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¿Qué es eso de sociedad civil?

Hace poco un periodista se preguntaba si la sociedad era realmente civil, y explicaba por radio que él no creía que la palabra "civil" fuera feliz. En realidad, la vulgarización del término es reciente. Mucha gente no cree en las brujas, ni en la sociedad civil y, para empezar, no han creído mucho en ella ni apostaron por ella los partidos políticos paraguayos, buena parte de los empresarios ni la mayor parte de los funcionarios del Estado.

Y sin embargo, se mueve

José Carlos Rodríguez

De la sociedad civil hablan la ciencia social y la filosofía contemporánea. De Marx a Gramsci, de Pareto a Parson, de Hegel a Habermas; cada cual ha dicho lo suyo al respecto. Y últimamente esa terminología no está solamente en la boca de los tradicionales luchadores por la democracia, sino en la de los propios bancos mundiales que tienen programas de provisión de fondos para su fortalecimiento. 
La idea de una sociedad civil proviene del reconocimiento de que, en las sociedades complejas y pluralistas contemporáneas, el Estado, el mercado y el mundo de las asociaciones voluntarias, no obedecen a la misma lógica, ni al mismo ritmo, ni tienen la misma manera de estructurarse. Por eso la primera idea de sociedad civil –ese mundo de las asociaciones voluntarias, basadas en la comunicación– es puramente negativa: la sociedad civil es de entrada  aquello que no es la económica ni la política.  
En la medida que los objetos se hacen mercancías, esto es, se compran y venden, como también los servicios; en esa medida se conforma un mercado que lo impregna todo y se rige por ciertas reglas que dominan la economía. Por ejemplo la competencia, la calidad, el precio.  Pero no todo es mercado, aunque sea el precio un aspecto de todo aquello que existe en el mundo del capitalismo. Por ejemplo, las conciencias, en general, no se venden, ni las armas de guerra tampoco se venden a cualquiera, ni la prostitución infantil es impune. El mercado está y debe estar acotado. No puede tan siquiera haber mercado sin ser limitado; y estos limites se le imponen desde afuera, desde la política, desde la ética, desde la ley. Ni siquiera internamente hay mercado sin  haber poder, sin una instancia que obligue al pago de las deudas, castigue la estafa o evite el saqueo.   
Y el poder no se rige por las mismas normas de la oferta y la demanda. Es una instancia normativa y coactiva. Tiene una estructura piramidal y un libreto predeterminado.  Nadie sabe cuánto costará mañana la cebolla, pero sí supone la vigencia de la Constitución Nacional. Incluso los recursos básicos del Estado son obtenidos coactivamente, los impuestos son "impuestos", y los llamados contribuyentes no son "donantes". En el Estado, la sociedad deposita las normas y los recursos materiales que defienden intereses y protegen una forma de vida que se establece, en realidad, desde fuera del Estado. 
La sociedad civil está formada por asociaciones voluntarias, diversas y basadas en la comunicación. La sociedad civil constituye una trama y no una pirámide: Institucionaliza problemas de tipo completamente diferentes, por ejemplo, los de la fe, los de la igualdad de género, los de la expresividad étnica, los del ocio, o los del parentesco y la familia.
En una sociedad moderna, democrática, plural, la sociedad civil no es un resto, está presupuestada. Si los casamientos no necesitan más autorización del presidente de la República, como en la época del Dr. Francia; y los precios no se fijan por decreto, como después de la guerra de 1947 –o antes de la independencia–, es porque un tipo de Estado permite y garantiza a la Sociedad Civil su libre funcionamiento. Ella no es simplemente un hecho, existe de derecho. De ahí que pluralidad, publicidad, privacidad, y legalidad, sean las características que le atribuyan Cohen y Arato, dos conocidos teóricos sobre la sociedad civil .

