PARLAMENTO
JOVEN Francisco de Paula Oliva |
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Al
hablar de ética periodística generalmente se engloba o se
encasilla al periodista, aquel profesional encargado de recoger la información,
procesarla y finalmente darla a conocer a través de los diferentes
medios, ya sean, radio, televisión, periódico, etc. Pero a quién o a quiénes nunca se menciona, a la hora de establecer si su conducta se enmarca o no dentro de lo ético, es a los directores o dueños de medios periodísticos, quienes no deberían escapar de la radiografía a la que también son sometidos los comu-nicadores que lidian día a día con la información y buscan la objetividad en ella. Tras los distintos sucesos, como intentos de golpes de estado, que sumergieron a nuestro país en un mar de inestabilidad en todo su ámbito, influyendo sobremanera en su desenvolvimiento, los directores de medios entraron a jugar un rol importante en la sociedad paraguaya principalmente en la difusión de informaciones que guardan rela-ción directamente con la gobernabilidad del país. La elaboración procesamiento y difusión de dichas informaciones es el producto que permite a la opinión pública discernir en qué momento se halla el país y situarse exac-tamente en el contexto. Para este fin es imprescindible que la noticia sea objetiva. De lo contrario se estaría cayendo en la desinformación, la confusión y el caos con el conse-cuente perjuicio a los destinatarios de dicho material. Es innegable que algunos directores de medios juegan su propio partido, movidos por intereses particulares y hasta, tal vez podríamos decir, detrás de algún proyecto polí-tico, entiéndase la llegada al poder de un sector, tal como se oyó decir en una reunión a un conocido director: “no se imaginan lo que me costó que este movimiento político llegue al poder”. Las pruebas en este caso abundan. Basta tan sólo con leer algunos diarios. Tomando como ejemplo el acontecimiento del mes de mayo pasado, para un medio, el intento de golpe existió, para el otro, fue solo una farsa, un intento de emular el fujimorazo del Perú. Para uno, Lino César Oviedo es el principal responsable de la muerte del Dr. Luis María Argaña y de la última asonada. Para otro, sin embargo, el militar retirado es solo un perseguido político y por lo tanto el más inocente de los humanos. Esta situación es de nunca acabar, a juzgar por lo últimos acontecimientos que de-sembocaron en el arresto de Lino César Oviedo en Foz de Iguazú. Inmediatamente los medios periodísticos se hicieron eco de la información y reprodujeron el suceso pero nuevamente con notables diferencias: “Oviedo no será extraditado, se lo juzgará en el Brasil”. “Oviedo será extraditado y cumplirá su condena en Lagerenza”. “Oviedo se negó a dialogar con el ministro del Interior a pedido de Walter Bower”. “El Ministro del Interior, nunca solicitó entrevista con el militar golpista”. Presentado así el panorama, todo nos lleva a inferir que algunos medios periodísti-cos de nuestro país lamentablemente contrajeron nupcias con grupos de poderes y como regla marital deben ser fieles a ellos, sin importarles la desinformación que ello acarrea y sobre todo la traición a la esencia del periodismo. El objetivo del periodismo es la emisión de la verdad. No existen varias verdades, sino que existe una sola verdad; la gran tarea es la búsqueda y en esa búsqueda se deben emplear todos los recursos permitidos de acuerdo a los elementales principios morales. Para los que no se hallan dentro de la estructura de un medio de comunicación les será fácil constatar lo cotidiano de este fenómeno. Le bastará tan sólo, como hicimos más arriba, con la simple comparación de las informaciones. Hasta cualquier niño po-dría hacerlo, pero creemos que les será más difícil traspasar el umbral y ver “más allá”, descubrir lo que hay detrás de determinadas informaciones. Salir de la caverna, diría Platón, pero con la salvedad de que a la opinión pública se la ubicó en la caverna y que ella no eligió. Ni se ubicó por accidente. El “más allá” -lo que hay detrás- complica el escudriñamiento de la verdad y causa un tremendo daño a la opinión pública que queda desinformada. Y, el otro gran perjui-cio, tiene relación con la profesión, con el periodista en este caso. La influencia que ejerce el periodismo en la sociedad es incuestionable, pero cuando se la enfoca dentro de las “mass communications”, su función se encuentra desviada. La información como tal es moldeadora del hombre. El se siente envuelto, manejado. Y, si dicha labor se utiliza para mal, se está traicionando al objeto y sujeto del periodismo. Observamos que dentro de este marco se sitúan algunos medios al desinformar, con-fundiendo a los destinatarios. Las consecuencias de este hecho pueden ser varias: a) No se conoce la verdad. Cada cual posee su propia verdad. “El hombre es la me-dida de todas las cosas”, como dice Protágoras. b) Se crea un clima de confusión en la población que acaba formando, por desgra-cia, grupos fanáticos, que a su vez, como si fuese poco, se convierten nuevamente en agentes de desinformación para otros. c) Así, las cosas, la sociedad se halla dividida. d) Entonces, reina la inestabilidad, la incertidumbre, y como solución se genera la aparición de un hombre fuerte que acabe con ello (la vuelta al autoritarismo) e) Y, finalmente, podría desembocar en una especie de lucha fratricida. Así
de grave se pinta el panorama cuando no se proclama, divulga y se actúa
en y con la verdad, y sobre todo, en la búsqueda del bien común.
Es innegable que algunos directores de medios juegan su propio partido, movidos por intereses particulares y hasta, tal vez podríamos decir, detrás de algún proyecto político. El objetivo del periodismo es la emisión de la verdad. No existen varias verdades, sino que existe una sola ver-dad; la gran tarea es la búsqueda. |