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.EDITORIAL

PROFETAS DE LA DESGRACIA
 

Hay frases de las cuales hay que desconfiar, aunque estén registradas en libros por lo demás venerables. Se dice el Corán (xi, 9): Dios no arruina injustamente aquellas ciudades cuyos habitantes son justos. La ruina y decadencia en que va cayendo el país Paraguay y sus ciudades sería la consecuencia de falta de justicia en sus ciudadanos. Las miserias se multiplican sin fin; el curso de los acontecimientos es de turbulencia; el común sentir de la vida está corrompido y la destrucción tomó cuenta de todo; la devastación es general.
Este tipo de discurso lo escuchamos todos los días y está sistemáticamente propagandeado por gran parte de los medios de comunicación, aunque de modo especial por algunos de ellos. Las páginas de los periódicos y el pequeño cuadro de la televisión parecen insuficientes para dar cabida a tanta desgracia y tristeza. Por lo demás, en una rápida y superficial lectura de la Biblia, parecen dominar los profetas de la desgracia que a fuer de predecirlas las provocaban.
¿Es esto cierto? Parece obvio que sí. Los fotos y las noticias de inundaciones, de desastres naturales, de crímenes y guerras, de odios e incomprensiones no se acaban. La pequeña y la gran política, la micro y la macroeconomía, la pérdida de valores y la prepotencia, la corrupción y la impunidad son la materia usual de los comunicadores sociales, a la cual acudimos cuando nos falta materia sobre qué escribir.
Sin embargo, ¿por qué ciertos medios son especialmente abrumadores y tristes, negros y tenebrosos.
Ciertamente hay realidades caóticas. La cuestión es si la forma de su noticia contribuye a difundir un estado de pesimismo que acentúa un miedo e inseguridad que agarrota y paraliza cualquier posible reacción. Es el estado de calamidad insuperable que se instala en la sociedad. Es el diluvio del cual nadie se salva. El sentimiento de que no hay nada tan malo que todavía no pueda ser peor. Es anunciarle al enfermo su estado terminal. Estamos ante un tipo de diagnóstico fúnebre, que se presenta con visos de ciencia objetiva, cuando sabemos que las ciencias fúnebres son las primeras que mueren.
Analizando el discurso de cierto medios de comunicación percibimos que se trata de instrumentos de instilación del veneno de la perplejidad que amedrenta y paraliza. Las guerras suelen venir precedidas por un cortejo largo y continuado de noticias fúnebres que propugnan la guerra como único modo de salvación, o un golpe de estado, que es una versión por la vía rápida de una situación que se dice insostenible.
Las fábricas de tinieblas favorecen el movimiento de los murciélagos, pero difícilmente el canto de los pájaros. Es por ello por lo que los programas de dominación fascista que sólo se pueden establecer sobre la base del miedo y la desesperación tienen en la difusión de negras noticias, tenebrosamente interpretadas, su preparación consciente, más o menos inmediata.
Ni siquiera el grito airado es solución ordinaria ante las peores situaciones, aunque ese grito de indignación tiene que oírse en algunas ocasiones. Lo único válido y prometedor es la posibilidad de diálogo, que las diversas formas de fascismo excluyen. Por ello nos invitan a creer que somos todos corruptos, ignorantes e injustos. Y que la ruina de la ciudad ?y de la políticasería nuestra culpa. ¿Qué esperar entonces sino un mesías un régimen tiránico? Los profetas de la desgracia han preparado el camino para que se prolongue indefinidamente la noche.
 
 
 
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