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..Palabra dada palabra confiscada
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Un episodio reciente de la vida política del Paraguay —la palabra dada de liberar a un preso— lleva a la reflexión sobre la palabra dada por Herodes, y quedó confiscada. Tuvo que decapitar a Juan el Bautista, al Juan Pueblo. Pero hay otra palabra, la de Jesús, que es la palabra organizada...

Margot Bremer RSCJ
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El recién investido presidente de la República, al asumir su cargo, asumió a la vez un conflicto de vida y muerte para la joven democracia paraguaya: pues el Ingeniero Raúl Cubas Grau tenía que optar entre la fidelidad a su palabra dada al amigo Lino Oviedo (su liberación en el momento de asumir la presidencia) y la fidelidad a su juramento a la Constitución Nacional. A Lino Oviedo se debe como amigo y correligionario, al pueblo se debe como Jefe de Estado y Presidente Ejecutivo del Gobierno. Se esperaba que su discernimiento iba estar a la altura de su cargo. Pero el Ingeniero Cubas optó por el cumplimiento de la palabra dada al amigo. En un principio no tiene nada de malo ser fiel a un amigo, si no estuviera a costa de su compromiso con toda la nación paraguaya. En la opción entre estas dos palabras dadas, cada una tenía el precio de romper con la otra. Palabra dada, palabra confiscada. La opción del nuevo presidente entristeció a toda la población consciente del Paraguay.
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.Herodías encontró la ocasión...
Nuestra situación parece mucho a un episodio del Nuevo Testamento: la fiesta de cumpleaños del rey Herodes. Celebrar tal fiesta es celebrar la vida, es recordar con agradecimiento el día del nacimiento. Herodes lo celebró con la muerte de Juan Bautista, un líder popular, que daba esperanza a muchos empobrecidos del pueblo. Lugar del hecho era el palacio del rey, centro del poder de la provincia de Galilea. A su lado estaba Herodías, la ex-esposa de su hermano Felipe; ahora era suya. Herodes había hecho callar la voz denunciadora del pueblo, tomando preso a Juan. Pero no tenía la intención de matarlo (Mc 6,26). Al contrario: le agradaba escucharle, y sentía respeto por él (v. 20). Y aunque Herodías le odiaba y quería matarlo, no podía lograrlo porque su nuevo marido lo protegía por considerarlo justo y santo.
Ella siempre estaba buscando la ocasión de silenciar definitivamente la peligrosa voz del pueblo. Encontró la hora oportuna en aquella fiesta de cumpleaños, una fiesta con invitados exclusivos: nobles, oficiales y personalidades importantes de Galilea. (v. 21). Era la fiesta de los poderes corruptos en cuyo medio iba a aparecer la verdad. Herodías hizo danzar a su hija Salomé. Una danza que reflejaba la corrupción que siempre entra en el poder cuando es ejercido en beneficio propio. Se trata del baile de la ambición que suele acabar con los últimos reductos de una responsabilidad. Esposa sucesiva de dos hermanos, era experta en asuntos de corrupción (1). Según el evangelista Marcos, ella había tenido su parte en que Juan estuviera apartado del pueblo, enjaulado en un calabozo. Sin embargo, según el historiador Flavio Josefo, había además un motivo político: “las gentes se habían reunido en torno a él (Juan), porque se exaltaban mucho oyéndolo hablar”.
Herodes temía que semejante facilidad para persuadir suscitara una rebelión... Por eso prefirió detenerlo antes de que se produjera una revuelta por su causa... (2). Herodías sabía el punto débil de su marido; con la danza de su hija iba a provocar a Herodes.
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....Y Herodes dio su palabra
“La danza le gustó mucho a Herodes” (v. 22) y en seguida le ofreció a la bailarina lo que quisiera, “aunque sea la mitad de mi reino” (v. 23). Esta misma palabra había dicho el rey Asuero a su esposa (Est 5,1). En el libro de Ester se describen diez banquetes donde se decide la vida y muerte del pueblo judío. Siempre se trata de la palabra de alguien que confunde el servicio de gobierno con la apropiación de “su” pueblo: “mi reino”. Con otras palabras: Herodes prometió cualquier cosa por el baile de una muchacha para manifestarse poderoso delante de los demás. Y Herodías, la enemiga del pueblo, encuentra ahora su hora para pedirle —mediante su hija— la cabeza de Juan Bautista.
Herodes, al escuchar esta petición, se entristeció (v. 26a), pero tampoco tuvo la valentía de retractarse, “debido al juramento pronunciado en presencia de los invitados” (v. 26b). Tenía que elegir entre salvar la cabeza del pueblo, Juan Bautista, o salvar la propia reputación, representada en la promesa delante de sus “amigos”. Herodes concluyó su discernimiento y optó a favor de sí mismo. Fue resultado de la escala de valores que guiaba toda su vida hasta este momento; pues aunque el poderoso “se llenó de tristeza”, no hizo nada para salvar a Juan, uno de su pueblo. Más le valían sus comensales, testigos de un juramento irresponsable. Prefería sacrificar la vida de Juan Pueblo antes de fallar a una promesa hecha “en blanco”; y así Herodes se manifestó una vez más como enemigo del pueblo. “Al instante” ordenó a su guardia que le trajera la cabeza de Juan en una bandeja (v. 27). Una bandeja es para servir comida, símbolo de querer vivir; en ella fue servida ahora perversamente la cabeza de Juan Pueblo, que así pasaba de mano en mano: del guardia a Herodes; de éste a Salomé y ésta se la pasó a su madre, Herodías. Herodes cumplió su promesa; la cumplió en la fiesta de su cumpleaños —celebración de la vida— con un banquete de muerte. Se entristeció, porque otros habían confiscado su palabra. Pero, ¿no tenía acaso el poder de recuperrarla? ¿Por qué no lo hizo?
