Multilingüismo y Estado
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La estrecha
relación entre integración económica y pluralidad lingüística y cultural
es particularmente clara en el caso de la Comunidad Europea. Se trata
de un bloque o federación multinacional en que cada estado miembro cede
parte de su soberanía al conjunto (moneda común, aduana, políticas fiscales,
etc.) pero manteniendo su autonomía política y su identidad nacional.
Por lo que sostener el carácter multilingüe de la Comunidad es esencial
para sostener la igualdad entre sus miembros. Privilegiar el idioma de
uno de los países asociados iría en detrimento del estatuto de los otros.
Es decir, la unidad misma de la Comunidad Europea depende del respeto
y sostenimiento de la pluralidad lingüística y cultural, del mantenimiento
de la identidad de sus miembros. De ahí la alta valoración de la diversidad
lingüística, la relativa disminución del imperativo de la unidad y homogeneidad
nacionales, y la consecuente benevolencia hacia las lenguas regionales
y minoritarias. Integración económica y pluralidad Los países de América
Latina -ciertamente es el caso de México-también han venido haciendo costosos
esfuerzos por integrarse a los mercados internacionales. Por ello encontramos
alguna similitud en aspectos referentes a la tolerancia (que no siempre
a la promoción) de la pluralidad lingüística nacional. Pero las condiciones
de esa integración son radicalmente distintas a las europeas. Una diferencia
esencial es que la participación en mercados internacionales generalmente
ocurre mediante acuerdos de libre comercio, no mediante acuerdos de integración
económica (creo que el MERCOSUR sí se plantea la integración a largo plazo).
Esto significa que no es necesario alinear los así llamados fundamentales
de las economías nacionales entre sí, que no hay libre tránsito de trabajadores,
que no hay aduanas libres, que existe una mayor soberanía del aparato
estatal y que no hay ninguna razón para la solidaridad en apoyo de los
países más ricos a los más pobres. En otras palabras, no hay ningún mecanismo
conjunto para el desarrollo, ni la necesidad de promover una identidad
común respetuosa de la pluralidad de los países miembros. Este tipo de
participación en la economía mundial a través de acuerdos de libre comercio
se ha expresado en políticas de apertura asimétrica de los mercados nacionales
generalmente desventajosas para nuestros países, y que han contribuido
al desplazamiento de la industria nacional por grandes empresas extranjeras
o transnacionales. El único sector con un crecimiento significativo es
el exportador. El idioma de los administradores no es el español, generalmente
es el inglés, lo que convierte a este idioma en un bien sumamente valioso.
Tanto que tiene precio de mercado. Las escuelas bilingües y las academias
de enseñanza del inglés han proliferado, y el gasto en su aprendizaje
se ha convertido en una verdadera necesidad para cualquiera con deseos
de movilidad social. La situación de la participación de los países latinoamericanos
en la globalización económica es asimétrica, en contraste con los europeos,
y sus efectos en el valor de los idiomas. Hace unos meses el entonces
candidato a la presidencia de México por el PRI (Partido Revolucionario
Institucional) prometió en su campaña que de resultar electo impulsaría
la enseñanza del inglés y el uso de computadoras en la educación básica
para que la población estuviera mejor preparada para participar en un
mundo "globalizado". La sola propuesta refleja ya con toda claridad la
asimetría de la "integración económica" mexicana. Más aún, esta oferta
representa la aceptación de un "libre mercado lingüístico" que consiste,
básicamente, en la no regulación lingüística, con lo cual el poder económico,
el prestigio, el control de instituciones internacionales, de las publicaciones,
etc. de la lengua inglesa se traduce, sin que nadie lo imponga abiertamente,
en un predominio de hecho del inglés sobre el español. Estamos ante la
confirmación de lo que ya un analista de Québec (Labrie, Normand, 113-39,
1995) preveía en una publicación de 1995: el predominio de hecho del inglés
ante la falta de una regulación lingüística multilateral en el Tratado
de Libre Comercio para la América del Norte. En este sentido la comparación
con la Comunidad Europea es iluminadora: en esta última sí hay un multilingüismo
explícito e institucional como condición para proteger y respetar el nacionalismo
de los países miembros. Sin ese control institucional la pluralidad lingüística
está amenazada por el libre mercado lingüístico, exactamente de la misma
manera que la industria nacional ha sido desplazada por el libre mercado
comercial. Moraleja: la apertura unilateral de los mercados nacionales
de los ahora llamados países emergentes y su participación en la globalización
mediante acuerdos de libre comercio es una receta bastante tóxica para
el mantenimiento de la pluralidad lingüística, por no decir nada de la
planta productiva. Soberanía, unidad e identidad nacional ¿Cuáles son
las consecuencias de lo anterior para los pueblos indígenas? Uno de los
efectos de la globalización ha sido el de llevar a un plano relativamente
secundario el imperativo de la soberanía nacional y con ello la importancia
de la unidad e identidad de la nación. Más arriba mencioné la cesión parcial
de la soberanía de los estados nacionales a los bloques internacionales
a fin de establecer estándares comunes de intercambio comercial y financiero.
