan
hacia el desolado clima de lo mustio.
Para
los tres, el afán les pasa el rodillo, pero en ellos,
es un tibio feroz calor en las entrañas.
Se esconden siempre para contarse
bajo la verja dulce de las cábalas,
o marchan en montón con sus casacas
para cederse al llanto mutuamente.
Después, un día... cada cual más solo,
vuelta a entrenarse, pausa silenciosa
y la tristeza de una semana más.
" Aquí nos detuvimos, nos abrazamos
como hermanos que somos.
¡Oh, que triste, alguien, probablemente él
por algún camino oscuro transita todavía ,
o por allí se fue.
Porque siendo su sed una pregunta,
una expectante muda hacia lo último,
se alimentan con migas de fracasos
y viven de disculpas.
Y,
si de tarde en tarde un rayito feliz
brilla en el fondo de las tímidas noches,
tembloroso , pálido sol de canapé,
metros de hastío y rubor mezclados...
¿ Verdad que nos transfiguramos al cruzar dos columnas
y mezclamos nuestro rubor
oculto por la noche del paseo recordatorio.
¿Después
?...
Ellos ya saben que será después...
La soledad y silencio de una semana más,
no ceder, luchar y trabajar, ser curioso
como encerrados en nuestro propio internet.
El insomnio y el ciervo.
La giba y el viento,
efigie entre los árboles.
Ansiedad que se da cuenta,
que en la tierra no hay otro oriente que no sea el nuestro,
para posar tranquilos los escrúpulos...
Veo que algunos aterrados huyen,
se van sin voluntad, sin ánimos coloridos.
Cuanto
se demora en volver la aurora cálida
de la próxima Tenida.
¿Donde
debo ir?
El
dolor sobreviene
y en su rauda carrera nos niega el beso fraterno
que nos une más.
Y
así procuramos nutriéndonos dulcemente
de las pocas palabras que se escuchan del maestro
que ya languidece cual humo de pipa
en el rincón callado
de su propia eternidad.
Ya
no quiero saber de suicidios
solamente el que vive me interesa
y aquel que murió callado aspirando el oriente
de nuestra fraternidad.
ANGEL
PEREZ PARDELLA LUCHESSI.
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