. ...PERÚ El César bajó el pulgar En ese circo en el que se convirtió el Perú, ¿quién es el verdadero César? ¿quiénes son los gladiadores? El César ya no tiene compasión por el caído y baja el pulgar en señal de que debe morir. Se acabó. José María Guerrero |
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El resultado de las fraudulentas elecciones del pasado 28 de mayo dio el triunfo a Alberto Fujimori: 52 escaños. Cuando al cabo de dos meses, el 28 de julio, tomó posesión para iniciar su tercer mandato, aquella victoria se había agigantado: el número de parlamentarios con que contaba el mandatario peruano había pasado a 75. La explicación a tan amplio y repentino transfugismo se refleja ignominiosamente en el video dado a conocer, hace algunas semanas, y en el que Vladimiro Montesinos, verdadero poder fáctico en Perú, sobornaba a un diputado de la oposición por quince mil dólares. Aquel video –y otros similares que también existen- fue la gota que colmó el vaso. Puso de manifiesto la corrupción imperante en el régimen de Alberto Fujimori y el protagonismo excesivo de su hombre de confianza: Vladimiro Montesinos. Pero, ¿quién es en realidad tan omnipotente y siniestro personaje...? Conocido como “Rasputín”, Vladimiro Montesinos pertenecía a la promoción militar Dos de Mayo, antes de ser expulsado del Ejército peruano y haber estado a punto de afrontar un proceso judicial por alta traición. El motivo fue espiar, por cuenta de la CIA, a las FFAA de Perú. Actualmente, de los 13 máximos altos cargos militares en activo, 10 fueron nombrados por él. Todos ellos son sus antiguos camaradas. Fue así como Alberto Fujimori –apodado el chino-, un francotirador de origen oriental sin apenas apoyos sociales y políticos, realizó su desembarco en la política tras derrotar sorprendentemente en las elecciones presidenciales de 1990 al criollo Mario Vargas Llosa. O sea, que Fujimori ponía la cara, la popularidad y el carisma, y Montesinos le adentraba por las podridas sendas de las instituciones peruanas y le aseguraba el apoyo del Ejército. Al norte del Río Grande Algunos
quisieron ver en aquel exótico Fujimori una posibilidad regeneracionista,
pero el espejismo apenas si duró dos años: con su autogolpe,
las instituciones democráticas vacías de contenido empezaron
a florecer. Mientras tanto, el amigo americano, el del norte del Río
Grande, intencionadamente miraba hacia otro lado; al fin y al cabo, el
Chino siempre mostraba sentido de la autoridad, eficacia y fidelidad sin
fisuras... Pero el caso es que el Departamento de Estado del Tío
SAM no se equivocaba: al poco tiempo le era servida en bandeja de plata
la cabeza de Abimael Guzmán, líder del alucinado Sendero
Luminoso. Meses más tarde, le seguiría toda la plana mayor
del movimiento. Las victorias sobre los carteles de la droga fueron asimismo
indiscutibles. “¿Por qué no habrá nacido este hombre
en Colombia?”, debieron preguntarse en Washington. Pero nadie sabía
por aquel entonces, que, en realidad, Fujimori no había nacido en
Lima, sino en Japón. Nadie excepto Vladimiro Montesinos, claro. La caída En
el campo social, la brillantez de los grandes resultados macroeconómicos
no consiguió acarrear un mínimo de prosperidad para la gran
masa de desheredados, mientras el presidente seguía emborrachado
en su soberanía autoritaria. Y la popularidad de Fujimori empezó
a caer en picado. En eso apareció Alejandro Toledo, un descendiente
de indígenas, cultivado y posibilista. Se creó Perú
Posible y, por primera vez, el Chino se vio en serios apuros. Pero no importaba.
Montesinos lo tenía todo previsto. En las elecciones presidenciales
del pasado abril, el fraude fue monumental. Hasta el punto que Alejandro
Toledo tuvo que retirarse en la segunda vuelta por la absoluta falta de
garantías. Llamadas: Algunos quisieron ver en aquel exótico Fujimori una posibilidad regeneracionista, pero el espejismo apenas si duró dos años: con su autogolpe, las instituciones democráticas vacías de contenido empezaron a florecer. Con
el viento que soplaba de popa y la inflación cayendo en picado,
Fujimori se sintió el redentor de Perú, un verdadero libertador,
como Simón Bolivar. |