Democracia formal, sin
realizaciones
Desde hace 11 años
en Paraguay terminó la opresión política del Estado.
Hoy tenemos los mecanismos que nos permiten la autodeterminación
colectiva. Y en alguna manera los estamos usando. Cuando se pregunta a
la gente común si estarían de acuerdo en limitar las libertades
–a lo largo y ancho de la geografía o de la sociedad– la inmensa
mayoría dice que no quiere renunciar a su libertad, ni restringir
la de los demás.
Esto todavía no es
una democracia sustantiva, aunque ya constituye su premisa. Hay democracia
cuando se construye en libertad, voluntariamente, la autodeterminación
colectiva en emprendimientos que llevan a la solución de los problemas
comunes; cada cual, con los demás –confiando en los demás–
que también cuentan con nosotros.
El camino de una democracia
formal, esto es, de las formas que posibilitan el ejercicio de la autodeterminación,
hacia una democracia sustantiva, esto es, al ejercicio de la autodeterminación
(que estas formas vuelven posible), ese sendero, resulta difícil
de recorrer.
Se elige, pero sin opción
En las últimas elecciones
la gente otra vez votó en forma libre y el conteo de votos se hizo
en forma limpia. Eso no excluye algunas manchas.
Por ejemplo el resultado,
en casi el 20% de las mesas, resultó sospechoso porque los miembros
de la mesa entregaron su trabajo a otros que son quienes firmaron las actas.
Se dice que en muchos casos, pudieron haber sido comprados los encargados
de las mesas y por eso ellos abandonaron su puesto. Pero el Tribunal
Electoral no puede estar en todo: Si no hay ninguna objeción al
acto comicial que está a cargo de cerca de 10 mil equipos encargados
de mesas, el tribunal no tiene medios jurídicos para cuestionar
los resultados.
Sin embargo, el real problema
no está en la forma sino en que se elige, por qué y para
qué. Tuvimos dos opciones políticas electorales: Argaña
y Franco. Otras eran expresiones sin valor político electoral.
Detrás de Argaña
estaba lo que queda de la unidad nacional. Los colorados oficialistas y
lo encuentristas están realizando un gobierno cuya voluntad política
real principal no se dirige primordialmente hacia la resolución
de los problemas reales, sino a sostenerse en el gobierno, incluso a costa
del estancamiento económico, de la corrupción, de la parálisis
administrativa y con carencia de propósitos, planteos y programas
que asuman la gravedad de nuestros males con la valentía necesaria
para enfrentarlos. Votar a Argaña fue votar más de lo mismo,
por la prosecución de nuestro atraso, por la corrupción de
Estado, por el clientelismo que a través de favores elude el servicio
público.
Del otro lado estaba Franco
y con él la actual oposición. Ella está formada oficialmente
por el liberalismo y extra oficialmente por el oviedismo. Estas dos fuerzas
con una pacto explícito o tácito, celebrado o simplemente
ejercido de facto, funcionaron como una sola fuerza político electoral,
unificaron aparatos, celebraron juntos su victoria y cada cual se sintió
parte de la misma travesía, que en general puede sintetizares como
una opción por el cambio de los funcionarios que gobiernan.
Los oviedistas expulsados
del gobierno luego de cometer sus crímenes, en marzo de 1999, y
los liberales expulsados del poder en la mayor parte del siglo XX, ambos
quieren ahora gobernar, y a toda costa. Los dos quieren un cambio que consiste
en cambiar de jefatura, cambiar el gobierno de los adversarios por un gobierno
de los aliados.
Nuevos hechos, sin futuro
Hay cambios notables. La
derrota en elecciones nacionales del coloradismo –en realidad, la derrota
de cualquier oficialismo en elecciones– es algo que nunca había
ocurrido en nuestra historia. Es verdad que el cargo de vicepresidente
es más simbólico que de real poder; pero los símbolos
no son poca cosa: son nada más ni nada menos ensayo general de la
conformación de una mayoría, apenas pequeña, pero
mayoría, capaz de cambiar en serio el poder real, la próxima
vez en que haya elecciones.
Sin embargo, una vez más,
la vigencia de las formas democráticas no viene acompañada
por la conformación de resultados políticos destinados hacia
la resolución de los problemas del Paraguay, ni hacia la conformación
de una fuerza que tendría ese empeño como la dirección
de su actuar.
