1.
Los acontecimientos de marzo de 1999
El
pueblo en general, entendiendo por ello a los intelectuales, obreros, campesinos,
a la Iglesia Católica y otras 'confesiones cristianas y religiosas
y en particular a los jóvenes de nuestro país, salió
a defender y a rescatar la dignidad personal y ciudadana seriamente amenazada.
Ese pueblo heroico puso de resalto una vez más los anhelos nobles
y los ideales de participación en la vida democrática de
nuestra patria.
Los
acontecimientos de marzo de 1999 suscitaron un profundo dolor y repudio
por la violenta agresión fratricida que ha costado la vida del entonces
Vicepresidente de la República y por las vidas jóvenes brutalmente
segadas. La sangre derramada, sin embargo, ha despertado en la conciencia
ciudadana su sentido de dignidad tan largamente conculcada.
En
aquella ocasión, el país sufrió una real y seria amenaza
a las instituciones democráticas ya la misma institucionalidad,
donde la libertad, el derecho, la justicia y la Constitución Nacional
fueron permanentemente quebrantados.
Las
esperanzas suscitadas a partir de esos hechos llevó al pueblo a
confiar nuevamente en su propia capacidad de colaborar en la gestión
de un nuevo gobierno.
Hoy,
sin embargo, después de un año de varios frustrados intentos
de recuperación en el campo socio?político, económico
y cultural, esas esperanzas han desembocado en la pérdida de confianza
en las instituciones del gobierno, en la administración de la justicia,
en la legislatura, en los partidos políticos, y hasta en las directivas
de muchas organizaciones sociales y sindicales.
Las
periódicas marchas y las variadas formas de protestas de los campesinos
y los grupos sociales urbanos nos hablan de un malestar que reclaman urgentes
soluciones.
2.
El propósito de la Iglesia
Nuestra
reflexión comienza con la cita de la carta de San Pablo a los Tesalonicenses:
Procuren que nadie devuelva mal por mal. Por el contrario, esfuércense
por hacer siempre el bien entre ustedes y con todo el mundo. (1 Te 5,15).
A
partir de esta exhortación, los Obispos, sacerdotes, religiosos,
religiosas y fieles católicos, nos colocamos en el espíritu
del Gran Jubileo de la Encarnación del Hijo de Dios para experimentar
la conversión y la reconciliación que nos lleve a vivir plenamente
esta recomendación que nos hace San Pablo.
Por
eso, expresamos nuestro arrepentimiento y pedimos perdón por una
historia que muchas veces reclamó nuestra coherencia de vida y nuestro
testimonio evangélico, los cuales en muchas ocasiones fueron omitidos
y tantas otras veces mal practicados, que no han contribuido para que fuéramos
mejores hijos de Dios y servidores de nuestros hermanos.
Pedimos
humildemente perdón para testimoniar, de esa manera, nuestra fe
en la misericordia de Dios sobre todos nosotros. Que ella sea el punto
de partida para la transformación de nuestra vida personal y social.
Hoy,
como en varias ocasiones, llamamos a la conciencia de los cristianos, los
políticos y la ciudadanía en general a respetar y a defender
la institucionalidad y el estado de derecho de nuestro pueblo. Queremos
mantener nuestra confianza en el proceso de institucionalización
del país iniciado con la apertura democrática en 1989.
Por
eso, consideramos necesario crear un nuevo orden social, un modelo de sociedad,
lo cual supone que todos percibamos claramente las raíces del mal,
no simplemente en leyes de tipo económico, sino en las mismas actitudes
humanas, como el afán de ganancia y ansia de poder. Esto requiere
de todos nosotros una incansable labor para promover la honestidad.
La
honestidad es una virtud moral y cívica. En cualquier país
cuyos hombres públicos son deshonestos, se tiene que pagar un tributo
oneroso a la deshonestidad insaciable de sus líderes. El ciudadano
honesto, en cambio, es aquel que no miente, que respeta la palabra dada,
y que es incapaz de cualquier apropiación indebida en sus negocios
y en el ejercicio de sus responsabilidades públicas y privadas.
El
pueblo hoy exige honestidad y transparencia en todos los quehaceres cotidianos.
3.
Llamado a la solidaridad
El
cambio profundo que proponemos empieza por una urgente transformación
de la persona y de todas sus relaciones sociales, para lo cual es necesaria
la conversión le la mente y del corazón. Desde esa experiencia
toda persona humana debe replantear todos sus vínculos, hasta reconocer
y asumir que es necesaria una sana interdependencia entre todos los ciudadanos
que habitan este suelo. Por eso hacemos un llamado a la solidaridad:
a?
