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...El Castillo
¿Que quedó en el Paraguay cuando concluye el marzo del 2000?¿esperanza, desesperanza? ¿Será nuestro Paraguay un relato kafkiano?. ¿Necesariamente está todo está perdido.

Carlos Martini
 

   Después de la batalla de marzo de 1999 quedó la esperanza. Después de las marchas de marzo de 2000 queda el escepticismo. No menos de siete de cada diez ciudadanos está disconforme con la gestión gubernativa. Los campesinos, divididos en dos marchas en esta ocasión, volvieron a sus miserias con algunos compromisos de recursos económicos. Casi cien convocantes no consiguieron sino un puñado de miles de personas en la denominada marcha del Poder Ciudadano, una vez más bajo el paraguas de la Iglesia Católica. La reforma del Estado, hasta ahora, en palabras nada menos que de su principal operador  gubernamental, Juan Ernesto Villamayor, no ha pasado de vestir de seda a la mona y afirma que han estado ausentes las imprescindibles medidas drásticas. El presidente Fernando Henrique Cardoso afirma que interviene directamente en la política paraguaya y el alto funcionario del Departamento de Estado del único imperio que quedó tras la guerra fría, Peter Romero, señala que el motor del país no funciona.
Son 45 mil los niños que dejan la primaria cada año. Más de la mitad de los jóvenes que tienen entre 13 y 18 años están fuera de la educación media. De cien jóvenes que comienzan la primaria, solamente veintidós terminan la secundaria. El IPS tiene seis ambulancias, de las cuales funcionan dos. La falta de previsión convirtió a marzo en mes del dengue. La garrafa de gas aumentó en alrededor del 60% en los últimos meses y encima se estafa al consumidor con el peso. Alrededor del 60% de la población rural subsiste en la pobreza dura y pura. Y en la capital el paisaje de la exclusión es fotografiado diariamente en las esquinas con semáforos donde cada vez abundan más los rostros de los seres humanos descartables. La transición nos hizo más libres pero más pobres: entre 1989 y 1999 el Producto Interno Bruto Per Cápita se redujo en un 4% de acuerdo al economista José Molinas.                           top

La elasticidad de la inercia

La endeble democracia paraguaya está tutelada, monitoreada y sostenida desde Washington y Brasilia. La anemia institucional del sistema político exige esas permanentes inyecciones de vitaminas. Ese cordón sanitario externo es el que evitó desde 1996 de manera diáfana que nos caigamos de la tendencia regional de construcción de instituciones de la democracia representativa (que siempre admite excepciones porque considerar al Perú de Fujimori una democracia es como esperar que el  ultraderechista austriaco Jeorg Haider organice una Fundación a favor de la memoria del Holocausto).
En el plano interno, es poco lo logrado en estos doce meses posteriores al marzo paraguayo. El argañostronismo se consolidó en el aparato del Estado ofreciendo algunas zonas a una oposición sin proyecto. Así el Encuentro Nacional ya es solamente un apéndice de la ANR y el liberalismo sigue prometiendo ser alternancia pero no consigue entusiasmar transmitiendo alguna imagen de alternativa.
El sindicalismo está muy cuestionado socialmente. Allí está el abucheo a los dirigentes de la CUT y de la CNT en la concentración del Poder Ciudadano. Las dirigencias campesinas están fraccionadas en función de proyectos políticos diferentes, que quieren ocupar el espacio de la izquierda. Fueron patéticas sus dos marchas. Compitieron fundamentalmente por cual conseguía más rápidamente compromisos monetarios por parte del Gobierno. Los dirigentes sindicales del sector público, mano de obra tradicional de la ANR, temen privatizaciones, pérdida de privilegios y advierten, allí sí con razón, que deben evitarse subastas de bienes del Estado para mayor gloria de la burguesía fraudulenta (modelo de la Rusia de Yeltsin). Esta advertencia debe analizarse con cuidado después de la experiencia de aceptar deudas espurias en Itaipú. En cuanto a la llamada ciudadanía, es en buena medida todavía una entelequia que se mueve deshilvanada alrededor de la convocatoria de la Iglesia Católica. Curiosa es una marcha ciudadana entre estos dos milenios donde todavía se entonan himnos religiosos.

La transición nos hizo más libres pero más pobres: entre 1989 y 1999 el Producto Interno Bruto Per Cápita se redujo en un 4%

Es el factor inercia. La explosión de marzo del 99 alumbró el cielo de este país de los infortunios varios y algunos se entusiasmaron con revoluciones. Fue un resplandor. Menos de cuarenta y ocho horas después de la renuncia del presidente Cubas, juraban como ministros el íntimo amigo de Gustavo Stroessner, José Alberto Planás y el dinosaurio del anticomunismo eterno, Martín Chiola. A ese Ejecutivo se sumaron a empellones para no perder una silla y varios cargos, encuentristas y liberales. ¿Y los muertos de marzo? Quedaron para la retórica compungida, sensiblera, de otros e hipócrita no sabemos si de muchos o pocos.
El otoño llegó cuando finalizaba la última de las marchas. Fue lo más positivo de marzo. La única pregunta que nos hacemos es cuando volverá a ocurrir la próxima explosión, con los nuevos mártires para recomenzar con la esperanza, seguir con las quejas, avanzar en la desilusión y reorganizar nuevas marchas de desencantados. Es el eterno retorno. Será cuando lleguemos al siguiente colapso económico y o político.
En una de sus obras más estremecedoras, El Castillo, Franz Kafka, retrató la inutilidad del esfuerzo humano. En uno de sus pasajes, el agrimensor K, supuestamente contratado por los dueños del misterioso Castillo, intenta llegar hasta él pero no puede. Parece que avanza, pero se aleja. "Esa calle principal de la aldea, no conducía hacia el cerro del castillo; tan solo acercaba a él; y luego como si lo hiciese adrede, doblaba, y si bien no se alejaba del castillo, tampoco llegaba a aproximársele". Horrible descripción de los viajes a ninguna parte.
¿Será el Paraguay un relato kafkiano?. Cuando parece deshacerse de viejos fantasmas y dilatados amarres, se vuelve a la desesperanza. Pero no todo está necesariamente perdido. Quizás una combinación de presión externa fuerte, la de ciertos sectores de la sociedad civil y la posibilidad cierta de futuros colapsos si no se encaran reformas en profundidad ayuden a torcer este rumbo errado.

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