Los discípulos de Juan, el pueblo entero con Jesús y sus discípulos, todos ellos se entristecieron desde el sin-poder por el asesinato de Juan, su profeta. La opción del gobernante en favor de los propios intereses y en contra de los del pueblo, les confirmó una vez más su estado de abandono y de desorganización.
Este relato refleja bastante nuestra situación política actual. No es difícil poner nombres actuales a Herodes, a Herodías y a Juan. 
Pero la Biblia, Libro de la Vida, nunca termina con un simple análisis de situación, sino que siempre ofrece una propuesta alternativa. He aquí la propuesta de Jesús frente a esta situación del pueblo.
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.Jesús da una palabra alternativa...
Jesús, al escuchar de boca de sus discípulos la mala noticia del banquete de muerte de Herodes, propone al pueblo un banquete alternativo de vida. Este banquete tiene las características opuestas al de Herodes. No los intereses personales, sino la compasión con su pueblo le dan la motivación para actuar: “andaban como ovejas sin pastor” (v. 34). La palabra de Herodes dada a la bailerina que implicaba la decapitación del líder popular, había sido condenar del pueblo a la dispersión  y a la no-vida. 
Frente a esta situación, Jesús quiere devolver al pueblo desarticulado, su propia vida: les hace sentar en grupos, y ellos mismos se organizan según su sistema tradicional clánico en grupos de cincuenta y cien. Frente a la necesidad de liderazgo y alimento, Jesús organiza la comunión, sacramento del reino. Democráticamente delega a sus discípulos la responsabilidad, y éstos comparten su pan comunitario con el pueblo organizado. Los discípulos, al repartir el pan compartido de la propia comunidad de Jesús, generan en los grupos organizados la reciprocidad de compartir: también éstos comienzan a poner en común lo poco que llevan consigo.
La propuesta de Jesús no es asistencialista; no es de soluciones inmediatistas sino de cambios profundos de mentalidad (Mc 1,15). El Reino es solidaridad organizada con la lógica familiar para que haya fraternidad sin exclusión. No como en el palacio de Herodes, en donde se separaba el gobierno del pueblo, la cabeza del cuerpo (decapitación de Juan). Por eso el lugar de la propuesta de Jesús no es el salón cerrado, sino un campo abierto (v. 36). La opción de seguir sus propios intereses o de abrirse a las necesidades de todos, ya no está más en la persona de Jesús; pues él delega esta opción a la gente misma, devolviéndoles su poder de decisión sobre la propia vida. Y mientras que la gente comienza a compartir organizadamente, Jesús no cesa de bendecirlos. Pues en este momento nace un pueblo nuevo: el producto de la tierra prometida, el pan, distribuido con justicia, es signo de una sociedad alternativa. Pan compartido siempre significa vida y convivencia alternativa frente al exclusivismo de un sistema herodiano. El milagro de la distribución del pan es el milagro de formarse un pueblo mesiánico. El resultado de esta opción popular no es servida en una bandeja lujosa de algún palacio, sino que queda recogida en doce canastas familiares (v. 43) cuyo número alude a una organización popular de la historia, las doce tribus de Israel.
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.... Que evoca una nueva palabra en nosotros y nosotras
Frente a la dispersión del pueblo a causa de una promesa dada sin responsabilidad, Jesús proponía un nuevo camino: el de organizarse en favor de los propios intereses y las propias necesidades del mismo pueblo y actuar coherentemente. Sus estrategias son contrarias a las mismas del palacio. No surgen de un poder ambicioso, sino de un poder popular, organizado y compartido. No surgen de la exclusión, sino de la inclusión. No surgen de los intereses privados de los poderosos, sino de las necesidades sentidas del pueblo. No surgen de divisiones y separaciones provocadas, sino de la dolorosa búsqueda de comunión. No surgen de los que sirven a dos señores, sino de aquellos que reconocen en su práctica únicamente al Dios del Pueblo.
Jesús no propone solamente una nueva convivencia, sino él mismo nos demuestra con su actuación las estrategias para llegar a ella. Y ¿no son justamente estrategias herodianas las que siempre queremos imitar por un equivocado concepto de poder?
La palabra dada y confiscada del Ejecutivo invita al pueblo hacia la organización de una nueva palabra, no confiscable.
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Notas:
1. En la Biblia, la mujer es aponderada en la medida en que opta por la vida del pueblo. Una mujer enemiga del pueblo recibe la peores calificaciones. Esto quiere demostrar que, según la Biblia, la mujer realiza su identidad solamente en la lucha por la vida del pueblo.
2. Ver Carlos Bravo: Jesús, hombre en conflicto, p. 143, cita de Ch. Perrot: Jesús y la historia, p. 94.
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Prefería sacrificar la vida de Juan Pueblo antes de fallar a una promesa hecha “en blanco”.

Una bandeja es para servir comida, símbolo de querer vivir; en ella fue servida ahora perversamente la cabeza de Juan Pueblo, que así pasaba de mano en mano.

Herodes cumplió su promesa; la cumplió en la fiesta de su cumpleaños —celebración de la vida— con un banquete de muerte. Se entristeció, porque otros habían confiscado su palabra.

El Reino es solidaridad organizada con la lógica familiar para que haya fraternidad sin exclusión. No como en el palacio de Herodes, en donde se separaba el gobierno del pueblo, la cabeza del cuerpo (decapitación de Juan).

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