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El eje articulador de la derecha paraguaya: la reforma neoliberal del Estado.
Propiamente hablando, en el Paraguay nunca ha habido una fuerza política ideológicamente de derechas. Ha habido (y los hay en abundancia) conservadores, movimientos de inspiración nacional-socialista, élites de pensamiento decimonónico vinculadas a los sectores latifundistas, gente, fracciones de partidos y partidos reaccionarios a todo cambio, movimientos verticalistas y autoritarios. De esto ha existido siempre, pero lo que se llama gente de derechas no.


Tomás Palau Viladesau

Hoy por fin, estamos asistiendo al advenimiento -tardío por cierto- de gente no tan tosca a la que puede definirse como de derechas. Sin llegar a constituir todavía un movimiento político propiamente tal (por el hecho de estar sus integrantes más conspicuos en todos los partidos tradicionales y en otras partes), tienen sin embargo, bastante presencia y fuerza política. Se agrupan detrás del estandarte de la reforma del Estado, una reforma por supuesto, de completa inspiración neoliberal, que asume sin atisbo de crítica los lineamientos ideológicos del Consenso de Washington y las recetas prácticas de los organismos multilaterales de "ayuda al desarrollo". Basándome en los Objetivos del Programa de Reforma del Estado. Agenda Política de las Reformas, editado por la ONG "Ciudadanos por la Reforma", comento a continuación críticamente los postulados que dan forma a la derecha paraguaya. Para facilitar la lectura pongo en cursivas lo que ellos plantean. Un elemento que aparece reiterativamente en el ideario de los "reformistas" es el de que hace falta un Estado que permita hacer mejores negocios. En este sentido son muy claros: por encima de todo molesta cualquier forma de intervención que atente contra las posibilidades de obtención de lucro por parte de las empresas privadas. La competitividad y la inversión son, el mecanismo y la meta, que se buscan como valores fundantes de esta visión de mundo. Se conforma así un primer eje clave: inversión - negocios - competitividad. En un plano ya más operativo y menos "conceptual", proponen que para hacer la reforma del Estado, hay que asumir los costos (sociales) de la estabilización macroeconómica y financiera, de este modo se logrará construir un nuevo paradigma de desarrollo (?), una nueva relación del Estado con la sociedad. Vayamos por partes: por estabilización macroeconómica se entiende básicamente el control del déficit fiscal y de la inflación (además de otras variables de menor importancia). Ambas cosas, pero sobre todo la eliminación del déficit fiscal, son absolutamente claves para poder pagar los servicios de la deuda externa (que es el gran drama que tienen Ashwell y el Ministro de Hacienda en este momento, para lo cual emiten bonos, o sea, patean el problema para adelante). Esta rara preocupación por ser y tener la imagen de un "buen pagador" está por encima de cualquier compromiso, incluso por encima de recortar en Gs. 20 mil millones el presupuesto del Hospital Nacional de Itauguá. A esto aluden los "reformistas" cuando dicen que "deberán asumirse los costos sociales de la estabilización". Hablan también de un nuevo "paradigma de desarrollo" a través del cual, una vez redefinidas las relaciones Estado-Sociedad, probablemente superaremos nuestros problemas de corrupción, atraso, pobreza. Siendo como soy, alguien que estudió sociología y que asiste con bastante frecuencia a eventos internacionales sobre estos temas, no había oído hablar acerca de las propuestas neoliberales, como constituyendo paradigmas hacia el desarrollo. Más bien, lo que se escucha andando por ahí en esos Seminarios y Congresos, es que las reformas conservadoras de Estados, las privatizaciones, las recetas de organismos multilaterales, han propiciado ritmos antes desconocidos de empobrecimiento de las poblaciones de los países en los que se ha aplicado. Por otro lado, no creo que los Provinciales jesuitas de América Latina sean tan despistados y estén tan poco informados, como para haber sacado esa carta pastoral que publicaron en noviembre de 1996, sobre los estragos producidos por los neoliberales. Los "reformistas" de la derecha paraguaya apelan también al siguiente discurso: los ajustes requeridos para poder (re)orientar los recursos públicos suponen la reducción de su burocracia e ineficiencia instalada en el sector público y empresas del estado. Por lo cual, continúan diciendo, van a hacer falta programas de reconversión y reinserción laboral de empleados públicos. No cabe la menor duda acerca de que hay que reducir la burocracia ineficiente del sector público. No hace falta ser neoliberal para saber eso. El problema es que, "no por mucho privatizar nos volveremos eficientes más temprano". Sacando números: 180 mil funcionarios públicos, las 5 empresas públicas más "apetitosas" no superan los 14 mil. Suponiendo que quede la mitad de los funcionarios, se reduciría el gasto público en salarios de 7 mil funcionarios, exactamente el 3.9% del actual gasto público total en salarios. Además, vaya uno a saber cuánto va a costar, en términos de aumento de la deuda externa, ese programa de reconversión y reinserción laboral que nos preanuncian. En otros países por lo menos, no han servido casi de nada. En suma, no reducirán la burocracia, ni la ineficiencia, y encima quedaremos con más desocupados y más deuda externa. Téngase en cuenta por otra parte, que la causa de la burocracia, de la ineficiencia, de los supernumerarios, no son "las empresas", son los políticos que ponen a recomendados y planilleros a cobrar de esas empresas. Sería bueno que los "reformistas" empiecen por una reforma de los partidos políticos para hacerlos menos corruptos y más sensibles