Con los más pobres. Especialmente pensamos en nuestros campesinos
y en aquellos que viven en la periferia de las ciudades y los pueblos,
prestando la ayuda necesaria para remediar y aliviar sus necesidades básicas.
El Papa Juan Pablo II decía: «Un principio peculiar de la
doctrina cristiana es que los bienes de este mundo están originariamente
destinados a todos". (Sollicitudo Rei Socialis, 42).
b?
Con la familia y la vida humana. La familia es la célula básica
de la sociedad, es la Iglesia doméstica y santuario de vida. Toda
vida humana es sagrada. Por ello, es un imperativo defender y promover
a vida y los valores que contribuyen a la unidad de la familia, ante las
graves agresiones agudizadas en los últimos decenios con sus latentes
peligros, como los divorcios, las separaciones, la infidelidad conyugal,
que atentan contra esta unidad. Del mismo modo, es incomprensible y contradictorio
repudiar radicalmente la pena de muerte y aceptar insensiblemente el aborto
cuando se habla del valor de la vida.
c?
Con la promoción de la dignidad de la persona humana. No podemos
seguir ciegos y sordos ante la proliferación de niños de
la calle, de mujeres y hombres que se prostituyen cada vez más,
de madres desesperadas, forzadas a utilizar a sus hijos como mendigos para
subsistir. Nuestro pueblo necesita, más bien, trabajo, salud, alimentación
adecuada y suficiente, y educación para todos.
Incluimos
además a los presos sin el debido proceso judicial, los que son
víctimas de torturas, los desempleados y subempleados que no tienen
lo básico necesario para llevar una vida digna.
d?
Con la opinión pública. Reconocemos el papel importante de
los medios de comunicación en la construcción de la vida
democrática del país. Es de reconocer la valentía
que protagonistas de algunos medios han demostrado para defender la verdad
y denunciar los males que les han costado a reputación, el trabajo
e inclusive la vida.
Es
responsabilidad de los medios de comunicación y de los empresarios
de la comunicación abstenerse de tomar partidos politizando la información
con intenciones de volcar la balanza de la opinión pública
hacia sus propios intereses ideológicos o políticos, desembocando
en una "guerra de los medios" que no hacen sino confundir a la opinión
pública. Es deber de los medios informar y formar al pueblo ávido
de un servicio veraz y objetivo de los acontecimientos que la prensa escrita,
oral y televisiva, puedan brindar.
e?
Con los trabajadores. El trabajo humano dignifica a la persona y contribuye
al desarrollo de la sociedad. "Un desarrollo solamente económico
no es capaz de liberar al hombre, al contrario, lo puede esclavizar todavía
más. El desarrollo y la liberación se concretan en el ejercicio
de la solidaridad" (Sollicitudo Rei Socialis 46).
Las
autoridades y los empresarios deben esforzarse en lograr que los obreros
aptos para el trabajo tengan la oportunidad de conseguir un empleo adecuado
a sus aptitudes; que se pague a cada uno el salario que corresponda, según
las leyes de la justicia y de la equidad. Que los trabajadores puedan sentirse
responsables de la tarea realizada en las empresas; que se construyan organismos
intermedios que hagan más fecunda y ágil la convivencia social;
que finalmente todos por los procedimientos y grados oportunos puedan participar
en los bienes de la cultura. (Cf. Pacem in Terris 64).
Por
otro lado, las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie
de «egoísmo» de grupo o de clase, y conducir a actitudes
"huelguistas”, causando grandes pérdidas económicas y productivas
al país, por más que puedan y deban tender también
a corregir -con miras al bien común de toda la sociedad- incluso
todo lo que es defectuoso en el sistema de propiedad de los medios de producción
o en el modo de administrarlos o de disponer de ellos. La vida social y
económico?social son ciertamente como un sistema de «vasos
comunicantes», y a este sistema debe también adaptarse toda
actividad social que tenga como finalidad salvaguardar los derechos de
los grupos particulares. (Cfr. Laborem Exercens, 20).
f)
Con los que sueñan y con los que ya trabajan por la grandeza del
país. Existen hombres y mujeres que aspiran por un país mejor
y que ya trabajan para que esas aspiraciones sean una realidad. De manera
particular están los miles de jóvenes quienes, movidos por
sus sanos ideales y libres aún de la corrupción imperante,
luchan por hacer sus sueños realidad. Estas personas, antes de ser
criticadas y sus emprendimientos tratados de ilusorios, deben contar con
el apoyo y el estímulo de toda la sociedad.
4.