Sociedad civil, supuesto y resultado de la democracia

El arcaísmo paraguayo prefiere que no haya sociedad civil. Los empresarios antidemocráticos se sienten más cómodos comprando votos que convenciendo a los electores. Y los políticos tradicionales preferirían que el juego electoral tenga dos actores (liberales y colorados, por ejemplo) y no tres: colorados, liberales y ciudadanos. Ellos preferirían que no hubiese graderías ni tampoco público: esto es, que no exista sociedad civil sino contendientes. Que todos fuéramos políticos y todo fuera político y, de hecho, es así como proceden. Al que critique a un colorado oficialista lo descalifican como opositor, aunque la crítica sea justa. Y a quien critica a un liberal, lo descalifican como argañista, aunque se trate de un perfecto bandido, el criticado.
Para el funcionario predemocrático, la fidelidad con el cargo ha sido mucho tiempo fidelidad con el gobernante y no con el ciudadano, ni con la ley, ni con la función publica: el Estado ha sido Estado de un Partido, donde sociedad civil se fundía con el Estado, de igual modo que las reinas de belleza fueron coloradas.
Al contrario, lo que constituye la democracia moderna es una sociedad civil viva, autónoma y plural. El pueblo sería una entidad abstracta si no se constituyese una voluntad, una conciencia, opinión y propósitos públicos. Literalmente, no existe pueblo que no sea producto de la deliberación y eso se gesta primordialmente dentro de la sociedad civil, que es el ámbito de la libertad. La voluntad colectiva, luego, se institucionalizará dentro del Estado.
Los partidos políticos cumplen un doble papel, son mitad Estado y mitad sociedad civil. Pero es fundamental que exista sociedad civil autónoma y fuera del Estado, así como fuera del mercado, para que este Estado pueda ser representativo de un otro que está fuera. De igual manera que los mercados deben ser regulados por otra instancia que ni se compre ni se venda.

Mas sociedad civil, mejor Estado

Los diez años de transición en Paraguay no sólo han desarrollado un poder judicial autónomo, un poder parlamentario distinto del ejecutivo.  No sólo hay separación entre poderes, sino también separación entre poder y sociedad: hay sociedad civil. Y eso está bien. 
Sólo en el campo sindical los afiliados han pasado de 20 a 100 mil. En el ámbito de la sociedad rural, esas heroicas sectas, que eran las Ligas Agrarias Cristianas, se han transformado en una instancia nacional de reclamos. Si la sociedad (civil) de la dictadura ocurría a pesar del Estado, hoy –en cambio– ésta florece gracias al Estado democrático. Y la debilidad o baja calidad del Estado democrático se debe, en parte, a la debilidad de la sociedad civil. Por ejemplo: el partido clientelista, que cambia favores –de los jefes ricos– por votos de los electores pobres; o también el electoralismo patológico. Tenemos instituciones que no deliberan, sólo votan. Es como decir de alguien que decide, sin haber pensado. 
El desarrollo de la democracia es el proceso de formación de la capacidad de autodeterminación individual y colectiva: capacidad que se inicia y permanece en la sociedad civil. Luego y en parte, es transferida hacia el Estado donde la gestión colectiva se vuelve obligatoria y universal: ley o administración pública. Por eso sociedad civil y Estado se condicionan: Más sociedad civil, mejor Estado y viceversa.

La idea de una sociedad civil proviene del reconocimiento de que, en las sociedades complejas y pluralistas contemporáneas, el Estado, el mercado y el mundo de las asociaciones voluntarias, no obedecen a la misma lógica, ni al mismo ritmo, ni tienen la misma manera de estructurarse.

La sociedad civil está formada por asociaciones voluntarias, diversas y basadas en la comunicación. La sociedad civil constituye una trama y no una pirámide: Institucionaliza problemas de tipo completamente diferentes, por ejemplo, los de la fe, los de la igualdad de género, los de la expresividad étnica, los del ocio, o los del parentesco y la familia.

El desarrollo de la democracia es el proceso de formación de la capacidad de autodeterminación individual y colectiva: capacidad que se inicia y permanece en la sociedad civil. Luego y en parte, es transferida hacia el Estado donde la gestión colectiva se vuelve obligatoria y universal: ley o administración pública.
 
 
 
 
 

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