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... Marcas culturales para las mujeres
en la sociedad paraguaya

Las marcas culturales con que la sociedad ha caracterizado a la mujer denuncian, casi sin querer, la historia real que se esconde debajo de esas figuras. Conocer esos estereotipos y destruirlos críticamente es el primer paso para que la mujer pueda sentirse y ser libre.

Clyde Soto

Las mujeres paraguayas hemos dado pasos importantes hacia la modificación de patrones de discriminación y exclusión que la cultura ha naturalizado, traducidos a lo largo de varios siglos en innumerables hechos históricos, en costumbres, en creencias populares y en leyes. El cambio cultural, sin embargo, es más lento que la vigencia de nuevas leyes y formas institucionales ideadas para superar la discriminación. Para proponer y enraizar rupturas a este orden tradicional, es necesario descodificar y modificar las pautas que lo componen, lo justifican y reproducen.
Las sociedades estructuran el lugar de sus integrantes con numerosas marcas que van dejando huellas casi indelebles en el inconsciente colectivo. En Paraguay, las mujeres hemos adquirido un sitio en la tradición, en el sentimiento común de la población y en los sensibleros lugares comunes de los discursos y monumentos oficiales a partir de la centralidad del rol doméstico y reproductivo y de una serie de hechos e interpretaciones sobre hitos importantes de nuestra historia. Si bien en todos los casos existen referencias históricas concretas que sirven de base a estas marcas culturales, también es cierto que existe una suerte de simplificación, un olvido interesado e incluso a veces una tergiversación de los hechos.
Las consecuencias de ello han sido en Paraguay muy notables, llegándose a sostener como afirmación más bien ligera, aunque frecuente, la existencia de una especie de matriarcado en nuestras tierras. Aunque esta idea no resiste siquiera una crítica elemental, ha servido, sin embargo, para sostener en el imaginario colectivo una especie de discurso esquizofrénico, que ubica a las mujeres paraguayas en un supuesto sitio de poder al mismo tiempo que en las leyes, en la política y en los espacios donde se maneja el poder real de la sociedad han estado históricamente marginadas.

.UNA FALSA HISTORIA DE AMOR
Si se habla de los orígenes de la población paraguaya resulta imprescindible la referencia al mestizaje de la población aborigen con los conquistadores españoles que llegaron a la región del Río de la Plata con la expedición de Don Pedro de Mendoza en 1536. El mestizaje tuvo como base la unión de la mujer guaraní con el hombre español, unión que es presentada en la historiografía tradicional como una especie de historia de amor y entrega, símbolo de la colaboración mútua entre hombres indígenas y conquistadores, que pasaban de esta manera a convertirse en tovaja (cuñado, en idioma guaraní). Esta presentación romántica de la historia, que fue ampliamente difundida a pesar de la existencia de investigaciones y documentos que demuestran una realidad bastante más cruda y compleja, ha impedido que la población paraguaya conozca y reconozca como raíz de su propia existencia los hechos violentos que están en la base del mestizaje paraguayo, realizado a partir de una especie de esclavitud de las mujeres y del exterminio cultural de los pueblos que habitaban entonces las tierras que hoy se conocen como Paraguay.

.LA SACA DE MUJERES
En los primeros contactos entre indígenas y españoles los primeros habían hecho efectivamente entrega a los segundos de bastimentos y mujeres. Para la cultura guaraní el parentesco político o cuñadazgo establecido de esta manera implicaba relaciones de reciprocidad. Sin embargo, este intercambio inicial devino en una indiscriminada “saca de mujeres” o “rancheadas” por parte de los conquistadores, que se realizaba por métodos violentos:
En la “Relación” que Irala dejó en el puerto de Buenos Aires al despoblarlo el 10 de abril de 1541 se decía que los indios carios de Asunción habían dado a los españoles 700 mujeres “para que los sirvan en sus casas y en las rroças”. Quince años más tarde el clérigo Martín González hablaba de 40 mil indias en poder de los españoles. Este desmesurado número ya no correspondía a las cesiones voluntarias de los indígenas, sino a la apropiación compulsiva que realizaban los cristianos  .
La cantidad de mujeres al servicio de los españoles (servicio doméstico, sexual, reproductivo y productivo, ya que las indígenas eran quienes labraban la tierra) causó la preocupación de algunos clérigos y autoridades, que pedían se pusieran límites a esta práctica, más preocupados por la moral que por la justicia. El Paraguay fue conocido por esta situación como un “Paraíso de Mahoma”  . Luego del establecimiento de las encomiendas se intentó poner límites a la saca violenta de mujeres, pero esta institución también significó la formalización de la relación de abuso y opresión en que pronto quedó convertida la primera relación más bien amistosa que se dio entre indígenas y españoles .
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