Espacio
Internacional
El
efecto dominó de eventos adversos que afectan a la economía
en los últimos años ha traspasado los umbrales del propio
Ministerio de Hacienda. El Gobierno anunció recientemente que, de
seguir las tendencias actuales de recaudación y gastos, no estaría
en condiciones de pagar los sueldos de los funcionarios públicos
del mes de diciembre. Esta noticia ha provocado diferentes reacciones:
susto en algunos, indiferencia en otros y búsqueda de respuestas
entre la gente más cercana a la debilitada y conflictiva conducción
económica. ¿Cómo se explica esta estrechez financiera
a tan solo un año de los US$ 400.000.000 (cuatrocientos millones
de dólares) del préstamo de Taiwán? ¿Por qué
el Gobierno, los organismos multilaterales y las empresas están
preocupadas por el debilitamiento de las finanzas públicas?
Indicadores
fiscales
Que
el país gasta más de lo que recauda no es una novedad del
año 2000. El déficit fiscal, fenómeno extraño
en la historia económica reciente del Paraguay, ha emergido, sin
embargo, a partir del año 1995. Desde entonces, su tendencia apunta
al crecimiento. Por lo general, un nivel razonable de déficit es
del –1.5 % del valor de PIB. El año pasado, la economía doméstica
cerró con un saldo negativo de 3% del PIB, y este año puede
pasar, inclusive, los 4%. Esta tendencia expansiva del déficit se
origina en el aumento sostenido del gasto y en la escasa capacidad del
Estado de recaudar los tributos de los ciudadanos. La razón contable
es muy simple: el aumento del gasto es mayor que el incremento impositivo.
¿Por
qué crecen los gastos? En 1990, el total de gastos de la administración
central con respecto al PIB, era tan solo del 9,4%. En 1998 alcanzó
ya el 17,2%; en 1999 dicha relación disparó a 20% y no se
descarta que en el año 2000, pueda llegar a 25,4%. No se puede soslayar
que en la transición se ha hecho un esfuerzo por actualizar los
sueldos rezagados de las áreas sociales: salud y educación
y de expandir más dicho servicio; pero, tampoco se puede ocultar
que la lucha por el poder ínter e intra partidos políticos
y la situación recesiva del país, han generado una fuerte
presión sobre el estado a fin de acomodar en su interior a nuevos
empleados públicos. Nótese que en 1989, existían en
la Administración Central 118.851 cargos y en los Entes Descentralizados,
33.956, con un total en ambos niveles de 152.807 cargos. Después
de 12 años, la Administración Central llega a 157.660 cargos
en el año 2000 (33% de crecimiento). Ambos subsectores han experimentado
una expansión de un 31%, en un contexto de crecimiento del PIB per
capita de –0,2%.
¿Por
qué, en contraste, no crecen los ingresos? En 1990, el ingreso con
respecto al PIB llegaba a 12,4%. En 1998 y 1999 las recaudaciones no pasaron
del 16%. Sería una ingenuidad pensar que en el año 2000,
sin cambios fundamentales, pueda alcanzar 25,4%. Esta tendencia de poca
recaudación obedece a varias causas.
La
primera es por la recesión económica; cuando cae la actividad
de la economía, la recaudación también disminuye.
La
segunda es porque existen demasiadas exenciones, que reducen la base impositiva
en todos los frentes. Basta mencionar el impuesto al valor agregado; el
IVA, el más bajo del MERCOSUR, es del 10% sobre los bienes y servicios
finales; sin embargo, la recaudación promedia no pasa del 4,5% del
PIB.
La
tercera es porque existen demasiada evasión y corrupción,
alimentada por el sector privado y público, y favorecida por el
costo cero de la impunidad.
La
cuarta razón es porque el país paga, obviamente, poco impuesto
(10% del PIB, la más baja de la región); y los ricos, en
términos relativos, contribuyen muy poco con el fisco. No existe
impuesto a la renta personal (con el Uruguay, Paraguay son los únicos
que no pagan este tipo de impuesto); se paga una tasa insignificante por
la posesión de las tierras rurales y se cometen muchas trampas con
el pago al estado del impuesto a la renta de la empresa.
En
consecuencia, si la recaudación no acompaña el crecimiento
del gasto, se genera el déficit, que se debe pagar de alguna forma.
Y en ese sentido, preocupa el nivel de endeudamiento del país. La
deuda externa del Paraguay en 1990, estuvo en el orden de US$ 1.669 millones.
En 1998, dicha deuda se mantuvo en US$ 1.599 millones; sin embargo, en
1999, la deuda saltó a US$ 2.108 millones. En otras palabras el
coeficiente de la deuda (deuda externa sobre el PIB) de 30% puede concluir
este año, inclusive, en un 40%. En definitiva, lo único que
crece en el país es el déficit fiscal y el endeudamiento
público.
Mas
allá del círculo vicioso
Esta
alarma roja ha pasado inadvertida en los partidos políticos. El
único tema que les ocupa es la reforma del estado, léase
privatizaciones. El propio FMI sostiene que más allá de la
privatización de las empresas públicas, el verdadero problema
hoy es la administración pública, particularmente, el déficit
fiscal y el endeudamiento y su tendencia expansiva, que puede terminar
en una explosión inflacionaria.
El
ministro de Hacienda —en la actualidad ya sustituido— había presentado
un plan de emergencia consistente en corte drástico de los gastos
—eliminación de los consejos y directorios de entes, excepto BCP
e IPS; flexibilización laboral del sector público para apurar
la jubilación y el retiro voluntario y congelación de nuevos
contratos— y, al mismo tiempo, aumento de las recaudaciones —mediante eliminación
de las exenciones de pago de IVA, cobro real del impuesto sobre la tierra,
inclusive el cobro del impuesto a la renta personal y solución al
sistema de pensiones y jubilaciones del sector público y privado,
amén de la mejora de la administración tributaria.
A
partir de esta iniciativa de Hacienda, se entabló una guerra de
baja intensidad entre los dirigentes empresariales y el ministro Zayas.
Es comprensible que no se quiera pagar impuesto, y sobre todo en tiempo
de vacas flacas. Pero no se debe olvidar que el círculo vicioso
de baja cobertura y malos servicios públicos y el bajo nivel de
pago de impuestos, no es nuevo y va mano a mano con el otro círculo
vicioso: evasión-corrupción. No es extraño pues que
el país tenga la presión tributaria más baja de la
región (10% del PIB) y el índice de gasto social más
rezagado (8% versus 18% de la región), siendo el país con
menores índices de cobertura en salud y educación. Es hora
de romper el círculo vicioso y agarrar el toro por las astas: eliminar
los gastos superfluos en serio y pagar los impuestos para privilegiar los
gastos sociales e infraestructura, y contener el déficit fiscal
y el endeudamiento. Esto se debe hacer con reformas en serio y no con parches.
Que
el país gasta más de lo que recauda no es una novedad del
año 2000. El déficit fiscal, fenómeno extraño
en la historia económica reciente del Paraguay, ha emergido, sin
embargo, a partir del año 1995.
En
1989, existían en la Administración Central 118.851 cargos
y en los Entes Descentralizados, 33.956, con un total en ambos niveles
de 152.807 cargos. Después de 12 años, la Administración
Central llega a 157.660 cargos en el año 2000 (33% de crecimiento).
No
es extraño pues que el país tenga la presión tributaria
más baja de la región (10% del PIB) y el índice de
gasto social más rezagado (8% versus 18% de la región), siendo
el país con menores índices de cobertura en salud y educación.
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