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...LA CRISIS Y LOS JOVENES
EN LA CULTURA

Sabemos que el país está en crisis no sólo económica y política, sino también de identidad. La aparición en el escenario cultural y artístico, de nuevas camadas de trabajadores de la cultura ¿podrá incidir en la recuperación de nuestro tejido social y en el forjar de la identidad de nuestro pueblo?.

 Jorge Aiguadé 


Las estructuras sociales parecen funcionar a veces como organismos biológicos. Cuando un organismo sufre la agresión de un virus o una lesión por accidente, el resto genera automáticamente sus propios mecanismos de defensa. Si me enfermo, mi cuerpo va a procurar sanarse, sin necesidad de que reflexione sobre eso ni de dar ninguna orden mental al respecto, incluso más allá de mis propias y conscientes ganas de vivir o no. La vida se defiende a sí misma, por un mecanismo que no depende de la reflexión, que está más allá de la decisión de un individuo.

Esta reflexión se podría aplicar como interpretación al fenómeno cultural que estamos asistiendo desde hace un tiempo en nuestro medio. Sabemos que el país está en crisis, una crisis que no es sólo económica y política, sino una crisis de identidad que está poniendo a prueba la capacidad de todos y cada uno de los que habitamos sobre este mismo suelo para encontrar los mecanismos que permiten una convivencia civilizada.

En medio de esta crisis ya se ha escuchado hablar de la desintegración de la identidad cultural y nacional (ambas cosas van juntas), lo que, en términos de la vida de una nación, es lo mismo que hablar de su muerte. Para muchos, estamos al borde de pasar de ser una nación, un país, una comunidad, a un simple conglomerado de habitantes de un territorio que en cualquier momento pasará a ser tierra de nadie.

El hecho de que las instituciones políticas y jurídicas, e incluso los principales mecanismos de la estructura económica de nuestro país estén sometidas al arbitrio de las mafias que detentan el poder (y lo disputan entre ellas) no arroja ninguna perspectiva favorable para un diagnóstico en ese sentido. Estamos en coma y no parece avizorarse la medicina que nos cure.

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Se observa la aparición, en el escenario cultural y artístico, de nuevas camadas de trabajadores de la cultura que, en franco contraste con la estrechez de la recesión económica, parecen una cosecha extraordinariamente copiosa en todos los campos, desde el teatro a la música, desde las artes visuales a la literatura, desde la arquitectura a la danza. 

Pero más allá de la voluntad de los dueños del poder o de las “clases dirigentes”, los organismos sociales, como los biológicos, parecen no admitir un “grado cero” de convivencia, la inexistencia de algún tipo de identidad. No hay “tierra de nadie” en el campo de la identidad cultural y nacional, eso es lo que parece que permite el fenómeno al que nos vamos a referir en esta nota.
Desde tres años a esta parte, cuando menos, se observa la aparición en el escenario cultural y artístico, de nuevas camadas de trabajadores de la cultura que, en franco contraste con la estrechez de la recesión económica, parecen una cosecha extraordinariamente copiosa. Esto se da en todos los campos, desde el teatro a la música, desde las artes visuales a la literatura, desde la arquitectura a la danza. Lo que caracteriza a estas nuevas promociones –por darle algún nombre- es la inusual abundancia que ya se señaló, el nivel de madurez con que aparecen, y la contemporaneidad de su trabajo, al día con las tendencias del arte en Latinoamérica y el mundo.

Vamos a los ejemplos concretos. La Feria Artística (FA), que se realiza desde hace tres años en el Centro Cultural de España Juan de Salazar, organizado por la ONG Espacio 3 con el apoyo de otras y de instituciones gubernamentales extranjeras y del Instituto Municipal de Arte, cuya última edición tuvo lugar en noviembre del año pasado, está sirviendo para revelar sucesivas camadas de artistas jóvenes que presentan sus trabajos en áreas tan diversas como danza, teatro, performance, música, artes plásticas, arquitectura, video. La feria crece de año en año (la última cuadruplicó a la anterior, y a lo largo de estos años se han presentado 80 artistas), caracterizada siempre por su especialización en el lenguaje de vanguardia y experimental. Ochenta artistas de vanguardia que surgen en tres años, y con una obra que sorprende por su madurez y contemporaneidad, es un hecho que nunca se dio en nuestra historia cultural.

