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... La mujer rural aspectos relevantes de su situación

Analizar la realidad de la mujer rural paraguaya supone necesariamente caracterizar, tan sólo sea de manera breve, el ámbito rural del país. Esto nos permitirá tener una comprensión más acabada de la situación de este sector que constituye el 47.7% de la población rural paraguaya.

Mirtha M. Rivarola 

La importancia del sector rural en nuestro país, a pesar de la tendencia a la urbanización verificada en los datos del último Censo Nacional (1992), sigue siendo indiscutible. La participación del sector agrícola en el Producto Interno Bruto (PIB) es muy relevante y ésta se mantiene relativamente estable desde mediados de la década del ochenta. Los últimos datos indican que el 26.5% del PIB corresponde al sector agropecuario. Este sector, además, sigue absorbiendo cerca del 37% de la mano de obra, empleo que se genera en gran parte en la pequeña agricultura. Otro indicador de su papel fundamental es la contribución que tiene en el total del valor de las exportaciones, alcanzando al 90%.
La estructura agraria del país muestra como una de sus principales características históricas el alto grado de concentración de la tierra. De las aproximadamente 306.000 explotaciones censadas en 1991 (Censo Agropecuario), el 40% comprende a las unidades productivas menores de 5 hectáreas, las que apenas estarían controlando el 1% de la superficie censada. Una de las formas productivas predominantes en este sector sigue siendo la explotación campesina que constituye una finca de superficie pequeña en que se aplican preferentemente tecnologías no mecanizadas y que genera bienes destinados tanto a la alimentación doméstica como al mercado y cuya mano de obra utilizada es predominantemente familiar. Estas explotaciones dan empleo directo a cerca de 530.000 trabajadores permanentes residentes en las explotaciones y a un número indeterminado de asalariados no residentes. Totalizan, por lo tanto, cerca de 1,47 millones de personas que dependen de los ingresos generados en estas explotaciones. 
A lo largo, de la década del ochenta, la diferenciación campesina tiende a profundizarse influyendo fuertemente en el empleo agrícola. De esta forma la categoría que incluye a los asalariados agrícolas aumentó de manera notable, pasando de 15% (1981) al 24% en 1991. El repunte de la proletarización del campesinado se dio por la profundización de los efectos del modelo modernizador agroexportador implementado en el país.
La ampliación y agudización del proceso de diferenciación socioeconómica se tradujo en la mayor asalarización de la mano de obra campesina y en la más intensa monetarización de la economía campesina. Este proceso de monetarización significó una transformación en la estructura de los ingresos familiares del campesinado, constatándose que en todos los estratos campesinos, entre el 60 y 80% de los montos totales pertenece a ingresos monetarios. El margen de auto-consumo, por lo tanto, se estrecha cada vez más. 
El sistema de financiamiento de la economía campesina en el Paraguay tiene como principal característica la débil cobertura del crédito institucional o formal y el fuerte predominio del crédito informal. Los datos del Censo Agropecuario de 1991, indican que el 22% de las explotaciones de menos de 20 has. recibía financiamiento del comerciante/acopiador y sólo el 5% accedió al crédito institucional público. Estos datos probablemente hayan sufrido una pequeña variación atendiendo que en los últimos cinco años el Estado amplio sus servicios de crédito al sector (ejemplo de lo dicho es la creación en el año 1992 del Fondo de Desarrollo Campesino). Otro gran déficit lo constituye la baja cobertura de la asistencia técnica, solamente el 12% del total de este tipo de explotaciones recibió algún tipo de asistencia de parte del Estado.
Estas rápidas pinceladas de los factores condicionantes del ámbito rural paraguayo permiten situarnos en la realidad de los hombres y las mujeres del sector. Esta situación de marginalidad que afecta a ambos sexos se da, sin embargo, de manera más contundente en la mujer, debido especialmente a las pautas socioculturales discriminatorias existentes. No se visualiza el importante rol que las mujeres cumplen en este sector y esto se traduce en la poca valoración que se le da a su papel en el ámbito productivo, resaltándose sólo aquellos aspectos que tienen que ver con su rol reproductivo. A continuación, presentamos algunos de los elementos que reflejan claramente esta situación.