socialmente. Pero de eso habrá que olvidarse, ya que esa reforma no da dividendos, no es negocio. Esgrimen además que la nueva relación del Estado con la sociedad debe basarse en una mayor delegación de poder político y económico a la sociedad, retirando al Estado del monopolio de las decisiones económicas y políticas. Esta es por un lado, una simple expresión de deseo: el poder político nunca estuvo en la sociedad, sino en los grandes grupos económicos que alquilan políticos para trabajar para ellos, y menos aún lo podrán delegar en este momento. Por otro lado, es falso que el Estado tenga el monopolio de las decisiones económicas. Muy por el contrario, cada vez más las decisiones importantes desde el punto de vista económico, están en manos del capital financiero y de los organismos multilaterales que representan sus intereses. Sostienen además los "reformistas" que la nueva relación del Estado con la sociedad debe basarse en que el Estado se ocupe de prestar bienes y servicios (públicos) que no pueden ser provistos por la iniciativa privada y que son necesarios para mantener el bienestar de la población, mientras se libera a la iniciativa privada y la creatividad de la sociedad la dotación de bienes y servicios privados. Para mantener el bienestar de la población hace falta un sistema de salud eficiente, educación de alta cobertura y calidad, transporte público y vivienda a precios accesibles y buenos, tierra para los campesinos, créditos blandos orientados a la producción y en fin, cosas similares. Ellos nos proponen liberar a la iniciativa privada y a la "creatividad" de la sociedad la dotación de bienes y servicios privados. No nos consta que la medicina pre-paga y la privada sea accesible, que la educación privada sea accesible y de calidad. Menos aún nos consta que el transporte (totalmente privatizado en nuestro país) sea producto de la "creatividad" de la iniciativa privada. O que los bancos privados provean créditos blandos y oportunos para la producción. El postulado arriba mencionado por los "reformistas" es un mero cliché justificatorio de las privatizaciones. Clichés de los que están formados los lineamientos ideológicos de esta derecha de papel carbónico. Para lo anterior, dicen los neoliberales, debe fortalecerse la institucionalidad, mediante la promulgación de un marco jurídico que defina, garantice, formalice y registre los derechos de propiedad, y otro, sobre mercado y competencia. A ellos sólo les preocupa un marco jurídico que defienda la propiedad, el mercado y la competencia. Para el resto de las cosas; para los conflictos de tierra, para los defraudadores de la confianza pública, para los evasores, para castigar a toda esa caterva de oportunistas y delincuentes, el marco jurídico puede quedar como está. Eso sí, hay que tener una ley de patentes, un instrumento para legislar la inviolabilidad del "libre mercado", para garantizar la competitividad. Leyes anti-trusts y anti- monopolios no, eso no es necesario. Siguen diciendo estos representantes de la derecha nacional que, para asegurar la democracia y mejorar la capacidad competitiva del país, cada decisión de "ajuste" debe venir acompañada de un modelo administrativo descentralizado que permita medir su eficiencia e impacto. Falacia tras falacia: para medir el impacto de una medida, o para determinar su grado de eficiencia (con respecto a qué?), no hace falta descentralizar. Esto es la negación de los principios rectores de una teoría de la organización, de la gestión y de la planificación. Sería bueno que lo digan con todas sus letras: quieren la descentralización porque las empresas privadas negocian mucho más fácilmente con poderes débiles como los locales (gobernaciones y municipios, que no tienen ni presupuesto, ni poder político) que con las instancias de nivel nacional, porque las "comisiones" que podrían pagarse a una municipalidad no son ni la décima parte de las que habría que pagar a nivel central. Tal como se está encarando en nuestro país, descentralizar es dividir en pedacitos el poder público para que luego, la "iniciativa y la creatividad" de las empresas privadas (la mayor parte de ellas multinacionales), puedan reinar, por aquello de "divide y vencerás". Es pobre y poco convincente el menú argumentativo de la derecha paraguaya. Por lo demás no tiene nada de creatividad, es una repetición fonográfica de material magnético grabado en capitales como Washington o escuelas de economía como las de la Universidad de Chicago o la Católica de Santiago de Chile. Saludamos complacidos el advenimiento de la derecha nacional, ahora sabemos quiénes son, donde están, qué piensan y qué nos tienen preparado para el futuro. Por lo menos, es un grupo de gente algo más predecible que la que veníamos teniendo en los cargos de conducción nacional. Por lo menos -aunque sean prestados- intentan usar argumentos, débiles, pero formas al menos de incipiente razonamiento. Sabemos que la mayoría de ellos son honestos, pero también sabemos que están profundamente equivocados. El pueblo paraguayo requiere de solidaridad, inteligencia, ejercicio de la soberanía y sobre todo, metas nacionales, no de aquellas que favorecen a las transnacionales. Las reformas conservadoras de Estados, las privatizaciones, las recetas de organismos multilaterales, han propiciado ritmos antes desconocidos de empobrecimiento de las poblaciones de los países en los que se ha aplicado. La causa de la burocracia, de la ineficiencia, de los supernumerarios, no son "las empresas", son los políticos que ponen a recomendados y planilleros a cobrar de esas empresas. Sería bueno que los "reformistas" empiecen por una reforma de los partidos políticos para hacerlos menos corruptos y más sensibles socialmente.
 
 
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