La unión liberal-oviedista,
que ha sido siempre evidente aunque vergonzante, tiene inmensas repercusiones
dentro del liberalismo. El discurso liberal está profundamente transformado.
De una oposición más o menos principista, vemos ahora desplazarse
a su gente hacia la apología de la real política y hacia
el encubrimiento de los crímenes de sus compañeros de ruta.
Los liberales están –en ese sentido– oviedizados y oviedizándose
cada día más. En cambio los oviedistas no parecen transformados,
ni transformándose. No parecen liberalizados. Parecen haber tomado
esta victoria como una victoria más, y reivindican solamente su
fuerza: ningún compromiso con un proyecto que no fuera conseguir
que sus crímenes sean limpiados con el olvido, la confusión,
la chicanería jurídica o la fuerza.
Ganada la batalla en el
escenario nacional, el oviedismo acaba de ganar otra más brillante
victoria en el escenario internacional, liberando a sus sicarios de la
cárcel de alta seguridad argentina, para restar evidencias a los
procesos penales que deben determinar la criminalidad de su dirigencia.
Y con pilas nuevas, ahora el oviedismo se prepara para ganar una decisiva
batalla en la interna de los colorados, su partido de origen. La lucha
entre Bader Rachid Richi, el representante del coloradismo conservador;
y la candidatura de Nicanor Duarte Frutos, que alienta la renovación
partidaria, está prácticamente decidida hacia el primero
porque ya hizo, como Franco, alianza con el oviedismo.
El oviedismo, que aparece
como no pudiendo ni dejando gobernar, cuya fuerza parece basada en la falta
de escrúpulos de los demás dirigentes políticos y
en la falta de sentido ciudadano del elector/a; en realidad oculta otra
realidad, más terrible y mucho más temible: La dificultad
de autodeterminación real de la gente. Se vota castigo, se vota
poder, se vota favor, se vota ambición; no se vota proyecto, no
se vota gestión, no se vota bien común, no se vota voluntad
colectiva de cambio, no se vota por el compromiso.
Si no estuviéramos
sometidos a la servidumbre de las presiones internacionales, lo más
probable es que las formas de nuestra democracia ni se hubieran ni instaurado,
ni sostenido por mucho tiempo. Pero esas niñeras externas no logran
hacernos construir en libertad un país aceptable para nosotros mismos
que suscite lealtad y compromiso. No nos dejan romper las reglas, es cierto,
pero tampoco llegamos a alentar la voluntad colectiva de jugar con estas
reglas el partido de un proyecto propio: con desarrollo, justicia y cultura.
Solo apostamos a la ambición, a la astucia, a la treta, al truco,
al predominio o a la resignación, al peor es nada, a los hechos
consumados, a someternos al más fuerte, a optar por lo menos malo.
Centenares de hombres y
mujeres del Paraguay piensan y actúan de distinto modo. Tienen planes
de vida llenos de sentido, de fecundas realizaciones. Hay acá y
allá, nunca faltan, donde uno mire, centenares de iniciativas llenas
de realizaciones formidables y esperanzadoras. Pero estas iniciativas del
otro Paraguay, del que funciona, no terminan por definir la orientación
de nuestra vida colectiva: no alcanzan a tener predominio, sino al revés.
Cuando nos miramos a nostros mismos desde lejos y en el conjunto, como
colectividad nacional, vemos como actuamos todavía, aun dentro de
formas democráticas, como una nación sin futuro.
Los liberales están
–en ese sentido– oviedizados y oviedizándose cada día más.
En cambio los oviedistas no parecen transformados, ni transformándose.
No parecen liberalizados.
Ganada la batalla en el escenario
nacional, el oviedismo acaba de ganar otra más brillante victoria
en el escenario internacional, liberando a sus sicarios de la cárcel
de alta seguridad argentina
Se vota castigo, se vota
poder, se vota favor, se vota ambición; no se vota proyecto, no
se vota gestión, no se vota bien común, no se vota voluntad
colectiva de cambio, no se vota por el compromiso
Centenares de hombres y mujeres
del Paraguay tienen planes de vida llenos de sentido, de fecundas realizaciones.
Hay iniciativas llenas de realizaciones formidables y esperanzadoras. Pero
estas iniciativas del otro Paraguay no terminan por definir la orientación
de nuestra vida colectiva
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