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PROPUESTAS BÍBLICAS PARA UNA SITUACIÓN DE CRISIS
Hace algunos años, cerca de San Joaquín, había preguntado una vez a un chaman mby'a guaraní por la vida de su comunidad. Me respondió, que había en ella algunos que no tenían más "camino", pero que Ñamandu les ayudaría a reencontrar nuevos caminos, dentro de la misma comunidad. Al constatar yo con sorpresa su parecido con nuestro Dios cristiano, aquel respondió tranquilamente: "¿Por qué hablás tanto de nuestro Dios y vuestro Dios? ¿A caso no es el mismo Dios?". Esta palabra suya me "iluminó", pues me ayudó llegar a lo esencial.


Margot Bremer, r.s.c.j. l

Comencé a preguntarme qué significaría en su lenguaje "no tener más camino". Probablemente se trataría de una situación profundamente humana, presente en cada cultura. Realmente existen situaciones límites que nos llevan a una crisis tan profunda que parece cortado todo camino y cerrado todo horizonte. El pasado parece muerto, el presente un funeral y el futuro una tumba.
Pero "crisis" no quiere decir "fin del camino o de la historia". Todo lo contrario: pues una situación crítica nos llama al movimiento: a discernir con coraje y decisión. Coraje para superar la sensación de parálisis; y decisión para romper con esquemas antiguos en busca de otros inauditos.
Una obra maestra para discernimientos en situaciones críticas es la Biblia. Ella nos ofrece un amplio abanico de propuestas frente a tales momentos, siempre dolorosos y por lo tanto despreciados pero a la vez siempre humanizantes y por lo tanto apreciables.

Las situaciones de crisis de Jesús
Jesús ha sentido y sufrido muchas crisis en su vida, justamente por ser tan extraordinariamente humano y coherente. La tuvo cada vez en que la gente depositaba su confianza en él como un liberador que triunfa sobre sus adversarios. Jesús, sin embargo, quiere llegar mucho más allá y por eso percibe en seguida el espejismo de está solución esperada por el pueblo, provocada por una desesperación generalizada. Jesús ve claramente la inviabilidad de un camino triunfalista, pero también percibe con claridad que el pueblo no aceptaría otro camino, más integral, más comunitario, más procesual. El pueblo espera de él sólo una solución inmediata que evidencia su superioridad de poder sobre los opresores; tanto el Imperio romano como el sistema religioso legalista. No quiere ser ni un Bar Kochba ni un Barrabás, sin propuestas alternativas respecto al futuro. No quiere ser como el falso profeta Ananías que quitó con ligereza el yugo simbólico del verdadero profeta Jeremías, rompiéndolo en público (Jer 28,10); había preferido agradar al pueblo que salvarlo.
Jesús está dispuesto pagar el precio por la verdadera salvación, renunciando -igual que Jeremías- a la engañosa adulación del pueblo. Sabe que hay mucha gente interesada en que no llegue a todos, sino solamente a algunos, esta liberación. Contra tal lógica de exclusión, Jesús propone otra de una inclusión, dando muestras con sus así llamadas "multiplicaciones de pan", siempre mal interpretadas por los mismos participantes (p.e. Jn 6,26).
Jesús sabe, si él pierde ahora la confianza en el pueblo, éste no le va a seguir más. Jesús está en crisis. Finalmente, con coraje, él rompe con esa esperanza "light" que su pueblo quiere que le brinde, proponiendo un camino impopular e inaudito, con el riesgo de perder todo. Incluso sus propios discípulos se espantan (v. 66). Sin embargo, desde una mirada de la historia del reverso, Jesús decididamente renuncia al triunfalismo y al éxito. A partir de experiencias, él propone hacer morir las ilusiones autofabricadas para hacer germinar -en medio de toda la injusticia y la corrupción- la vida nueva del reino. Un paradigma histórico para esta propuesta representa el viejo Abrahán, que intentó, junto con Sara, con modos inmediatistas, asegurar su sueño del futuro pueblo. Tenían que liberarse del esquema acostumbrado de solucionarlo; tenían que entrar en la noche oscura para poder descubrir la inmensidad de estrellas. Frente a esta perspectiva de años de luces y sueños infinitos, ellos reconocieron los sueños de Dios superiores y se abrieron a lo inaudito y hasta a lo imposible (Gen 18,14) Descubrieron, desde la óptica de Dios, que su propia impotencia, siempre experimentada como muerte, ahora era la condición para dejar a Dios generar la vida nueva.
También Jesús sueña con una nueva humanidad, con el reino. En el monte Tabor se manifiesta su situación crítica en relación con su pueblo. El se mira desde el fin del reino, transversalmente opuesto a la de la gente. Cuando Lucas dice "aconteció ocho días después de estos discursos" (Lc 9,28), entonces se refiere al día de la resurrección: pues el número 8 significa infinitud, eternidad. El verbo "acontecer", gr. egeneto, aparece en este texto seis veces para subrayar que la transfiguración del presente desde su último destino acontece ya en la historia. Esta mirada de la historia desde el futuro da coraje y decisión para encauzar el presente hacia la misma dirección.
Jesús decide arriesgarse y ofrece decididamente su propuesta, impopular pero salvífica: "en efecto, el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por causa mía, la asegurará" (Lc 9,23-24; cf. Jn 12, 25). Tal propuesta choca a cualquiera y él lo sabe. Se siente verdaderamente "turbado" (Jn 12,27) en esta crisis, pero la enfrenta con coraje y decisión: "Precisamente llegué a esta hora para encontrar esto que me angustia". No se entrega a la sin-salida, sino rompe con el esquema traidor de abandonar y desandar todo el camino corrido hasta ahora. Reopta, con toda la pasión de su vida, por la continuación de su propuesta inaugurada: el reino. Su turbación y su angustia expresan el sufrimiento por su pueblo del cual su propia carne se hace eco. Jesús propone en esta crisis optar por un futuro alternativo, aunque sea a un costo alto. Los que siguen este camino en su práctica (Lc 6,47), serán difamados, maltratados y perseguidos, pero experimentarán ya ahora la presencia incluyente del reino que están buscando (cf. bienaventuranzas). Esta experiencia ayuda a vivir este momento crítico desde el futuro, desde las estrellas de Abrahán, desde la transfiguración de Jesús, y esto impulsa a cambiar el presente.
¿Qué proponen para la situación de crisis los otros dos personajes en el monte Tabor: Moisés y Elías?