El cambio que se nos exige
a)
Una vez más repetimos que la salvación del país y
la mejor suerte de todos cuantos vivimos en tierra paraguaya depende de
todos. "Todos somos responsables de todos, es decir, cada uno está
ligado por un imperativo moral universal a reconocer a los demás
como beneficiarios de iguales derechos y dignos de un trato igual” (Juan
Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático, 01/09/90).
b)
La cultura de lo bajo y vil de la mentira, de la violencia y la corrupción,
de la compra de conciencias y de la impunidad, debe dar paso a la búsqueda
del auténtico país que anida en el corazón de todos
los habitantes de buena voluntad. Así será posible construir
en el corazón de América un país grande y próspero,
sobre los pilares fundamentales de la verdad, la justicia, la libertad
y el amor ciudadano.
c)
Queremos un país honesto y solidario sustentado en una cultura que
ayude a nuestros líderes a crecer en responsabilidad por el bien
común y en la generosidad en su servicio al pueblo. Toda autoridad
tiene, por tanto, la grave responsabilidad de servir al pueblo para resolver
sus necesidades básicas. En este sentido debemos declarar con sinceridad
que los partidos políticos, hasta ahora han demostrado su incapacidad
de hacer crecer el país con dignidad; si queremos que cambien nuestras
condiciones de vida, es vital que los partidos se transformen internamente
en forma radical y profunda.
d)
Esperamos una revisión profunda de planes, acciones y recursos del
Estado para reactivar la economía, para facilitar la oportunidad
de vida, trabajo, el crecimiento y la dignificación de los agricultores,
obreros, indígenas, ganaderos, industriales y la gran franja de
desempleados del país. Esto exige la puesta en marcha del plan global
nacional con honestidad y transparencia.
e)
No se puede postergar la manifestación de signos claros que expresen
abiertamente la decisión gubernamental de establecer nuevas pautas
de desarrollo, un nuevo modo de administrar la cosa pública y una
lucha tenaz y perseverante contra la corrupción y la impunidad.
Como
pueblo tenemos que comprender la situación que vive nuestro país,
nuestra economía y las instituciones al servicio del bien público.
Esta comprensión debe llevarnos a todos a colaborar asiduamente
en el proceso de desarrollo del país y seguir creciendo en conciencia
ciudadana como pueblo para ejercer la tarea de controlar, estimular y corregir
los posibles abusos cometidos en las gestiones de los funcionarios y autoridades
en el desempeño de la misión que se les confía.
5.
Un compromiso ineludible
Reconocemos
que el Evangelio de Jesús aún no ha entrado profundamente
en el corazón de nuestro pueblo. Por eso queremos recordar e insistir
en la enseñanza de Jesús, Maestro, en que debemos comenzar
por la conversión personal. Jesús comenzó su vida
pública al proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los
Cielos está cerca”. (Mt.4,17). Tal es la fuerza de esta proclamación,
que puede generar un cambio de vida, de visión y de actitud de grupos
y de personas responsables de la vida y acción de las instituciones
al servicio del pueblo. Esta invitación se acentúa con el
mensaje del año jubilar y el período cuaresmal que estamos
viviendo. El compromiso peremne de la Iglesia es anunciar el Reino de Dios,
y esta es su contribución sustancial para renovar todas las cosas.
Una
vez más, invitamos a todos los habitantes del país, sin excluir
a nadie, para que participen del emprendimiento Paraguay Jaipotava. El
nos ofrece una gran oportunidad para crear nuevos vínculos personales
y sociales a fin de conseguir el cambio de mentalidad de una sociedad prebendaria
a una sociedad participativa y con la capacidad de elaborar la visión
positiva de futuro para nuestro país.
Decimos
una vez más con las palabras de Cristo: Necesitamos hombres nuevos,
nueva levadura, cristianos que sean luz del mundo con su vida, su testimonio
personal, sus criterios y su doctrina. Esta necesidad se refiere muy particularmente
a los laicos que pertenecen a los diversos movimientos de la Iglesia. Hoy,
el evangelio exige de ellos un compromiso claro y decidido de ser auténticamente
hombres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en
el corazón de la Iglesia. Ya no es posible vivir la santidad solamente
al interior de la comunidad eclesial, ella debe traspasar todas las estructuras
del mundo actual. Sin este paso fundamental y primero no vamos a llegar
a la nueva sociedad, al nuevo Paraguay que todos queremos.
En
este año jubilar dedicado a la Santísima Trinidad, nos ponemos
bajo su protección para que logremos una verdadera comunión
entre todos los ciudadanos. Así, nuestra sociedad será el
reflejo del amor solidario del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Que
la Virgen de Caacupé y San Roque González nos acompañen
en la construcción de un Paraguay más honesto, solidario
y fraterno.
Con
sincero afecto, les bendecimos a todos.
Firman
los Obispos del Paraguay
Asunción,
26 de marzo del Año Santo de 2000
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