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CAMSAT – BAÑADO TACUMBU

El ser humano necesita una identidad, una comunidad de la que se sienta parte, desde la que pueda proyectarse y que justifique los sacrificios que impone a veces la vida en sociedad. De ahí que, todo proyecto social que aspire a mantenerse debe de ser incluyente. Recogemos aquí una experiencia concreta.

Pedro Velasco, OP


Actualmente nos enfrentamos a nivel mundial con dos tendencias contradictorias, una que nos hace sentir parte de un solo mundo, de la aldea global, de la “humanidad” y otra a la que nos conducen los nacionalismos, la constitución de bloques hegemónicos y, sobre todo, la exclusión económica y social. Vivimos momentos de grandes esperanzas y posibilidades, pero también de injusticias intolerables, de situaciones de muerte que dejan a millones de personas fuera del hogar común y, por lo tanto, sin ilusión ni motivos para sostener un proyecto que no es el suyo. Nuestro mundo aparece al mismo tiempo más unido y próximo, más desigual y fragmentado que nunca. 
De esta situación participa la sociedad paraguaya, pero lo hace con unas connotaciones propias, las que se originan en su historia, y en su pasado reciente. Paraguay afronta esta realidad después de haber vivido cuarenta años de dictadura, de atraso económico, cultural, social y político y después de haber vivido con esperanza y frustración dos “primaveras” nacionales, la de febrero de 1989 y la de marzo de 1999. A las amenazas de una globalización excluyente, se añade una situación de desintegración social, de déficit en todos los derechos sociales y de acrecentamiento de la pobreza más sentida y menos tolerada que nunca. Necesitamos salir de este caos y construir un Paraguay humanamente viable. 
Los políticos tienen en esta tarea una innegable responsabilidad. Hasta ahora, sin embargo, nos han demostrado que son incapaces de superar sus luchas internas, de avanzar más allá de la búsqueda mezquina de su provecho personal. La mayoría son venales, mediocres y perezosos. Trabajan poco, ganan y roban mucho, se pelean por espacios de poder y de dinero y se acuerdan del pobre sólo cuando llegan las elecciones. Periódicamente se bajan de sus butacas parlamentarias, se maquillan de ciudadanos comunes y se transforman por unos días en mendigos de votos. Convierten la República en un escenario tragicómico donde los pobres verdaderos, los que no comen, ni pueden estudiar, ni tienen casa, ni tierras, ni trabajo, ni salud son humillados hasta el extremo de verse obligados a aceptar las migajas que les ofrecen. Compran su voto por dinero, les prometen un puesto en algún ente público y les llevan en taxis, en coches de lujo o como sea a votar. Una vez terminada esa comedia vuelven a cobrar sus jugosos salarios, a su cansino desempeño, a repetir que detrás de ellos hay pueblo y vuelven a olvidarse y a despreciar a los pobres. Necesitamos de los políticos pero poco podemos esperar de ellos en estos momentos y en estas circunstancias.
Nuestra dirigencia económica, salvo honrosas excepciones, tampoco está aportando mucho en este esfuerzo por superar el desconcierto en que nos encontramos y la pobreza extrema en la que miles de paraguayos se debaten. Parece que el neoliberalismo voraz, las ganancias desnudas de todo contenido humano y social, el culto al mercado, el contrabando, la corrupción y una acumulación de riquezas mal habidas son las notas predominantes. 
Ojalá en Paraguay podamos admirar pronto a políticos y empresarios serios, eficaces, humanistas y con sentido del bien común. Pero por el momento es la sociedad civil la que más puede hacer por revertir esta situación. Este sector debe erigirse en conciencia pública, en acicate para las reformas, en protagonista real conjuntamente con el mundo de la economía y de la política. Y debe hacerlo incluso en circunstancias heroicas como ocurre cuando lo hace desde la marginalidad. Esta representa, justamente todo lo contrario de la ciudadanía, de la participación, de la integración social, de la sustentabilidad humana.
