Tiempo privilegiado de reflexión
Estamos comenzando un nuevo año, un nuevo siglo y a punto de iniciar
un nuevo milenio. Para los cristianos, seguidores del que es “Alfa” y “Omega”,
sentido último del cosmos y de la existencia, éste es un
tiempo privilegiado de oración y discernimento para revisar la vida
y nuestro compromiso con ella. Para los no cristianos, también es
un tiempo especial de reflexión frente al nuevo año y, de
modo particular, frente al nuevo milenio que comieza. Independentemente
de los credos y religiones, en este tiempo toda la humanidad se abre a
sus mejores deseos y sueños, a sus temores y cuestionamientos concretos
y existenciales, personales y colectivos: ¿Qué opciones nuevas
de vida escoger, cuáles rectificar y cuáles rechazar? ¿Para
dónde va el mundo y el cosmos? ¿Cómo cuidar de nuestro
pequeño “planeta azul”? ¿Para dónde continuar construyendo
nuestra historia? Esos y otros cuestionamientos y preguntas nos invaden
a todos. Es oportuno hacer una parada para reflexionar con serenidad y
seriedad.
Vivimos
en un mundo quebrado
Cada vez son más las voces que llaman fuertemente la atención
sobre este punto. En este fin de milenio algunos temas importantes quedan
como materia pendiente para ser resueltos urgentemente en los próximos
tiempos: agujeros en la capa de ozono, el “efecto estufa”, deforestación
y desertificación de imensas áreas del planeta, “basura tóxica”,
armas nucleares y residuos radioactivos, contaminación ambiental,
reservas limitadas de agua potable, uso abusivo de la tierra y agrotóxicos,
manipulación genética y transgénicos, conglomerados
urbanos, reducción rápida y alarmante de la biodiversidad
del planeta, etc. Aunque muchas de esas palabras no las entendemos bien,
parece, según los especialistas, que si no buscamos solución
para estas cuestiones, nuestra madre la tierra va a tener serias dificuldades
para continuar amamantando a sus hijos/as. Por fin, hoy, todos comezamos
a tomar conciencia de que la creación es finita y limitada,
de que sus recursos y posibilidades se agotan, y que por eso tenemos que
cuidarla si queremos que la madre tierra nos continúe cuidando.
Ser conscientes de esta realidad es fundamental para actuar en consecuencia.
Empobrecidos
y medioambiente
Dos hechos son claros en este final de siglo e inicio de milenio.
Por un lado hay un crecimento alarmante de la pobreza, de los empobrecidos
y excluídos del planeta. Por otro, hay un deterioro progresivo y
rápido del medioambiente.
Hoy ya no hay más duda de que el modelo neoliberal de desarrollo
no es sustentable. Los proyectos agresivos de desarrollo, que secan y explotan
la madre tierra, han enriquecido mucho a pocos y empobrecido mucho a muchos
y también empobrecido a todo el planeta. Hay relaciones claras entre
medioambiente, pobres e ricos.
La degradación del medioambiente generalmente tiene un impacto más
fuerte sobre los más pobres y desprotegidos. Podemos comprobar que
donde el medioambiente está más destruido es el lugar que
sobra para los empobrecidos. Los pobres viven en la basura de las grandes
urbes, en las márgenes de los centros contaminados de las grandes
ciudades y debajo de los puentes y viaductos, en los canales convertidos
en charcos, en las regiones inundadas y contaminadas en torno a los distritos
industriales, en las áreas deforestadas y convertidas en desiertos
inhóspitos donde la arena cubre todo, en las tierras más
empobrecidas, etc. Para los empobrecidos sobrarán los peores lugares.
Los datos lo demuestran claramente, los pobres y excluidos son amontonados
en las áreas más depredadas, contaminadas y empobrecidas
de las ciudades, de los países, de los continentes y del planeta.
Los ricos, entretanto, tienen posibilidad de comprar un “nicho ecológico”
para vivir. Incluso dentro de las grandes ciudades más contaminadas
del planeta, ellos consiguen construir “burbujas ecológicas”. Fuera
de estos nichos y burbujas en las que se esconden, en general, los ricos
son los mayores depredadores del medioambiente con sus haciendas y agro-empresas,
con sus industrias y extractoras de minerales, con sus macro proyectos
desarrollistas que sólo buscan el mayor lucro y que son los que
suministran los recursos necesarios para mantener un altísimo nivel
de vida de consumo en su pequeña “burbuja”, depredando el entorno.
Actuando con mucha miopía, piensan y diseñan su futuro asegurando
y defendiendo, al costo que sea, su “guarida” y, el resto de afuera, es
comprendido como área para “cazar y depredar” a voluntad. Esta visión
y estilo de vida no son sustentables para nadie.
Cuanto más empobrecida y explotada es la madre tierra más
empobrecidos e explotados son los que quedan habitando en ella... Y una
consecuencia lógica de esto es que los proprios empobrecidos, en
el límite de la desesperación y del hambre, acaban agotando
y matando el restito de vida que sobraba en la poca tierra en la cual fueron
amontonados. A final tienen que ir fuera para algún otro lugar,
también ya depredado y degradado, para continuar sobreviviendo...
Y así continúa repitiéndose, una y otra vez, esta
“via sacra” de muerte de la madre tierra y de sus hijos/as desterrados
por los grandes de este mundo.
