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  Oré Poteì

Oré poteì significa en guaraní “Nosotros seis”. Es un grito lanzado por los artistas que vienen exponiendo juntos en los últimos años bajo el nombre de Grupo 6x6. Con él afirman su identidad de grupo. Es, por lo mismo, un manifiesto. Que en tiempos en los que los grupos parecen haber pasado de moda y en los que las identidades colectivas se diluyen en el tráfago de un mercado crecientemente banalizado, seis artistas levanten como bandera un manifiesto no deja de ser llamativo. El grito lanzado desde el guaraní cobra, en su brevedad, una fuerza extraordinaria, sobre todo si observamos que la identidad del grupo no está dada por supuestos teóricos o estéticos que aproximen a los diversos integrantes del grupo. Sino por una voluntad compartida por todos ellos de hacer arte de calidad sin concesiones.

Vicky Torres

 


Unidad en la hetereogeneidad

Cada uno de estos seis artistas es, en efecto, completamente diferente a los otros cinco que lo acompañan. Distintos son los modos de aproximarse al hecho estético; diferentes, los estilos; diversas, las inquietudes que mueven a cada uno a la acción. Y hasta los temperamentos artísticos y los caracteres personales son diferentes entre ellos. Hay, no obstante, una suerte de búsqueda de signos que los seis comparten, si bien cada uno busca en lugares diferentes. Si puede hablarse de unidad de búsqueda (búsqueda de signos que enriquezcan el lenguaje de la actual plástica paraguaya), es necesario que enmarquemos esta unidad en la heterogeneidad de los hallazgos.
Las piruetas fotográficas de Lisandro Cardozo cruzan nuestra conciencia como latigazos lanzados contra el espíritu complaciente de quien las observa. En sus composiciones, el artista nos invita a compartir con quienes nada tienen un banquete mínimo en un juego de imágenes resignificadas por el título que las acompaña. ¿Quiénes son, en efecto, los invitados a ese ágape de los pobres? ¿Quiénes asoman sus rostros o quiénes observamos la angustia de su mirada? 
Y frente a estas piruetas que Lisandro logra utilizando transfer sobre pvc, la luz sabiamente administrada por Jorge Ocampos en una instalación en la que la pureza de líneas de los objetos es resaltada en su absoluta desnudez como reflejo de un mundo inane, metáfora del vacío. Y las telas blancas como sudarios sobre las que la luz y la sombra repiten eternamente un combate que es, a la vez, la lucha del hombre y la agonía del universo. 

Las cucharas

¿No es, acaso, también parte de esa lucha la confrontación que nos presenta Alejandra García en la disposición formal de las cucharas masculinas y femeninas enfrentadas entre sí, pero, a la vez, complementarias, como en un oxímoron indestructible? Son signos de oposición, de muerte y de vida al mismo tiempo: las dos miradas (las de los invitados al banquete mínimo) en Cardozo, la luz y las tinieblas en la instalación de Ocampos y los sexos enfrentados en la unicidad de la rueda de García.
Y signos son igualmente, aunque de naturaleza muy diferente, los que, con paciencia casi infinita y una gran dosis de sabiduría, recoge, recrea y anuda en un tejido que reproduce la totalidad magmática de nuestra complejísima realidad Cristina Paoli, en una instalación que se puede considerar por muchos conceptos ejemplar en su propuesta y en su ejecución. 
O los que recrea sobre fondos de luz, proyectándolos casi al infinito, en multiplicación que nos maravilla y confunde al tiempo, Osvaldo Campercholi con la delicadeza del artesano que sabe mimar los objetos que salen de sus manos. Signos de oposición los de Campercholi, al modo de los de Ocampos, Cardozo y García, al tiempo que los de Paoli son signos de la confusión en la que permanecemos y vivimos. 

Residuos

Celso Figueredo busca, entre los residuos que deja la historia, señas de identidades humanas, aquellos signos que, pese a todo, permanecen y en los que podemos reconocernos todos. Y los pone frente a nuestros ojos como si nos dijera: “He aquí el hombre”. El hombre (la humanidad) se transparenta en sus pequeñas cajas cargadas de objetos y de frases escritas como si fueran venas de un cuerpo vivo. En Figueredo la oposición se da entre el interior de sus cajas y nuestro propio interior, acaso ya vaciado de sentido en un sistema enloquecido por la velocidad y el consumo: un sistema que deja el mundo lleno de residuos al borde de la nada (Figueredo), que nos sujeta a él con ataduras de las que no podemos soltarnos fácilmente (Paoli) y en el que las sombras se multiplican hacia un futuro que desconocemos porque también desconocemos el presente (Campercholi).
La exposición que actualmente presentan los integrantes del Grupo 6x6 en la Manzana de la Rivera bajo el título de Oré Pote‡ es efectivamente un manifiesto. Estos jóvenes artistas buscan mucho más que signos: buscan convertir los signos en instrumentos de liberación. El suyo es un grito de afirmación de identidad, pero también es un grito de libertad.
 
 
 
 
 
 

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