Los
partidos políticos paraguayos, en la actualidad, oscilan entre esta
permanente contradicción: son instituciones que sirven para concretar
los proyectos particulares de sus élites de dirección, pero
son sumamente débiles para presentar y ejecutar un proyecto para
el país. Es decir, han dejado de lado una función fundamental
de las organizaciones políticas, que consiste en “articular, comunicar
y ejecutar las exigencias de los gobernados” (Sartori, 1.980) o en otros
términos, se han ido alejando peligrosamente de las necesidades
de la gente.
El
porqué del alejamiento
Las
causas fundamentales, planteadas como hipótesis, del porqué
de tal alejamiento pueden ser sintetizadas en dos factores: a) una agenda
electoral extremadamente cargada, que en el marco de partidos tan grandes
como el Colorado y Liberal Radical, hacen que las elecciones nacionales
se dupliquen y b) en la centralidad del tema electoral que convierte a
los medios de comunicación de masas en megáfonos de las contiendas
electorales, con todo lo que eso implica.
Considerando
el cronograma dedicado a la actividad electoral en los últimos 10
años, podemos concluir que se han utilizado en los últimos
10 años, 56 meses, es decir 4,6 años, exclusivamente en campañas
electorales, para elegir a los candidatos de los partidos y movimientos
independientes y luego a las autoridades correspondientes en elecciones
oficiales.(Tres elecciones presidenciales, Dos elecciones municipales y
Una elección para la Convención Nacional Constituyente).
A esto debe agregarse las situaciones de crisis derivadas de las elecciones
internas de los partidos, cuyos resultados son generalmente discutidos
en juicios que tienen un profundo sentido centralizador (se convierte en
el centro de la información) y crean un clima de tensión
que obstaculizan el normal desenvolvimiento, no solo de las instituciones
públicas, sino también de la sociedad en su conjunto.
Podemos
concluir que en los últimos 10 años se han utilizado 56 meses,
es decir 4,6 años, exclusivamente en campañas electorales.
Las
instituciones públicas, se convierten en un centro preferencial
de conflictos por la fidelidad existente entre los funcionarios hacia sectores
políticos internos en competencia electoral.
La
misma sociedad siente el efecto centralizador como consecuencia de la influencia
que se refleja en los medios de comunicación de masas que prácticamente
concentran su atención en las consecuencias de los procesos electorales.
Así, la centralidad de lo político no se refiere a la tarea
de creación de propuestas para alcanzar metas colectivas compartidas,
sino más bien, la realidad obliga a poner en el centro del proceso
informativo los conflictos internos que al mismo tiempo se vuelven sumamente
complejos con la intervención majestuosamente lenta de la justicia.
Como ejemplo, podemos mencionar las consecuencias emergentes de las internas
del partido Colorado del 27 de Diciembre de 1.992, que exigió para
su solución la realización de tres convenciones partidarias
con la finalidad de constituir el Tribunal electoral del partido, que al
final otorgó el triunfo de esas elecciones a la dupla Wasmosy-Seifart.
Lo mismo puede decirse de las internas coloradas del 7 de setiembre de
1.997 cuando la Junta Electoral del partido Colorado otorgó a la
chapa Oviedo-Cubas el triunfo en esa tempestuosa elección. En términos
de tiempo los dos procesos electorales significaron nueve meses de discusiones,
acciones, conflictos que impidieron de una manera clara orientar la acción
política para dar respuestas a los graves problemas económicos
y sociales del Paraguay. Tampoco los partidos de oposición estuvieron
al margen de los conflictos aunque con un menor efecto.
Sociedad
civil débil y emergencia del operador político
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El
esquema de funcionamiento de los partidos, tal cual se presenta hasta este
momento, tenía una contrapartida, la gran debilidad de la sociedad
civil. La ausencia de un consistente tejido social, permitía que
los partidos fueran básicamente instancias de negociación
para las élites y esas élites se encargaban de cumplir con
la práctica de la vinculación con la ciudadanía en
general.
La
forma de vinculación en el interior de los partidos entre los ciudadanos
y la dirigencia tiende a ser de carácter tradicional enfatizándose
en las relaciones entre el líder de facción y sus seguidores
casi absolutamente concentrados en la tarea de cómo ganar adeptos
para las contiendas electorales. De hecho esta situación ha dado
origen a los operadores políticos, una suerte de gerentes en el
manejo de votos ciudadanos, ya sea para las internas de los partidos o
incluso para las elecciones generales. Los operadores son las bisagras
entre el líder y el ciudadano y su éxito radica en mantener
viva la llama de la esperanza de un mejoramiento de la situación
económica de sus seguidores mediante el acceso al poder del líder.
El operador es el encargado de transmitir las necesidades de la gente,
en consecuencia, una solución particular no solo tiene un efecto
privado, sino al mismo tiempo tiene un carácter multiplicador, en
la medida en que los demás esperan confiados en que en algún
momento pueda producirse el milagro del empleo, o de la atención
médica, o un apoyo para una de las múltiples necesidades
del ciudadano común.
El
esquema utilizado por los partidos es un producto directo de la vigencia
de un sistema clientelista con una larga tradición política
en la sociedad paraguaya, que se inicia desde la colonia, pasando por la
etapa de formación de los partidos políticos en la década
del 80 del siglo pasado en donde se articuló el esquema: caudillo
nacional, caudillo intermediario en los diferentes departamentos, caudillo
regional y zonal y la masa de correligionarios unidos por la lealtad personal.
