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...Retazos y Fragmentos
En febrero de 1989 los militares fueron protagonistas. En marzo de 1999 fue la ciudadanía. En ambos momentos se abrieron ventanas de esperanzas. El deterioro socioeconómico, la percepción de aumento de la inseguridad ciudadana y el espectáculo grosero del enriquecimiento ilícito para beneficio de unos pocos se enlazaron para dibujar un paisaje social de creciente desencanto.

Carlos Martini
 

    En febrero de 1999, distintos sondeos revelaban que para 9 de 10 encuestados, durante la dictadura del gral. Stroessner se tenían mejores condiciones de vida. Duele reconocerlo pero algunos datos refuerzan esa visión ácida sobre este largo periodo de libertades. De acuerdo a José Molinas, el PIB per cápita fue en 1999 un 4% menor al de 1988. (Ultima Hora, 5 de febrero de 2000).
    Un año después de la tragedia de marzo, la opinión pública parece moverse otra vez en el territorio de las desilusiones. En una encuesta realizada en Asunción y el Gran Asunción, sólo el 10,4% califica de buena la situación actual del país. (ABC, 15 de febrero de 2000). Las posibilidades de consolidación de la democracia que se generaron con la derrota del proyecto autoritario del ex gral Lino Oviedo en la última semana de marzo de 1999 se fueron deshilvanando. El mal denominado Gobierno de Unidad Nacional fue en realidad una repartición cuotificada de espacios de poder en la Administración Pública bajo hegemonía argañista. El PLRA estuvo siempre deshojando la margarita en medio del síndrome de Hamlet (ser o no ser oficialismo u oposición) y los encuentristas asumieron rápidamente su papel de cortesanos/satélites del argañismo, hoy con notas cada vez más stronistas. En 1999 ni se aprobó un calendario básico de reformas estatales y económicas. El Estado bombero se dedicó a apagar incendios, culpando al oviedismo de todos los males habidos y por haber.

Fisuras políticas, protestas sociales: convulsiones en la singladura

    Los primeros movimientos de piezas en el 2000 preanuncian meses tormentosos: a) el PLRA se fue  del Ejecutivo dando un portazo en la madrugada del domingo 6 de febrero. Domingo Laíno volvió a sufrir otra derrota en el liberalismo  y ya se abrió el proceso de definición de la candidatura a la vicepresidencia de la República, b) salieron a luz las primeras fricciones públicas en el bloque oficialista colorado. El titular del Congreso, Juan Carlos Galaverna acusó al presidente  Luís Angel González Macchi de gobernar para un solo grupo. La Nación interpretaba la disputa en clave de grupo G (Saúl González, Agustín  González Insfrán, el propio presidente de la República) y el grupo A (los Argaña, más Galaverna, José Planás, Walter Bower), c) sectores sociales anuncian un marzo caliente de movilizaciones con  demandas de renuncia del presidente o convocatoria de nuevas elecciones. Se incluyen rechazos a las privatizaciones y reivindicaciones tradicionales de reforma agraria, d) con la salida liberal, el Congreso queda balcanizado y en Diputados, por ejemplo, liberales y oviedistas juntos pueden trabar distintas iniciativas gubernamentales y e) sigue y seguirá la campaña sobre la supuesta ilegitimidad de la presidencia de González Macchi, pese a que la sentencia 191 de la Corte Suprema de Justicia del 27 de abril de 1999 ya dejó cerrada la cuestión.

    El sistema sociopolítico paraguayo es, en esta transición entre dos siglos y milenios, un conjunto desordenado de retazos y fragmentos.

    A estas aristas del escenario deben sumarse las internas colorada y liberal para decidir los respectivos candidatos a la vicepresidencia, la elección del presidente del Congreso en julio y la ausencia de un pacto de Estado para la reforma estatal. 
    Si bien es cierto que deben descartarse inestabilidades militares (el monitoreo externo, en particular de Washington es estricto, cercano y tajante en esta materia) el escenario que se avecina es de débil recuperación económica, continuidad en la precarización de la clase media y pauperización de las franjas populares y alta conflictividad político electoral. Quizás se avance en alguna privatización (Antelco) pero serán las convulsiones político partidarias las que darán la nota central en los próximos meses, por lo menos hasta el 13 de agosto, fecha de las elecciones vicepresidenciales.

Precaria, inestable e incierta

    Así es esta democracia. En América del Sur están por un lado Venezuela, que ya tiene algunos rasgos inquietantes de concentración de poder en el presidente Hugo Chávez, el Perú de Alberto Fujimori, cuyos niveles de respeto a la legalidad, los derechos humanos y la libertad de expresión son bajísimos, el Ecuador de la inestabilidad crónica con golpe de Estado incluido el 21 de enero y una Colombia en abierta guerra civil y donde el Estado controla solamente una parte del territorio. Por otro lado están las democracias estables y consolidadas como la argentina, la boliviana, la brasileña, la chilena y la uruguaya. Aunque en algunas con graves desequilibrios sociales (Argentina, Bolivia, Brasil), los rasgos autoritarios o de precariedad institucional son bajos. Paraguay está en el medio pero eso sí, más cerca de la inestabilidad ecuatoriana que de la estabilidad chilena.
    El sistema sociopolítico paraguayo es, en esta transición entre dos siglos y milenios, un conjunto desordenado de retazos y fragmentos. Está el stronismo empotrado en el Estado, el argañismo, cuyos amores con los valores democráticos fueron siempre, por decirlo de manera suave, difíciles, la ex oposición rota entre la estrategia euclidista de pegarse al coloradismo para el mediano plazo, el liberalismo que tendrá que demostrar que es alternativa real y no mera quimera de alternancia (hasta hoy fracasada), el oviedismo buscando algún espacio en la ANR, el despilfarro constante de recursos estatales (¿cuánto siguen costando los inútiles consejeros de entes públicos? ¿cuánto se pierde en la cascada de coimas en las relaciones con el Estado? ¿quiénes son los que no pagan impuestos en el país?) y el Panchito López que arde, igual que el país, consumiendose en las oscuridades de la carencia de futuro.

    Un año después de la tragedia de marzo, la opinión pública parece moverse otra vez en el territorio de las desilusiones. En una encuesta realizada en Asunción y el Gran Asunción, sólo el 10,4% califica de buena la situación actual del país. Las posibilidades de consolidación de la democracia que se generaron con la derrota del proyecto autoritario del ex general Lino Oviedo en la última semana de marzo de 1999 se fueron deshilvanando.

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