Emprendimientos
como los Caaguazú o Caacupé Jaipotava son sólo algunas
de las muchas iniciativas de participación que se vienen realizando
en Paraguay. Se construye poder ciudadano a través de las asociaciones
de vecinos, de los diversos tipos de cooperativas, de los Comités
de Agricultores, de las Comunidades Eclesiales de Base, etc.
Los
acontecimientos del anterior y del último marzo revelan que viene
gestándose una nueva conciencia ciudadana y una decisión
más activa de parte del pueblo de asumir su responsabilidad en el
control de la gestión pública. En aquel marzo, la resistencia
en la plaza fue decisiva para el derrocamiento de un poder descaradamente
autoritario. En este marzo hemos podido celebrar con esperanza y orgullo,
una manera nueva de manifestarse el poder, una disposición del gobierno
para el diálogo. Tanto los campesinos como otros sectores sociales
han podido comprobar que el poder ya no invalida sin más a sus interlocutores
ni sus reclamos, así como también los movimientos sociales
están aprendiendo a organizar sus pedidos.
Este
nuevo poder ciudadano en gestación precisa todavía un largo
camino para que sea verdadero. Las manifestaciones de marzo pueden ser
un despegue para que el Paraguay tenga algún día un buen
gobierno. Y para conseguirlo hemos de comprometernos todos en ello: campesinos,
obreros, artistas, intelectuales, nuevas generaciones de políticos,
empresarios solidarios, nuevos partidos que representen los intereses y
derechos de los pobres; poniéndonos todos al servicio de la Patria
y permitiendo que el Poder del Pueblo sea una realidad que marque el rumbo.
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Junto
con la irrupción de la participación nos preguntamos por
la identidad paraguaya que, como toda identidad, no puede entenderse si
en nuestra sociedad no optamos por re-conocer en cada momento nuestra relación
con los otros. Sólo hay identidad en la alteridad, en una relación
que va más allá de la comprensión del otro.
Cada
vez son más y más numerosas las culturas que conviven en
nuestra tierra. A los nativos, paraguayos y europeos de las primeras migraciones
se han añadido recientemente abundantes inmigrantes de las más
diversas procedencias: Medio Oriente, Corea, Japón, China, Brasil,
Argentina, Bolivia. Esta realidad pluricultural afecta sin duda nuestra
identidad mestiza paraguaya y hace obligada una interrelación cultural
en la que quedan en minoría los numerosos pero minúsculos
pueblos aborígenes de nuestra tierra: guaraníes, nivaclés,
lenguas, ...
La
real convivencia multicultural se hace todavía mayor si añadimos
la interculturalidad de las diversas generaciones y de las nuevas culturas
nacidas con el surgimiento de nuevos barrios marginales. La convivencia
fáctica simultánea de diferentes culturas, aunque sólo
sea a la espera de un ómnibus en la Terminal, es un signo de la
"multiculturalidad" y nos puede servir de símbolo para la expectativa
común de un nuevo proyecto nacional que nos involucra a todos. En
vez de mera coexistencia puede darse interrelación que genere dinamismo
de vida.
Por
otro lado, en un país eminentemente cristiano pero a la vez con
un escandaloso grado de corrupción, este caminar en participación
plantea igualmente nuestra identidad desde la perspectiva de la fe y la
actividad política de los cristianos. Pensamos que dicha acción,
aunque pretende decididamente revertir las situaciones de pobreza y de
injusticia para construir un mundo mejor, no está limitada a esta
lucha. Pretende también crear un espacio público donde se
haga vida esa utopía de libertad, solidaridad y justicia. Este puede
ser el aporte genuino de comunidades cristianas vivas.
Para
forjar la identidad de nuestra comunidad paraguaya puede ser importantísimo
también el camino del quehacer cultural representado por la actual
aparición, en el escenario cultural y artístico, de nuevas
camadas de trabajadores de la cultura.
En
definitiva, existimos como sociedad cuando somos capaces de encontrarnos
con otros, de hablarles, de invocarles y de renunciar a someterlos a nuestro
poder, aceptando las diferencias para fundar el ñande todavía
lejano en el Paraguay que queremos.
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