. ...Entre el tango y la cueca: Augusto Pinochet José María Guerrero |
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Hace
apenas unos días, la Corte de Apelaciones de Santiago se reunió,
casi clandestinamente, para resolver a favor del desafuero del senador
vitalicio Augusto Pinochet Duarte. Después de un largo tiempo transcurrido
desde el comienzo de la causa, hora y media de debate entre los veintidós
magistrados que componen la Corte fue tiempo más que suficiente
para zanjar el problema. Cuando se escriben estas líneas el resultado
de la votación no es del todo claro: doce votos a favor del desafuero,
diez en contra. O trece a favor y nueve en contra. Y eso que poco antes
de que el tribunal iniciase el debate, los partidarios del ex dictador
entregaron a su presidente de la Corte -Rubén Ballesteros- sesenta
mil firmas ciudadanas de apoyo a Pinochet. Estaba previsto. Todos los analistas de la realidad política chilena coincidían en que la causa del general era minoritaria en el Tribunal de Apelaciones. La batalla decisiva se librará en el Tribunal Supremo, donde, al parecer, Pinochet cuenta con una amplia mayoría favorable. Quizá por esto, las explosiones de júbilo y de protesta suscitadas por el veredicto de la Corte de Apelaciones han sido contenidas. Y porque aún podría el propio tribunal ordenar nuevos exámenes médicos para comprobar si el estado de salud de Pinochet impide o no un juicio justo. Y también porque el juez Guzmán -la versión chilena de los jueces manos limpias-, al que los sectores progresistas transandinos lo califican de veleidoso y exhibicionista, podría decidir el levantamiento de los cargos. Pero, según parece, no lo hará. De todas formas, el desafuero de la Corte tendrá importantes consecuencias políticas. La cúpula militar chilena es, en su mayoría, adicta al general y se ha venido dedicando en los últimos tiempos a hacer sonar sus sables en reuniones y fraternidades de carácter sedicioso. Aunque el presidente Lagos insista una y otra vez en que no hay ningún temor porque Chile es un país democrático y "lo que resuelva la justicia va a ser respetado y acatado por todos", pocos lo creen. De hecho, sus palabras al conocer la decisión -aún no oficial- de la Corte de Apelaciones han sido un tanto sinuosas: "Si hay un desafuero, querrá decir entonces que hay que dar paso a lo que sigue, que es el estudio del proceso por el cual esta persona está acusada". ¿El estudio del proceso? ¿Qué quiere decir Ricardo Lagos? "El proceso" está integrado por ciento ocho querellas contra el general. Pero rizando un poco más el rizo de los camuflajes, el secretario general de la Presidencia -Álvaro García- ha sido extremadamente cauteloso: "Hasta el momento hay filtraciones, no conocemos información oficial y no vamos a reaccionar hasta que sea oficial". Pero, eso sí, se permitió una afirmación rotunda: "Los chilenos y chilenas pueden estar tranquilos de que el Gobierno va a respetar y hacer respetar el fallo que se adopte en el proceso por el desafuero del senador vitalicio Augusto Pinochet". O sea, que las declaraciones del secretario general del Palacio de La Moneda hay que tomarlas como un envite excesivo si tenemos en cuenta el fuerte componente pretoriano de la política chilena. Porque desde los fastos -más bien nefastos- londinenses los partidarios de que se haga justicia con Pinochet no habían levantado cabeza. Y ahora, probablemente, la levantarán un poco. Por eso, cuando algunos pensaban que el senador vitalicio, allá en su covacha de militarotes adictos, estaba perfectamente guarecido y defendido, resulta que no lo está tanto. La sangre asesinada sigue cayendo sobre él como la lluvia, como aquellos "chacales que el chacal despreciaría" que Neruda condenaba con tanto asco y fervor. Y la imagen de Pinochet es de nuevo la de un delincuente en libertad provisional. Todo un mensaje para los tipos de su calaña. Top Pero no todo debe ser satisfacción, no. Porque los máximos responsables están por encima de toda sospecha y más allá de la ley. Pinochet y su camada de asesinos hubiesen sido imposibles sin la decidida colaboración, inspiración y financiación de la Secretaría de Estado de EEUU, desde la que todo un Nobel de la Paz -Henry Kissinger- dirigió la orquesta genocida. Pero contra estos máximos responsables no hay juez que valga. Los jueces de turno no se enfrentan nunca con el verdadero poder. Se estiran, se agrandan, se tapan y se destapan -como el Gil de Alberti-, pero sólo investigan a los coadjutores y a los monaguillos. El poder continuará siendo, pese a todas las liturgias judiciales y políticas, ese gran delincuente impune que denunciaba Leonardo Sciascia. Pero no está mal lo de Pinochet, claro que no. Este dictador no era un sargento de los que abundaban en los cuarteles de cualquier dictadura y su imagen de anciano asesino procesado una y otra vez por la justicia es, con todo, un buen aviso a navegantes. Aunque la razón de Estado -la utilización de los medios criminales precisos para el mantenimiento y la grandeza del poder político- sigue funcionando al máximo, tanto en planos interestatales como intraestatales, la razón jurídica va adquiriendo mayor peso y mayor fuerza. Una de las causas por las que, muy probablemente, no prosperarán los procesos contra Pinochet es por la pérdida de su condición de senador otorga a la coalición gobernante en Chile mayoría simple en el Senado, con lo que se podría dar lugar a un rápido proceso de reforma de la Constitución impuesta por la dictadura pinochetista en 1980. Aparte, claro está, de que la cúpula judicial de la Corte Suprema de Justicia de Chile se asemeja en sus fervores cesaristas a la cúpula castrense. Cuanto más arriba, menos oxígeno y más basura. Desde que se inició la justicia de los lores, las cosas estaban cantadas. El Reino Unido se quitaría de encima a Pinochet con una revolera política en cuyo aire y ejecución participó, mirando hacia otro lado, el gobierno español. Unos médicos providenciales decretaron su estado semicomatoso y el gobierno británico decidió una "solución humanitaria". Pero el general resucitó como Lázaro al pisar tierra patria y casi se baila una cueca a su llegada al aeropuerto de Santiago rodeado de sus conmilitones. La cueca ha sido provisionalmente quebrada. Sin embargo, nadie impedirá que el general esté baile ahora el último tango. Acápites: 1.- 2.- |