Nadie
puede quejarse de no tener alguna experiencia en ser mal interpretado/a
o en no ser entendido/a: el hecho en sí mismo causa una sensación
sumamente incómoda: estar ante una barrera insuperable.
El
problema está casi siempre en el lenguaje; un lenguaje que expresa
cierta absolutización de lo propio: de su cultura, de su ideología,
de su religión; a veces de tal punto que una posible relativización
sería considerada como traición.
Sin
embargo, meterse en la piel del otro es fundamental y necesario para poder
vivir humanamente: considerarse a sí mismo y a los otros como distintas
parcialidades de una humanidad más grande que sus fragmentos. Este
reconocimiento de ser nada más que una pequeña porción
de la misma, cada uno y cada una con su especificidad y con su limitación,
a unos les resulta difícil, a otros les llena de gozo.
Pero
también puede ocurrir que, "por orden superior", todos deben pensar
en el mismo esquema, por el mismo patrón, encasillados en una ideología
que se impone como única.
De
ese problema humano nos quiere hablar el mito de la torre de Babel el que
había acompañado al pueblo de Israel en su caminar por la
historia, actualizado por diferentes relecturas.
Ubicación
de la "Torre de Babel"
El
texto de la torre de Babel es el último dentro de una larga reflexión
(once capítulos) sobre la humanidad, iniciado por el relato de creación.
Forma parte del tiempo originario en cuando se constituyen las cosas como
son ahora, en que se ponen las raíces de la identidad cosmovisional
de cada pueblo. A pesar de que normalmente "lo originario es el gran espejo
en el que éste (el pueblo) se mira para recrearse una y otra vez"
(1), algunos de estos relatos tienen otra función, función
de advertencia; pues no respetar las leyes de convivencia es ir contra
el plan creador y eso lleva consecuentemente al fracaso. Así, además
de "recreaciones", también encontramos en la Biblia "recaídas",
siempre cuando se va a contramano del proyecto de Dios. Sin embargo, cada
recaída, aunque produciendo caos por cambiar ritmo y dirección
hacia la plenitud, paradójicamente es la causa de una nueva "recreación".
Así
que, después del fracaso de la autoconstrucción humana en
unitarismo -símbolo torre-, la Bíblia prosigue con los comienzos
de un pueblo nuevo sobre el cual están las bendiciones para una
nueva humanidad; humanidad que se constituirá en la diversidad de
pueblos y lenguas (Gen 12,2).
Construcción
de la Torre de Babel
La
torre se deja interpretar en la primera etapa de su historia como torre
militar (migdal de gadol = alto, grande, cf. Jue 8,9; 9,46-49.51). Contiene
ya una crítica profética a la monarquía. Más
adelante, como santuario real, expresa la crítica al imperialismo
babilónico; la torre de Babilonia (ziggurat) es, para sus reyes
y habitantes, la "puerta al cielo".
Cuando
la Biblia afirma que siempre existían diferentes pueblos con diferentes
lenguas, quiere afirmar a la vez de que también siempre había
la tentación humana de concentrarlos en una sola mano, sometiéndolos
bajo una sola ideología. D. Banon parafrasea el conocido texto de
la siguiente manera: “Desgraciadamente toda la tierra hablaba una misma
lengua, tenía una misma ideología” (2). Así
que la desgracia no consiste en la existencia de diversas culturas y palabras,
sino en la imposición de una "palabra única", una ideología
única, en un totalitarismo que excluye toda clase de diversidad
y particularidad. Cuando no hay más que una sola palabra, una sola
ideología, entonces habrá motivo para temer que sea la del
más fuerte.
Sin
embargo, ser fiel a las normas de la creación, es la mejor garantía
de llegar a la plenitud de vida: acontece en un proceso esencialmente complementario.
La
fabricación de ladrillos evoca, convoca y provoca al pueblo de la
Biblia:
Evoca
la memoria de la esclavitud que sufrieron tanto en Egipto como en Babilonia.
Convoca
forzosamente a los esclavizados a someterse a quien se cree dueño
de dios y de la palabra, a quien ordena en pluralis maiestatis (3):
"fabriquemos
y cozamos" (v.3)
"construyamos
una ciudad con una torre" (v.4a)
"hagámonos
un nombre" (v.4b)
La
Biblia, ya desde sus primeras páginas, quiere aclarar que el camino
del ser humano no es la autoconstrucción según propios criterios.
Necesita buscar orientación en las leyes de la vida, que dan criterios
para la colaboración con otros en un proyecto común a todos.
Provoca
también la fabricación de ladrillos a la resistencia de aquellos
que buscan justamente este proyecto comunitario. Es la resistencia contra
un universo de ladrillos en el cual todos deben ajustarse como tales a
las ambiciones de uno solo. El proyecto imperialista había sido,
es y será el de ignorar la diversidad de las naciones, de las lenguas,
mentalidades, lógicas, cosmovisiones, religiones y pensamientos
para unificar y moldear a todos en uno sólo: idea principal de cada
imperio "único".
Mientras
que la crónica de Nabocudonosor hace memoria del nombre de su rey
mediante la construcción de ciudades con torres (91 m de altura):
"A todos los pueblos de naciones numerosas los obligué al trabajo
de la construcción de Etemenanki " (nombre de la torre que
significa: "fundamento del cielo y de la tierra" (4), el zigurrat babilónico,
la Biblia se dedica a mantener la memoria de la detención de esta
construcción como fin del intento de una concentración universalista
y la memoria de la dispersión de sus trabajadores. Es el comienzo
de la liberación de una opresión en uniformidad de lengua
y pensamiento, signo de la grandeza humana.