A esto se podría agregar la creciente importancia de organismos multinacionales
como el FMI, el BM, la APEC o incluso la OEA. El país que no acepte las
reglas escritas -y especialmente las no escritas- de la economía global
sufrirá el peor de los castigos imaginables: será expulsado de los mercados
internacionales. Y dado que las reglas, escritas o no, generalmente las
establecen los países y las corporaciones con mayor poder económico, en
el caso de los países latinoamericanos esa cesión de la soberanía nacional
a favor de las decisiones de los bloques internacionales, significa en
realidad la cesión de soberanía a favor de entidades políticas y económicas
de mayor peso en una relación desigual. Como quiera que sea, la globalización
no sería posible si se mantiene a ultranza el principio de soberanía nacional.
Junto con esto, la emergencia y preponderancia de bloques internacionales
hace deseable, como en el caso francés en la Comunidad Europea e incluso
en el caso latinamericano, el carácter multicultural de esos bloques para
garantizar la igualdad entre los participantes. Esta valoración de la
pluralidad como un principio democrático en la globalización se ha traducido
en las políticas nacionales en una mayor tolerancia hacia la diversidad
interna y en una reformulación del principio de la unidad y la identidad
nacionales. No es coincidencia que junto con la expansión del modelo liberal
de economías de mercado en los países de América Latina (fines de los
80's y principios de los 90's) aparecieron modificaciones constitucionales
reconociendo el carácter multicultural de las naciones (Diaz-Couder, Ernesto,
Revista Iberoamericana de Educación, 11-30, 1998; Gigante, Elba, 1995)
en contraposición con los ordenamientos anteriores que enfatizaban la
igualdad y homogeneidad cultural. Estos cambios constitucionales son presentados
como si fueran consecuencia de una especie de evolución democrática hacia
la ampliación de las libertades civiles y culturales propias de un estado
liberal, es decir, como condición para una exitosa entrada en la globalización
económica. Así el rostro multicultural del (neo)liberalismo latinoamericano
de fin de siglo se presenta a sí mismo como evidencia de su vocación democrática
y del concomitante respeto a los derechos de las minorías culturales y
lingüísticas, a cambio de un relativo (y asimétrico) relajamiento de la
soberanía nacional y del principio de unidad nacional, entendida ésta
última como homogeneidad y particularidad cultural. Lo anterior nos muestra
que la así llamada globalización no es un fenómeno que ocurre de manera
igual e igualitaria en todos los países; que sus efectos y por tanto las
estrategias para enfrentarlo deben adecuarse a las condiciones de cada
país o región. No existen soluciones únicas. En términos generales. para
el caso de la América Latina es necesario contrarrestar los efectos de
un libre mercado lingüístico de intercambios sumamente asimétricos y desventajosos,
mediante el establecimiento de un multilingüismo explícito e institucional.
Uno casi podría decir, mediante el establecimiento de políticas multiculturales
explícitas e institucionales. En esto el papel de un proyecto educativo
intercultural parece esencial. La apertura unilateral de los mercados
nacionales de los ahora llamados países emergentes y su participación
en la globalización mediante acuerdos de libre comercio es una receta
bastante tóxica para el mantenimiento de la pluralidad lingüística. La
así llamada globalización no es un fenómeno que ocurre de manera igual
e igualitaria en todos los países; sus efectos y las estrategias para
enfrentarlo deben adecuarse a las condiciones de cada país o región. |