El partido constituía el alero bajo el cual se cobijaban los caudillos
y éstos pasaban a ser los ejes claves que hacían funcionar
en el plano de la realidad a los partidos políticos en sus diversas
manifestaciones.
El
esquema tradicional y la ausencia de una sociedad civil organizada, a lo
que debe sumársele después del golpe militar de 1.989 la
apretada agenda electoral, volcó a los partidos políticos
a una tarea dramáticamente interna con lo cual se está produciendo
un peligroso alejamiento entre los partidos y las necesidades de la gente.
La
emergencia de la sociedad civil y el futuro
La
situación de alejamiento, entre los partidos y la sociedad civil,
sin embargo empieza a ser ahora mucho más visible por la sencilla
razón que dentro de la sociedad empiezan a emerger con fuerza las
más diversas organizaciones de la sociedad, con lo cual nuevos actores
sociales irrumpen fuertemente en el escenario de la acción.
Desde
el 15 de marzo del corriente año, las tres marchas, primero la de
los campesinos de la Federación Nacional, luego la marcha del poder
ciudadano y la marcha de Mcnoc y de la Sitrande, mas allá de las
cuestiones anecdóticas, indican de una manera clara la emergencia
de una sociedad cuyos sectores populares empiezan a organizarse y a ejercer
una acción participativa antes desconocida en la sociedad paraguaya.
De
la misma forma en que era clara y visible la organización de los
sectores más privilegiados de la sociedad, la Asociación
Rural del Paraguay (ARP), la Federación de la Producción,
la industria y el comercio (FEPRINCO), ahora también empiezan a
exigir un espacio de participación directa, los campesinos, los
obreros y la ciudadanía integrada en ese ambiguo pero descriptivo
concepto de clase media.
En
el caso de los obreros no cabe duda de que la experiencia y la lucha de
las Centrales de trabajadores, en especial la CUT y la CNT y de algunos
sindicatos durante la dictadura (FETRABAN, Sindicatos del Transporte, etc),
fueron decisivas, pero ahora se trata de una nueva forma de participación
y negociación directa con el poder político lo que le da
un matiz diferencial importante.
Hasta
este momento los partidos políticos han reaccionado de una manera
muy cautelosa y hasta con cierto recelo frente a esta nueva situación.
Al mismo tiempo desde el poder político, es decir, desde la administración
central del Estado se ha privilegiado una solución orientada exclusivamente
por una visión de corto plazo, en donde los administradores entregan
o prometen recursos para sentirse libres de la presión de una demanda
social cada vez mas fuerte.
Si
la transición, al no alterarse la forma de funcionamiento de los
partidos políticos, impulsó a los mismos a fortalecer el
juego estrictamente electoral, si ahora no se plantea un proceso de cambio
sustancial frente a la nueva realidad social, puede llevar a los partidos
a constituirse en instituciones vacías de contenido, con el agravante
que estamos frente a una sociedad notoriamente dinámica.
Los
escenarios
El
escenario optimista sin embargo permite preveer que en los partidos políticos
surjan nuevos líderes capaces de responder a una sociedad civil
organizada y en consecuencia mucho más exigente.
Al
mismo tiempo, el escenario optimista también implica que la sociedad
civil organizada no pretenda sustituir a los partidos políticos,
en una suerte de propuesta estamental medioeval o propuesta corporativa
que sólo se mantiene unida por medio de liderazgos mesiánicos
o estructuras de poder no democráticas.
Lo
que hace falta con urgencia es un proyecto político de mediano y
largo plazo, dentro del cual sin duda alguna debe contemplarse la demandas
urgentes del campesinado y de los sectores populares urbanos acosados por
el desempleo y la marginalidad
El
escenario pesimista puede presentarse si los líderes de los partidos
no son capaces de comprender que llegó la hora de que los partidos
asuman la responsabilidad de responder a las necesidades de la gente, en
cuyo caso los partidos irán perdiendo vigencia en la sociedad paraguaya,
probablemente no con una velocidad tan impactante, pero sí lenta
y progresivamente.
El
otro escenario pesimista deviene de la incapacidad de quienes manejan el
poder político de asumir una concepción moderna del Estado,
que desde luego está mucho mas allá de unas rápidas
y privatizaciones de empresas públicas. Lo que hace falta con urgencia
es un proyecto político de mediano y largo plazo, dentro del cual
sin duda alguna debe contemplarse la demandas urgentes del campesinado
y de los sectores populares urbanos acosados por el desempleo y la marginalidad.
La
respuesta inmediatista, puede ser útil en estos momentos pero no
puede constituirse nunca en la base de un proceso ordenado que apunte a
mejorar las condiciones de vida y sobre todo las expectativas de un futuro
mas promisoria para la sociedad paraguaya.
Si
los partidos políticos hasta este momento han dejado a un lado la
discusión sobre que hacer para construir un futuro distinto, es
decir, no han presentado proyectos políticos capaces de impulsar
y vigorizar a la misma sociedad, ahora tendrán probablemente una
sociedad mucho más exigente que puede conducirlos a dos alternativas:
o a entrar en un colapso por incapacidad o bien a generar un cambio interno
capaz de alterar las reglas de juego hasta ahora prevalecientes en la lucha
por el poder político, y en consecuencia, trasladar el proceso de
elección que ahora descansa por entero en los operadores políticos
hacia la discusión y ejecución de proyectos políticos
en donde se plantean objetivos, métodos y procesos operativos concretos.
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