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Cabe esperar que las fuerzas exógenas de nuestra realidad no sean más fuertes que los mecanismos de defensa de nuestra identidad, que la cultura pueda cumplir su papel

También desde tres años a esta parte, dos concursos intercolegiales de video, el premio Génesis (para estudiantes del bachillerato) y The Movie Premios (para estudiantes del ciclo básico) están mostrando los trabajos de una cantidad inusual de gente joven que se expresa por este medio, y lo hace cada vez mejor. Estos concursos también acogen en su seno una categoría que llaman “Profesional”, en la que compite gente de más edad, pero de todos modos caracterizados por su juventud. A falta de concursos de mayor magnitud, estos premios están sirviendo de canal para que salga a luz una producción que alcanza proporciones inesperadas (cada año es mayor el número de participantes) y los jurados coinciden en señalar que los trabajos son cada vez mejores. En cuanto a su temática y su estilo, son totalmente contemporáneos.

De este modo, en el mundo del audiovisual ya hay, más allá de los estudiantes de secundaria y sus trabajos, un pequeño grupo de realizadores que pueden –podrían, si las condiciones se vuelven favorables- convertirse en el embrión de una cinematografía nacional. Me refiero a realizadores novísimos, más acá de los nombres “ya consagrados” del video y el cine nacional.

En el campo de las artes escénicas, la reciente Semana del Teatro organizada por el Centro Paraguayo de Teatro (CEPATE) mostró una extraordinaria variedad de trabajos teatrales, la mayoría de los cuales tuvieron escasa exposición al público. En este ámbito, desde 1995, por lo menos, está surgiendo una nueva generación de realizadores escénicos, fruto de la tarea de la Escuela Municipal de Arte Escénico. También desde esos años, otra escuela del Instituto Municipal de Artes (IMA) está dando a luz coreógrafas y artistas de danza contemporánea que están comenzando a escribir la historia de este género en nuestro país. Y al filo del año pasado, quedamos sorprendidos con la aparición de una antología que reunía nada menos que 99 poetas de edades comprendidas entre 15 y 30 años. Para no hablar del mundo de la música, que incluso desde antes está dando cada año nuevos nombres y grupos tanto en los géneros populares como cultos.

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Se pueden encontrar razones que expliquen hasta cierto punto esta fecundidad creativa que parece hacer caso omiso de las condiciones políticas, económicas y sociales de nuestro país. Estas promociones de nuevos artistas son los primeros frutos del trabajo serio en instituciones de formación como las escuelas de teatro, danza, canto y música del IMA, la Escuela de Bellas Artes, el Instituto Superior de Artes de la Universidad Nacional, el Centro de Estudios Brasileños, el Instituto de Artes, el IPAC o las diversas facultades de arquitectura. El pródigo aumento del número de los nuevos artistas se puede entender como un simple reflejo del vertiginoso aumento de población de nuestro país, que se ha triplicado en apenas 25 años.

Sin embargo estas razones no parecen suficientes para explicar el insólito aumento de interés de las jóvenes generaciones en el arte y la cultura, si se tiene en cuenta el difícil contexto socioeconómico en que vivimos. Y ese aumento del interés y de la actividad, desde este punto de vista, adquiere más bien el sentido de una respuesta –inconsciente, subterránea, espontánea, pero no por ello menos real- ante esas difíciles circunstancias, la indicación de una opción, el señalamiento de un camino. En otras palabras, parecen la respuesta de las células sanas de un organismo, programando su defensa y su recuperación futura: el camino del quehacer cultural, que es el único que puede forjar la identidad de una comunidad. Sólo cabe esperar que las fuerzas exógenas de nuestra realidad no sean más fuertes que los mecanismos de defensa de nuestra identidad, que la cultura pueda cumplir su papel, para que, después de esta crisis, nuestro país pueda resurgir fortalecido, con una cultura pródiga, joven, moderna.

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