Si
pudimos, podemos ha sido el lema del primer aniversario del marzo paraguayo.
Expresa la fuerza que tiene la memoria histórica al reavivar los
comienzos de un nuevo camino iniciado. La experiencia del año pasado
se deja sintetizar con la palabra de José Carlos Rodríguez:
"Contra la muerte, hemos nacido de nuevo, como colectividad, hijos de nuestro
coraje" (1).
Esperábamos
algo distinto del que habíamos confiado la nueva presidencia y frente
a esta decepción debemos preguntarnos: ¿hemos continuado
durante el año como hijos de nuestro coraje, con esta conciencia
ciudadana recién nacida? ¿Cuánto hubiera cambiado
si hubiésemos actuado durante todo el año con la misma firmeza
de la plaza en 99, conscientes de que la legitimidad de los Poderes del
Estado depende de nosotros? ¿Qué nos impedía continuar
con el coraje? Existían tantas urgencias inmediatas que no había
lugar ni tiempo para elaborar un proyecto alternativo de gobierno que presentar.
La memoria de los siete jóvenes que dieron su vida nos recuerda
que también nosotros/as estuvimos dispuestos a dar nuestra vida
por la democracia. Esta memoria nos desafía a tomar en serio el
marzo del 99 como punto de partida, como raíz, de una nueva etapa
en la historia paraguaya.
Un
paso concreto hacia su concreción nos sugiere Milda Rivarola al
proponer buscar un "denominador común que nos una" y ve la necesidad
que hombres y mujeres de "condiciones, historias e intereses extremadamente
diversos, puedan encontrarse en igualdad, consensuar reivindicaciones
comunes y pelear colectivamente…” (2). Esta alternativa la hemos experimentado
en la plaza en marzo 99 cuando los distintos sectores aportaban su servicio
específico hermanándose por la causa común en solidaridad,
sangre y lágrimas. También este año, el 24 de marzo,
se coordinaron más de cien diferentes entidades como sindicatos,
ONGs movimientos por la misma causa, desde la diversidad, en la marcha
del poder ciudadano.
1.
La conciencia de ciudadanía no es una mera cuestión “mundana”
sino sumamente cristiana. La Biblia nos presenta transversalmente a un
Dios con una única pasión: la vida de su pueblo. Un pueblo
que se distingue de las demás naciones por un gran sentido comunitario,
es decir por una justicia que respeta, dentro de una gran diversidad, la
equidad de dignidad en la diversidad, unidos en un proyecto común.
Un pueblo que se compone de doce diferentes culturas (doce tribus) con
la misión de autogobernarse según su proyecto alternativo
al de los sistemas faraónicos que les rodean.
2.
Hasta hoy nos fascinan aquellos hebreos que resistieron atrevida y sorprendentemente
a la opresión inflingida por los egipcios. Pues, en la misma medida
en que el faraón les oprimía, éstos crecían
y se extendían por todas partes (Ex 1,12). ¡Qué audacia
de lanzar una señal de vida frente a la amenaza de muerte!. Es una
alternativa provocativa en sí.
Ese
momento les da la conciencia de fundar un pueblo alternativo: el pueblo
de Israel. La memoria de aquel momento histórico ha tenido suficiente
fuerza para evocar -mediante relecturas- continuamente nuevas refundaciones.
Se trata de una alternativa inédita: frente a un procedimiento que
reduce la "vida bella" a una existencia infrahumana, los afectados reaccionan
con una señal de crecimiento de vida. Algo parecido es lo que ocurrió
el año pasado en la plaza cuando frente a las balas asesinas de
los oviedistas, los diferentes sectores de la población reaccionaron
con una solidaridad desbordante que aumentaba las ganas de vivir y de perderla
por la causa común. Estos momentos revelan la presencia de un Dios
de la Vida. Y a este Dios aquellos esclavos hebreos dirigieron su clamor
así como nosotros lo hicimos el año pasado.
"Clamor"
es la "queja del pueblo contra la injustia" (3). Está surgiendo
de lo más hondo de la conciencia humana como "hambre y sed de justicia"
(Mt 5,6). Esta clase de clamor siempre llega al Dios de la Vida (cf. Ex
2,23); desencadenando en él reacciones múltiples: "Yavé
oyó, se acordó (de su alianza), miró y reconoció"
(vv. 24-25). Son verbos de acción y de interiorización frente
al sufrimiento de los excluídos de la vida. El clamor ha llegado
hasta el mismo corazón de Dios y ha tocado sus entrañas divinas
(py’a); revela la estructura fundamental del amor de un Dios quien quiere
que su pueblo viva (Ez 16,6): esta reacción es el Principio de Misericordia
de Dios (4). Con este principio se revela a su pueblo históricamente
como un Dios de justicia. La misericordia de Dios corre siempre como sangre
de la herida de su pueblo.
El
pueblo que nació gracias a esta primera manifestación del
principio Misericordia de Dios, tuvo la misión de reproducirlo en
la historia a través de su convivencia. Testimoniando a otras naciones
la "luz" de una convivencia alternativa, es una manera de renovarse en
su principio. Pues su difícil práctica da auténtica
humanidad a la vez que semejanza al Dios de la Vida.
3.
Este principio Misericordia de Dios se ha hecho carne y hueso en Jesús
de Nazareth.
"El
Principio de la Vida de Jesús es la Misericordia" dice Jon Sobrino
(5). Quizás parece extraño dar hoy prioridad a esta característica
de Jesús; ya que por misericordia solemos entender un difuso sentimiento
de compasión. El Principio Misericordia de Jesús (6), sin
embargo, parece tener toda una estructura. El mismo, al buscar a su Padre
en la historia de su pueblo, descubrió la estructura de su presencia
en situaciones límites. Frente a todos los sueños rotos del
pueblo, su presencia de Misericordia había generado audaces alternativas
populares.