En un rincón ignorado (como son la mayoría de los barrios marginados en todo el mundo), de nuestra ciudad de Asunción, el Bañado Tacumbú, en medio de inundaciones periódicas, de constante inmigración campesina, integrada por personas que sobreviven con ingresos de hambre y con precaria atención sanitaria y educativa, está activando, desde hace diez años, una asociación, CAMSAT, que hoy día significa mucho en la vida de esa comunidad.
CAMSAT, como consta en el artículo 1 de sus estatutos es “una institución sin fines de lucro orientada a promover la organización y corresponsabilidad de los pobladores del Bañado como medio para la solución de sus problemas y el mejoramiento de su nivel de vida. En su ideario manifiesta ser “un espacio de encuentro y formación, de organización y participación, de trabajo y reivindicación” de los pobladores del barrio.
De 1989 a 1991 funcionó con una gran mística pero con medios muy precarios. Tenía un reglamento interno, estaba constituida por unas 50 familias y comenzó con una escuela, un comedor infantil y un pequeño consultorio médico. Los pocos dirigentes del barrio dependían mucho de voluntarios y profesionales de fuera que contribuyeron en gran medida a su crecimiento y consolidación.
De 1991 a 1995, año en que adquirió su personería jurídica, esta asociación creció en cuanto a su capacidad de movilización, su liderazgo y su estructura de servicios a la comunidad. Desde entonces hasta la fecha ha experimentado un constante fortalecimiento y capacidad de trabajo.
En la actualidad integran CAMSAT 600 familias del barrio, unas 3.000 personas que representan el 50% de toda la población del Bañado Tacumbú. Trabaja en base a zonas y áreas de trabajo.
Ha delimitado el barrio en 8 zonas, cada una de las cuales tiene un coordinador y vicecoordinador, una cobradora y una promotora zonal de salud. En cada zona se realizan ocho reuniones anuales de tipo informativo, formativo y además para decidir asuntos de la organización. Seis socios, elegidos en asamblea general, forman parte de la Junta Coordinadora de CAMSAT. Las zonas representan las bases de la organización, su inserción en el barrio a partir de las familias, de los núcleos barriales y de las preocupaciones manifestadas por sus miembros. 
Las áreas de trabajo son la concreción en programas y acciones de las inquietudes y necesidades más sentidas de los socios. Cada año se revisan. Algunas se suprimen si ya no resultan significativas o viables y otras se abren de acuerdo a las necesidades y posibilidades del momento. En la actualidad CAMSAT tiene nueve áreas en funcionamiento: 1. De educación con tres programas: escuelita, becas y apoyo escolar; 2. De salud con tres programas: de formación y prevención en salud, consultorio y farmacia social, grupos materno infantiles; 3. Radio Tapé Pyahu que funciona 12 horas con 32 voluntarios de la comunidad; 4. Franja Costera; 5. Almacén de Consumo; 6. Comedor infantil; 7. Unidades Productivas; 8. Area de socios y 9. Area de ahorro y crédito.
Las decisiones se toman a nivel de Asamblea General de socios (tres al año), de la Junta Coordinadora compuesta por 32 personas elegidas por las bases que se reúne mensualmente y una Junta Administrativa compuesta por cinco miembros que cumple funciones de vigilancia. Las autoridades se renuevan anualmente.
Esta asociación está cumpliendo tres funciones en el barrio: a) organizar la comunidad en torno a sus problemas más importantes; b) emprender proyectos de mejoramiento del barrio y convenios con instituciones públicas, c) ser elemento aglutinador de la comunidad en momentos especiales.
Con fondos conseguidos por CAMSAT se realizó la instalación del agua potable en el barrio y la construcción de 380 viviendas que han sustituido a los ranchos de lata y hule. A través de un convenio con la Municipalidad de Asunción y la Universidad Católica se llevaron a cabo estudios precisos del proyecto Franja Costera en el Bañado Tacumbú.
CAMSAT ha sido uno de los elementos más importantes en el manejo de todo lo que implican las inundaciones. A través de ella se han realizado federaciones de organizaciones en el barrio como la CEBAT (Comité de Emergencia del Bañado Tacumbú), se mejoró notablemente en 1992 la instalación de luz eléctrica y se han emprendido varias veces importantes campañas en torno a la Franja Costera. En la actualidad forma parte de otras entidades e instituciones a través de las cuales el barrio amplía su campo de actuación. En concreto CAMSAT es miembro de COPACOM, de la Red de Radios Comunitarias, del Poder Ciudadano, de la Red del Hábitat Popular, el CDIA (Coordinadora de derechos de la Infancia y la Adolescencia) y la Coordinadora de Pastoral Social de los Bañados. Tiene convenios con el Policlínico Municipal de Asunción y con el Ministerio de Salud.