Para
los babilonios el ziggurat es el eje sagrado del mundo que pretende unir
el cielo con la tierra. Se trata del plan de construcción de una
megápolis, habitada por una sociedad totalitaria y representada
por un rey, hijo del cielo y de la tierra, "hijo de dios".
Desconstrucción
de la Torre de Babel
En
la tierra de Abya Yala existen muchos mitos que hablan del peligro que
el cielo se una con la tierra (p.e. en la cultura nahuatl). Sería
la nueva creación de un universo en donde cielo y tierra se mezclan:
la palabra del rey sería palabra de Dios y su ley sería Ley
de Dios; los súbditos vivirían al servicio de la gloria de
su rey-dios. Sería una vida con, en vez de sabor a cielo, de sabor
a infierno. Al totalitarismo con su "única posibilidad" se opone
diametralmente el proyecto de Creación con la profusión de
muchas posibilidades y diversidades, causa de libertad, alegría
y creatividad, de relaciones diferentes, posibles e imposibles. Mientras
que en Babilonia el rey pretende abrir la "puerta de los cielos", en la
Biblia, Dios mismo la está cerrando para que los cautivos de lo
"único" puedan liberarse de una lengua, una palabra, totalizante.
Consecuentemente
la Biblia continúa después de este fracaso con el inicio
de una nueva historia que comienza con una sola pareja: Abrahán
y Sara, fundadores y refundadores de un pueblo alternativo que intenta
vivir la unidad en la diversidad, constituyéndose en una articulación
de doce diferentes grupos culturales, de múltiples lenguas y cosmovisiones.
En esta pareja con sueños alternativos, la humanidad dispersada
encontrará su nueva unidad en la diversidad, porque en ella serán
"bendecidas todas las familias de la tierra" (Gen 12,2). De esta
bendición quedan excluidos los imperios; ellos surgirán de
nuevo, pues la torre de Babel no fue destruida sino quedó inacabada.
El mismo pueblo, a pesar de su misión de vivir la alternativa, había
intentado más de una vez en su historia -p.e. con la construcción
de la monarquía después de la anficionía de doce tribus,
y con la teocracia después del exilio- a reconstruir y terminar
esta dichosa torre.
Pero
por otra parte, el pueblo de Israel sabía refundarse también
a lo largo de su historia, recordando aquella pareja Abrahán y Sara
con su testimonio de fe en un Dios para quien "nada es imposible" (Gen
18,14) y quien acompaña y bendice a todos aquellos que siguen buscando
alternativas frente a la monopolización humana de la palabra y del
pensamiento.
Marco
que sujeta al cuadro
Comienza
el relato: "Había en toda la tierra una sola lengua y las mismas
palabras" (Gen 11,1) y termina: "Así Yavé los dispersó
sobre la superficie de la tierra y dejaron de construir la ciudad. Por
eso se le llamó Babel, (la etimología popular traduce balbel
con "confusión") porque allí Yavé confundió
la lengua de todos los habitantes de la tierra" (Gen 11,9). Es el marco
de la parábola de la torre."Toda la tierra" es una expresión
típica de los reyes "magnos" para denominar su imperio: cf. Imperio
persa, el de Alejandro Magno, Imperio Romano, Imperio de Carlos V, etc.
Hoy los imperios tienen otros nombres: neo-liberalismo, sociedad de consumo,
dolarización, corrupción, narcotráfico, tráfico
de armas, etc. Su torre será hoy el Chopping-Center, la tienda
totalitaria que abarca todo: exposiciones de libros, artesanías
indígenas, guarderías de niños, cines, estacionamientos
de coches, además de los artículos de consumo para los cinco
sentidos.
Dijimos
ya que la "confusión" es considerada por la Biblia como liberación.
El totalitarismo que quiere establecer la monopolización del pensamiento,
de expresión, de consumo y de estilo de vida, nunca podrá
ser completamente humano, nunca podrá ser lazo de unión,
ya que va contra el orden establecido de la constitución humana:
somos diferentes y nos podemos apoyar y complementar mutuamente sólo
en la medida en que reconocemos y aceptamos la diversidad de dones y limitaciones.
El
relato de la torre de Babel ofrece un análisis de la realidad humana
para ayudarnos a descubrir las causas de los males que destruyen una buena
convivencia humana. Pero nos demuestra también que la cumbre de
concentración es a la vez la cumbre para su desconstrucción.
Es una "confusión" que lleva a la liberación capacitando
a reconstruir y recrear nuevas posibilidades junto con todos aquellos que
buscan complementarse. La torre de Babel, más que una maldición,
es una bendición.
Notas:
1
Severino Croatto: "El Mito como Interpretación de la Realidad",
RIBLA 23, Quito, Ecuador 1996, p.18
2
D. Banon: Babel ou l’idolatrie embusquée, citado en: Francois Castel:
Comienzos, Pamplona 1987, p.138
3
en hebreo todo en constructus:
4
cf. Fr. Castel, ibid. p.141
La
desgracia no consiste en la existencia de diversas culturas y palabras,
sino en la imposición de una "palabra única", una ideología
única, en un totalitarismo que excluye toda clase de diversidad
y particularidad.
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