Jesús
mismo había actuado según este Principio, con el resultado
de haber suscitado iniciativas nuevas en el pueblo. Muchos enfermos y pobres
le han implorado su misericordia; y él la tuvo, devolviéndoles
salud, vida, posibilidad de rehacer su vida, de buscar alternativas a la
vida anterior.
En
la parábola del "Hijo Pródigo", la certeza de la Misericordia
del padre impulsó al hijo dar un cambio a su vida, volver a casa
y recomenzar desde abajo.
Una
de las parábolas más impactantes sobre la misericordia es
la del buen samaritano (Lc 10). El herido en el camino, explotado y golpeado
por asaltantes, se deja comparar con el pueblo. Pasaron unos responsables
del pueblo, preocupados de lo suyo, sin querer ver al "otro". Pasó
un forastero sin responsabilidad con aquel pueblo, fijó la vista
en él y reaccionó con responsabilidad humana. El sufrimiento
del expoliado y golpeado se hizo parte suya y se convirtió en principio
de actuación, posibilitándole vida nueva. La inmisericordia,
sin embargo, deja al herido en la misma situación de muerte. Solamente
la misericordia ofrece una alternativa al sufriente. Las personas que habían
pasado anterior al samaritano, no demostraban ningún apego al otro(rahamim),
más bien un des-apego, una des-preocupación, un des-interés
total.
Jesús
ha demostrado con su vida que la misericordia es la raíz de todo
lo humano. Sin este principio no hay ni humanidad ni divinidad. El mismo
ha sido fiel a este Principio durante toda la vida: cuando descubre en
la sinagoga a un hombre con la mano atrofiada, él la cura aún
siendo día sábado. Él santifica este día eliminando
el sufrimiento. Por el principio misericordia devuelve vida a lo que está
muerto: es la alternativa de Jesús a una ley que protege el sufrimiento
y la muerte: "¿Qué está permitido hacer en día
sábado: el bien o el mal? ¿salvar a una persona o matarla?"
(Mc 3,4).
La
práctica de misericordia es la alternativa de Jesús para
honrar al Dios de la Vida frente a una ley indiferente al sufrimiento.
Sin embargo, los otros, cuya "dureza de corazón"(v.6) dolía
tanto a Jesús, no quieren reconocer en él este Principio
de restaurar, regenerar y renovar vida como obra de Dios. Y esa in-misericordia
les lleva a destruir y destrozar la vida de El (Mc 3,6).
4.
Jesús también sufre por su pueblo, abandonado por el gobierno.
Sus "pastores", Herodes y el Sanhedrín, están más
preocupados por los ritos de su comida que por la comida del pueblo. Jesús
hace suyo el sufrimiento causado por este abandono: "sintió misericordia
de ellos" (Mc 6,34). La pasión del pueblo despertó en Jesús
la pasión de su Padre por el pueblo. El principio Misericordia de
su Padre le impulsa hacia una alternativa atrevida e inesperada: la autogestión
del pueblo. Su forma de organizarles en pequeños grupos despierta
en ellos la conciencia de pueblo, una conciencia “ciudadana”.
Y
frente a Herodes, cuya mesa excluye al pueblo, Jesús, conmovido,
lanza su propuesta de una mesa compartida entre todos (vv. 37-44). El sentido
comunitario, fruto de su Principio misericordia, le hace crear una nueva
justicia que no nace de un bolsillo lleno de plata para comprar pan, sino
nace de un Principio regenerador de vida nueva, capacitando a compartir.
El pan compartido de la comunidad de los doce, desencadena en el pueblo
-organizado en grupos, articulados- un sentido comunitario que les
hace distribuir entre ellos lo que algunos pocos llevaron. Aquí
el poder de compartir triunfó sobre el poder de comprar. Jesús
reveló la alternativa verdadera que lleva al sentido comunitario,
a la autogestión popular, a la madurez humana de ciudadanía.
Su misericordia con el pueblo abandonado había generado en éste
el mismo principio. Ha sido el momento de refundarse como Pueblo de Dios.
5.
Esta reflexión nos presenta una alternativa posible a nuestra situación
en Paraguay: la articulación de las pequeñas entidades populares
que actúan en autogestión según el principio misericordia.
Según Pablo Richard: "la liberación nace del mismo pueblo,
cuando el pueblo se organiza y comparte su misma pobreza" (7).
Donde
no existe el principio misericordia, allí entran la exclusión,
confusión, desunión, división, celos, etc. Pero mientras
que el pueblo paraguayo no pierda la manía latinoamericana de "andar
soñando despierto", va a encontrar alternativas en la medida que
siga fiel a este Principio.
Notas:
1
J.C. Rodríguez: Vencer o morir por la democracia y el sentido de
la victoria, en: Acción 192, p.3
2
"La postergada Ciudadanía", Correo Semanal en UH, 18-19 de marzo
2000, pp.6-7
3
Víctor Codina: Teología del Clamor Popular, Bogotá
1988, pag. 13
4
cf. Jon Sobrino: La Iglesia samaritana y el Principio-Misericordia, en
Christus, No. 716, Año LXV, p.16
5
dito.
6
cf. Ernst Bloch: Principio Esperanza
7
Ensayo sobre el Evangelio de Marcos" en Biblito, Santiago de Chile, enero
1991, p.21
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