.LA MUJER RURAL  Principales características
Del total de la población rural del país, el 52.3% es población masculina y el 47.7% femenina. En el área rural las cifras indican una mayor presencia de hombres que de mujeres. Este desbalance se debe principalmente a las menores oportunidades de empleo existentes para las mujeres en el ámbito rural lo que impulsa a una migración femenina mayor hacia los centros urbanos. Es lo que muestran los datos, como también que la población migrante se compone mayoritariamente por mujeres jóvenes, que en general presentan un mejor nivel de instrucción respecto a las no migrantes. 
Las jefaturas de hogar femeninas se han incrementado fuertemente en la última década en especial en el área urbana. Es evidente que la captación de este fenómeno aún es difícil sobre todo en el área rural donde predominan pautas culturales muy fuertes que hacen que muchas mujeres jefas de hogar definan al varón, a la hora de la captación de datos, en ese papel. En este punto existe una diferencia bastante importante entre el Censo Agropecuario (1991) y el Censo de Población y Viviendas (1992) con respecto los datos. El primero indica que el 9% de mujeres son jefas de hogar en el sector rural mientras que en el segundo estas jefas alcanzan el 14.9%. 
Con respecto a la gran mayoría de los países de América Latina y en especial de los que componen el Mercosur, Paraguay se sitúa entre aquellos que aún mantienen una alta tasa de fecundidad. En el área rural la tasa de fecundidad es de 5,8 hijos por mujer y si éstas no tienen ninguna instrucción, la tasa sube a 6,1. Las altas tasas de fecundidad existentes en el sector rural tienen su explicación en varios factores entre los que se destacan los económicos y culturales. En general, las mujeres de áreas rurales son más pobres, tienen niveles inferiores de educación formal, no cuentan con servicios básicos en salud, además de los valores tradicionales imperantes en el sector que refuerzan su rol de reproductoras. 
La situación educativa de la mujer paraguaya ha mejorado en la última década y las diferencias entre ambos sexos, a escala general no son tan significativas. En nuestro país el porcentaje total de analfabetos es del 9.4%. Al analizar los datos por sector, la distancia entre las tasas de analfabetismo por sexo se incrementa en el área rural: los datos indican que el 17.2% de los analfabetos son mujeres y el 11.8% son hombres. 
De acuerdo a los datos del Censo de Población y Viviendas (1992), en el período intercensal 1972-1992, las mujeres a nivel país registraron un incremento sostenido de participación en la población económicamente activa, pasando del 21% en 1972 a prácticamente el 24% en 1992. La participación femenina en la actividad económica para el área urbana, para el año 1972, era de 31.2%, porcentaje que se incrementa para el año 1992 a 35.5%. Por otra parte, llama la atención la considerable disminución de la tasa activa femenina rural que pasa de 13.3% en 1972 a 8.9% en 1992. En este período la población femenina en edad de trabajar aumenta en aproximadamente 16.6%. Por lo tanto, una reducción en la tasa de actividad femenina se debe a un incremento en la tasa de inactividad femenina rural, hecho que no coincide con los estudios realizados respecto a la mujer rural en los que se demuestra claramente su alta participación en las actividades productivas de la unidad familiar. 
El Censo Agropecuario contiene información que da cuenta de una manera más precisa acerca del trabajo de la mujer rural. De acuerdo a esta fuente, las trabajadoras agrícolas alcanzan un total de 423.604 mujeres (de un total de aproximadamente 1.122.000 personas económicamente activas), de las cuales 191.784 están en la categoría de trabajadoras agrícolas permanentes y 231.820 en la de trabajadoras agrícolas ocasionales. El análisis de estos datos muestra claramente un crecimiento notable de mujeres ocupadas en trabajos agrícolas temporales o ocasionales, en el período intercensal 1981-1991, pasando a representar el 42% de todas las mujeres ocupadas en el sector rural. 
La única estimación del aporte femenino en la generación de ingresos en el ámbito rural es la indicada en un estudio realizado en el año 1992 . Este aporte fue calculado basándose en los datos obtenidos en una encuesta realizada a 160 mujeres campesinas. Las mujeres contribuyen con el 41% en el caso de los ingresos generados al interior de la finca y de 38% en el caso de los ingresos generados fuera de la casa. 
Las instituciones encargadas del crédito rural en el país no tienen información desagregada por sexo respecto al acceso al crédito. No se dispone de datos fidedignos que muestren esta realidad, pero se estima que solamente el 4 o 5% de todos los prestatarios de estas instituciones serían mujeres. Estos organismos de crédito, el Banco Nacional de Fomento, Crédito Agrícola de Habilitación y el Fondo de Desarrollo Campesino, en sus reglamentos no discriminan formalmente a las mujeres. Pero generalmente, al exigirles algunos requisitos como título de propiedad, hipotecas prendarias o afiliación a organizaciones formales, cédula de identidad, las mujeres rurales en su mayoría no cuentan con estos recaudos. 
Una de las debilidades de los pequeños productores, desde la perspectiva de los actores sociales, radica en la escasa cobertura de las organizaciones campesinas. De acuerdo al último Censo Agropecuario, sólo el 11% de los agricultores —tanto hombres como mujeres— que operaban con explotaciones de menos de 20 has. estaba asociado a algún tipo de organización económica (cooperativa, comité o asociación), social (comisión vecinal) o reivindicativa (gremios). No están los datos desagregados por sexo, pero ateniéndonos a los estudios existentes el porcentaje de asociacionismo femenino es bajo. En el año 1993 el Centro de Documentación y Estudios realizó un Censo de Organizaciones Gremiales de las Zonas Rurales (en este Censo sólo se tomo como universo a aquellas organizaciones de la sociedad civil), y los datos arrojados por esta fuente indican que del total de pequeños agricultores pertenecientes a una asociación, sólo el 3.2% pertenece al sexo femenino. Al analizar las instancias de poder, la presencia femenina es aún menor: sólo el 8%.
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