Encarnación:
entrar en las heridas de la historia y del cosmos
Para los cristianos del III milenio, es fundamental profundizar y
ampliar la comprensión del misterio salvífico. Es importante
superar aquella lectura parcial y limitada que muchos cristianos han hecho
de la Bíblia, para argumentar a favor del derecho del hombre para
el uso y abuso de la naturaleza: “Sometan la tierra” (Gn 1,28). Esta exposición
mutilada de la enseñanza bíblica debe ser corregida y complementada
con el “cultivar y guardar” la tierra (Gn 2,15). Sin esta dialética,
el mensaje bíblico está falsificado y las consecuencias en
materia de praxis cristiana pueden ser graves.
La perspetiva bíblica es integral. En ella el proyecto salvífico
de Dios es ofrecido a toda la creación. Y la creación toda,
desde esta perspectiva divina, debe colaborar en la construcción
de ese proyecto de vida abundante y de justicia para todos los seres creados.
En imagen del profeta Isaías: “Destilen, cielos como rocío
de lo alto, derramen, nubes, la victoria. Ábrase la tierra y produzca
la salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, Yavé,
lo he creado” (Is. 45,8)
Es también en esta perspetiva salvífica integral, en la cual
se comprende el misterio de la encarnación, del nacimiento, vida,
pasión, muerte y resurrección de Jesús el Cristo.
En aquel judío, el Hijo de Dios desciende y se inserta en las periferias
del mundo, donde la vida está más amenazada, para hacer acontecer
la liberación, el Reino de paz y justicia, que el Padre ofrece para
todos y de un modo especial a sus predilectos, los pequeñitos. La
encarnación no aconteció por casualidad; fue fruto de la
locura de amor infinito de un Dios apasionado por su creación, por
la humanidad pobre y por el cosmos.
En el contexto de este final de milenio, donde es alarmante el crecimiento
de los empobrecidos y el deterioro del medioambiente, la encarnación
del Hijo es principio metodológico que ilumina la praxis de los
cristianos del III milenio. Encarnarse significa no sólo descender
a las “periferias del mundo” junto a los marginados o entrar “debajo de
la historia” con los empobrecidos... sino que también significa
adentrarse en los “agujeros del cosmos” y comprometerse con las “heridas
de la madre tierra”... Porque es ahí, sobre esa tierra viva, donde
los proyectos de vida y de muerte, para la humanidad y para todo el cosmos,
se disputa el espacio. Hoy, en los albores del III milenio, son inseparables
para los cristianos el compromiso con la vida amenazada de los empobrecidos
y el compromiso con la vida de la madre tierra que a todos nos sustenta.
Nosotros los cristianos comenzamos a tomar conciencia de que no sólo
la humanidad y de modo preferencial los empobrecidos están necesitados
de liberación-salvación, sino que también todo el
cosmos, y de manera especial la madre tierra, explotada y empobrecida,
está necesitada urgentemente de liberación-salvación.
Y ambas realidades son inseparables. No hay salvación-liberación
para una de ellas si no hay salvación-liberación también
para la otra. La vida de la madre es indispensable para que los hijitos
puedan vivir; la vida de los hijos es fundamental para que cuiden a la
madre. Madre e hijos son inseparables. ¡La salvación es integral!
Nuevo
milenio: militante cristiano, activo militante ecologista
En este punto es importante esclarecer bien los conceptos. Se tiene que
superar la comprensión reduccionista de que la ecología y
los ecologistas se comprometen solamente con los bichos y el color verde
del planeta. Según el diccionario, ecología es el estudio
de las plantas, los animales, las personas y las instituciones en relación
al medioambiente. Tanto ecología como medioambiente hacen referencia
a la inter-relación entre el hombre y su habitat que es el contexto
que sustenta la vida. Este habitat por un lado es donación gratuitamente
recibida mas, por otro, es también resultado, más o menos
intencional, de siglos de atividad humana.
Por todo eso, ser cristiano en el nuevo milenio significa ser un militante
activo en el campo de la ecología para que el proyecto de “vida
abundante” (ver Jn. 10,10), para la madre tierra y sus hijas/os pequeñitos,
venza los proyectos de muerte que depredan el medioambiente y amenazan
a toda la humanidad y al cosmos. Desde esta perspetiva más integral
de la misión del cristiano, el compromiso con la fe y la justicia
adquieren mayor profundidad, radicalidad y coherencia. En el III milenio
los cristianos o son activos militantes ecologistas o no so cristianos.
Aprender
de los pueblos indígenas un nuevo modo de relación: “alteridad
filial”
Algunos grupos de poder intentaron durante mucho tiempo (y continúan
intentando hasta hoy) hacer creer que los pueblos indígenas son
un obstáculo al desarrollo. Hoy la conciencia de la humanidad parece
comezar a despertar y descubrir ese nuevo modo (incluso milenario) de los
pueblos indígenas de relacionarse con el medioambiente. Hoy, por
el contrario, esos pueblos comienzan a percibirse, no como un problema
para el desarrollo, sino como una gran solución planetaria con sus
modelos ancestrales de desarrollo sustentable. Aunque parezca utópico,
la condición de posibilidad de futuro para nuestro pequeño
“planeta azul” está contenida en la sabiduría milenaria de
los pueblos indígenas de relacionarse en “alteridad filial” con
la Pacha Mama (Madre Tierra).
Para los cristianos y para todos los hombres y mujeres de buena voluntad
del tercer milenio, los pueblos indígenas son fuente de inspiración
para la práxis ecológica, para el estilo de vida y el compromiso
con la vida amenazada de los explotados y empobrecidos, ya sea los hijos/as,
ya sea la madre (tierra). Hijos/as y madre son inseparables.
Para los cristianos del III milenio la opción preferencial por los
pobres y la opción preferencial por la madre tierra empobrecida
son inseparables
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