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Ética política y poder ciudadano

Liberal vota liberal aunque sea un Chancho como colorado vota colorado aunque sea Pato (Donald), porque es colorado. ¿Podrán ser los liberales alguna vez una alternativa de alternancia sólo porque son capaces de hacer lo mismo que sus adversarios copiando sus defectos y no sus virtudes?
José Carlos Rodríguez


Los fuertes y los justos
Me encantó la oración de un católico con buena onda que decía: "Dios mío haced que los hombres sean santos y –si es posible– que los santos sean simpáticos". Me recuerda la máxima de Manuel Gondra, "Si no podemos hacer que los justos sean fuertes hagamos que los fuertes sean justos."
En ambos casos se concilian bien dos propósitos que están en juego en una ética aplicada, que nunca es pura ética de principios sino también una ética del bienestar y una ética de la responsabilidad, colocada en las circunstancias del ejercicio de la vida.
El católico mencionado acepta la primacía de la santidad, pero también reza por el bienestar. La santidad es obligatoria y es lo mínimo: lo máximo es este mínimo más la gracia, el detalle. 
También este buen político buscaba lo máximo: que los justos sean fuertes. Y es posible –casi seguro– que para Don Manuel "los justos" hayan sido su país y su partido liberal, en cuyas pretensiones veía la máxima justicia y también, el máximo bienestar. Pero el Dr. Gondra se conformaba con lo mínimo: Que los fuertes, o sea, los que mandan, sean justos, aunque no sean los míos. Esto es no-negociable no se puede aceptar la injusticia de los fuertes ni de los débiles, de los propios ni de los otros. Se persigue lo máximo, se acepta lo mínimo. 

El otro es mi disculpa
La carencia ética es lo contrario. Viene bien formulada para nuestro tiempo; es esa opción entre el Pato (Donald) colorado y el Chancho liberal. Colorado vota colorado, porque es colorado, aunque sea a un Pato porque el liberal vota liberal aunque sea un Chancho si es liberal. En este caso lo deseado se sobrepone a lo necesario.
El católico buena onda y el pragmatismo principista de Manuel Gondra colocan las cosas en la escala de valores correcta. La chanchada o el paterío subvierten el orden de los valores y la fidelidad a los principios, o sea la fidelidad a la colectividad, la destinación colectiva del comportamiento público. Los corruptos no sirven al pueblo a través del poder, se sirven del pueblo a través del poder, y devuelven parte de la merienda a sus amigos, a sus cómplices, a su entorno, a su partido, a su mesnada. 
Un corrupto es en realidad un traidor a la confianza pública, un transgresor del bien colectivo. Por esa subversión estamos pagando el precio del desgobierno. 
Una opción donde el más sucio, gana el partido. Esta opción de ética sin principios es adecuada para la corrupción, porque desarma toda discusión ética: "porque el otro se porta mal, yo también debo hacerlo, de lo contrario pierdo". Así la defensa de Burt o de Fretes Ventre entre los corruptos liberales, alega como motivo la defensa de Planás o de Chiola, o sea de los corruptos colorados.
Borges con su ironía se refirió a esta ética, aludida en el concepto de "guerra sucia" o de crímenes de Estado contra la guerrilla, en Argentina, diciendo que con esa lógica debemos violar a los perversos sexuales y devorar a los caníbales. Alegando como motivo,  que eso es lo que ellos hacen. 

Lo propio de la ética en política
Es verdad que el político no debe reducirse a cumplir mandamientos. La política es el campo de lo publico, del conflicto, de la gestión, de la necesidad y como todo espacio publico, nunca es inmaculado sino, al contrario, suele tener suciedades. Además debe alcanzar a todos los ciudadanos de diversas confesiones y agnosticismo. 
La ética civil y política tiene un fundamento pragmático: es la mejor manera de ordenar la sociedad. En nuestro caso, por ejemplo, es mejor para más gente y por más tiempo, reformar al coloradismo, en lo que tiene de corrupto, aunque ello le signifique sacrificio de posiciones de poder; y mantener la integridad liberal, aunque ello le impida ocupar puestos donde carecen de mayoría. Esta es la mejor opción: un liberalismo ético que fuerce la reforma colorada y una reforma colorada que fuerce la integridad liberal. 
Debajo de esta ecuación todo el resto es "opinable", legítimo conflicto y cuestión de gustos. Está bien que haya polémica, ambiciones de poder y de mando, pero que ellas no entren al paterío, ni al chiquero. 

El Juicio del ciudadano
Entre la falta de escrúpulos y la ética política hay apuestas contrarias: Esta diferencia de estrategia no es banal y las consecuencias, la pagan los no políticos, los ciudadanos de "a pie". 
El coloradismo no es fuerte sólo por corrupto. También es fuerte por otras cosas. Por su ambición, por su responsabilidad, y por haber emprendido, realmente, la democratización del Paraguay, por su solidaridad. Ningún opositor puede decir que alguna vez no fue invitado a ser colorado. En cambio, ningún colorado a sido invitado a ser opositor. 
Los liberales no son una alternativa de alternancia sólo porque son capaces de hacer lo mismo que sus adversarios. Creer que puedan ganar a los colorados copiando sus defectos y no sus virtudes, constituye un error político, pero antes de ser útil o inútil, es ya una canallada.
En este escenario de los que mandan, de la clase política, como en todo lo que ocurre en público, lo que importa al final es el público. En éste caso la ciudadanía. 
La lógica del poder se mueve por su propia lógica. Y son los gobernados quienes le ponen el límite. Los que establecen aquello que se puede o no se puede hacer, porque tiene el costo del fracaso. El dictador todavía podía matar y robar, torturar y silenciar. Los líderes de la democracia ya no pueden más ni matar ni silenciar. Todavía, lamentablemente pueden robar, mentir o usar de los aparatos del poder en propio beneficio y en perjuicio ajeno.
De la ciudadanía depende que ya no se pueda más conducir el gobierno a 19 años de estancamiento económico con creciente desigualdad social para la inmensa mayoría pero con acumulación de poder y privilegios para aquellos que lo administran.
Del juicio ciudadano, del poder ciudadano depende el futuro de los políticos y la vigencia de las reglas de juego que definan qué pueden hacer y qué no pueden hacer los políticos al precio de quedar fuera del juego. 
Mientras se vote simplemente lealtades particulares, intereses parciales, justificaciones inconfesables, tradiciones pre-democráticas, identidades sin crítica ni capacidad de consenso general, mientras el poder ciudadano no sea también ético: mientras el ciudadano no crezca, los jefes políticos serán pequeños.

Los corruptos no sirven al pueblo a través del poder, se sirven del pueblo a través del poder, y devuelven parte de la merienda a sus amigos, a sus cómplices, a su entorno, a su partido, a su mesnada. 

Esta es la mejor opción: un liberalismo ético que fuerce la reforma colorada y una reforma colorada que fuerce la integridad liberal. 

Del juicio ciudadano, del poder ciudadano depende el futuro de los políticos y la vigencia de las reglas de juego que definan qué pueden hacer y qué no pueden hacer los políticos al precio de quedar fuera del juego. 
 

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