En Octubre de 1999 fue capaz de movilizar prácticamente a todo el barrio del Bañado Tacumbú en una marcha ciudadana, “Bañado Sapukai”, que se manifestó públicamente en Asunción y que caminó pacíficamente por el centro de la ciudad. Alrededor de CAMSAT la mayor parte de las asociaciones y grupos existentes en el Bañado reflexionaron con ese motivo durante un mes acerca de la problemática del barrio, se acercaron a los medios de comunicación y a las instituciones públicas y lograron que el Ministerio de Educación volviera a instalar una escuela pública en el barrio y un apoyo del Ministerio de Salud en esa área. 
CAMSAT tiene un sueño, el de terminar con la marginación y la extrema pobreza del Bañado Tacumbú. Hace casi once años este sueño comenzó con unas veinte mujeres y sin casi ningún medio. Hoy día congrega a 3.000 personas y tiene en su haber significativos logros. A partir de la experiencia de esta asociación popular desde y en contra de la marginalidad podemos decir que la ciudadanía pobre posee inmensas posibilidades unidas a crueles limitaciones. Los pobres pueden, a través de sus organizaciones, convertirse en fuerza, en energía y en grupos de presión. Es un proceso lento que requiere acompañamiento, complementariedad, salir del aislamiento y continuidad por encima de todo. Tiene también limitaciones y debilidades, las propias de una situación de sobrevivencia, las propias de la carencia de herramientas fundamentales, comenzando por la simple alfabetización. Insistir en la formación y capacitación es un requisito fundamental. Para CAMSAT es un logro contar en la actualidad con un numeroso grupo de personas del barrio capacitadas en salud, educación, administración y otras áreas.
La novelista francesa V. Forrester en su famoso ensayo: “El horror económico” decía de los marginados: “Se nos inmoviliza en espacios sociales condenados, lugares anacrónicos que se autodestruyen pero a los cuales nos aferramos con extraña desesperación, mientras que a nuestra vista el futuro se organiza en función de nuestra ausencia más o menos conscientemente programada”. En Paraguay también el marginado está ausente, es un estorbo, no se cuenta con él, no es sujeto. A lo sumo se le hace objeto de beneficencia, de ayudas. En muchas partes del mundo, en este mundo del “pensamiento único” cuyo mito indiscutible es la ganancia y la eficiencia, los pobres no tienen cabida. Frente a eso la esperanza está en la sociedad civil, el sector de la ciudadanía que representa los intereses vitales de la gente, que se organiza voluntariamente, que puede promover y defender valores universales como los valores de la dignidad humana, de la igualdad, del trabajo para todos, de la fraternidad, de la convivencia y respeto a la naturaleza. La sociedad civil, articulada con el mundo de la política y de la economía tiene el deber de superar la pobreza y exclusión social actuales. Tiene el deber y puede hacerlo. CAMSAT es una célula de esa sociedad civil que cada día se esfuerza en tener más protagonismo en la construcción de un Paraguay más justo y humano.

Los políticos nos han demostrado hasta ahora que son incapaces de superar sus luchas internas, de avanzar más allá de la búsqueda mezquina de su provecho personal. La mayoría son venales, mediocres y perezosos. Trabajan poco, ganan y roban mucho, se pelean por espacios de poder y de dinero y se acuerdan del pobre sólo cuando llegan las elecciones.

CAMSAT tiene un sueño, el de terminar con la marginación y la extrema pobreza del Bañado Tacumbú. Hace casi once años este sueño comenzó con unas veinte mujeres y sin casi ningún medio. Hoy día congrega a 3.000 personas y tiene en su haber significativos logros.

La esperanza está en la sociedad civil, el sector de la ciudadanía que representa los intereses vitales de la gente, que se organiza voluntariamente.
 
 
 
 
 
 

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