Oré Poteì Oré poteì significa en guaraní “Nosotros seis”. Es un grito lanzado por los artistas que vienen exponiendo juntos en los últimos años bajo el nombre de Grupo 6x6. Con él afirman su identidad de grupo. Es, por lo mismo, un manifiesto. Que en tiempos en los que los grupos parecen haber pasado de moda y en los que las identidades colectivas se diluyen en el tráfago de un mercado crecientemente banalizado, seis artistas levanten como bandera un manifiesto no deja de ser llamativo. El grito lanzado desde el guaraní cobra, en su brevedad, una fuerza extraordinaria, sobre todo si observamos que la identidad del grupo no está dada por supuestos teóricos o estéticos que aproximen a los diversos integrantes del grupo. Sino por una voluntad compartida por todos ellos de hacer arte de calidad sin concesiones. Vicky Torres
|
|
Unidad en la hetereogeneidad Cada uno de estos seis artistas
es, en efecto, completamente diferente a los otros cinco que lo acompañan.
Distintos son los modos de aproximarse al hecho estético; diferentes,
los estilos; diversas, las inquietudes que mueven a cada uno a la acción.
Y hasta los temperamentos artísticos y los caracteres personales
son diferentes entre ellos. Hay, no obstante, una suerte de búsqueda
de signos que los seis comparten, si bien cada uno busca en lugares diferentes.
Si puede hablarse de unidad de búsqueda (búsqueda de signos
que enriquezcan el lenguaje de la actual plástica paraguaya), es
necesario que enmarquemos esta unidad en la heterogeneidad de los hallazgos. Las cucharas ¿No es, acaso, también
parte de esa lucha la confrontación que nos presenta Alejandra García
en la disposición formal de las cucharas masculinas y femeninas
enfrentadas entre sí, pero, a la vez, complementarias, como en un
oxímoron indestructible? Son signos de oposición, de muerte
y de vida al mismo tiempo: las dos miradas (las de los invitados al banquete
mínimo) en Cardozo, la luz y las tinieblas en la instalación
de Ocampos y los sexos enfrentados en la unicidad de la rueda de García. Residuos Celso Figueredo busca, entre
los residuos que deja la historia, señas de identidades humanas,
aquellos signos que, pese a todo, permanecen y en los que podemos reconocernos
todos. Y los pone frente a nuestros ojos como si nos dijera: “He aquí
el hombre”. El hombre (la humanidad) se transparenta en sus pequeñas
cajas cargadas de objetos y de frases escritas como si fueran venas de
un cuerpo vivo. En Figueredo la oposición se da entre el interior
de sus cajas y nuestro propio interior, acaso ya vaciado de sentido en
un sistema enloquecido por la velocidad y el consumo: un sistema que deja
el mundo lleno de residuos al borde de la nada (Figueredo), que nos sujeta
a él con ataduras de las que no podemos soltarnos fácilmente
(Paoli) y en el que las sombras se multiplican hacia un futuro que desconocemos
porque también desconocemos el presente (Campercholi). |