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Educación por la lengua
A propósito del IV Congreso Internacional de Educación Intercultural Bilingüe, en Asunción, del 6 al 9 de noviembre de 2000


Bartomeu Melià, s.j.

Los desafíos de la educación para el siglo XXI estarán sin duda muy relacionados, si no es que confundidos, con problemas de lenguaje. La voluntad de dominio de la comunicación de mensajes da lugar a actitudes agresivas, a exclusiones y discriminaciones. La globalización, antes que una globalización económica, querrá ser una globalización de sistemas de comunicación y de lenguajes. Sin ésta, aquélla es siempre incierta. Para los globalizantes la Babel de las lenguas es siempre una maldición. Los poderosos quieren ser los dueños de la comunicación lingüística. Quienes ya fueron sujetos de esa dominación lingüística soportan en general de forma resignada y casi del todo inconsciente, los efectos de su primer proceso de globalización, sin memoria siquiera de su memoria perdida. Algunas poblaciones de la América española desde sus mismos inicios aceptaron un rey, una fe, una lengua. Y se constituyó en escándalo el que algunos pueblos no consiguieran o no quisieran la monarquía, el monoteísmo o el monolingüismo, y que permanecieran sin rey, sin fe y sin ley. La expansión del átomo Hoy por hoy las lenguas indígenas de América Latina -no tanto las del Caribe, donde el proceso genocida fue rápido e irreversible- tienen, en su conjunto, más hablantes que antes de iniciarse la conquista española, a pesar de las centenas de ellas que han desaparecido. Y entran en el siglo XXI no sólo con voluntad de resistencia, sino de expansión. Para ello están encontrando un camino que es el opuesto al sistema de la mancha globalizante que como el petróleo derramado en el mar embadurna todo lo que toca y lo paraliza. Los pueblos que no desean ser monopolizados han entendido que no sirve responder con otro monopolio, ni a un monolingüismo globalizante contestar con otro monolingüismo retraído y encapsulado en sí mismo. Al monolingüismo estúpido responden con un plan de multilingüismo lúcido; ninguna lengua nos puede ser ajena. Y es por esto por que la capacidad de aprender lenguas de quienes aceptan el multilingüismo es proverbial. Para mantener esa identidad en movimiento, los pueblos reclaman el derecho de hablar la propia lengua como para sentirse bien en la casa de su ser y tener el placer de estar abiertos a otras lenguas como paisajes diversos y coloridos que entran por las ventanas de los oídos y ensanchan los horizontes culturales. De este modo el lejos viene adentro de casa. El programa de la globalización estúpida, como han sido todas las conquistas imperialistas, le tiene miedo a una sola voz que no sea repetitiva de los eslóganes de las modas efímeras y que tenga un acento propio. El buen gusto en la lengua La educación es un proceso atravesado de parte a parte por la lengua y los lenguajes. ¿Qué hacemos a través de toda la vida si no aprender a decirnos con más exactitud y más propiedad, con mayor corrección y belleza, con mayor gusto para nosotros mismos y para nuestros vecinos? Y en realidad una sola lengua no deja de ser una pequeña cárcel, aunque está lengua la podamos hablar con millones de personas. Por ello la educación intercultural bilingüe no es un remedio para quienes hablan lenguas minoritarias, sino una necesidad sobre todo para quienes ya piensan poseer una lengua global, que en realidad no existe.

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