Crisis de Moisés
También Moisés ha conocido más que una vez aquella situación de crisis que le llevaba a turbación y angustia. También él ha vivido este sentido corporativo de salvar a los demás.
Una vez ha sido el momento en que Yavé rechazó a su pueblo que intentó poner su seguridad en la acumulación de bienes en vez de su repartición: símbolo es el becerro oro (1) Yavé quería recomenzar con Moisés sólo. Pero éste insiste en que Dios perdone a su pueblo "si no, bórrame del libro que has escrito" (Ex 32,32). Moisés manifiesta en esta situación de crisis su sentido corporativo: se hace eco del clamor del pueblo, renunciando a su privilegio. Tiene entrelazado fuertemente su propio destino con el del pueblo. Desde el horizonte del futuro del pueblo, Moisés enfoca su propia vida. Ama a su pueblo con el cual se identifica incondicionalmente: "Señor, si realmente me quieres, ven y camina con nosotros, aunque sea un pueblo rebelde; perdona nuestras faltas y pecados, y recíbenos por herencia tuya" (Ex 34,9). Ata su propio futuro al de su pueblo.
Más tarde, en otra situación de crisis, Moisés pide conocer el kabod (gloria) de Yavé. En el contexto de Moisés, Elías y Jesús en el Tabor, se descubre su significado más profundo. Kabod es "hígado" en el sentido figurado lo que para los guaraní sería py'a. Su función es esencial e insustituible en la vida del cuerpo (2). Al pedir Moisés a Yavé que le deje ver su kabod (Ex 33,18), le está pidiendo hacerle ver lo esencial, lo más interior de El. La respuesta de Yavé es dejar pasar toda su bondad (kal tobi) delante de él (v.19) así que "los israelitas podían ver el rostro resplandeciente de Moisés" (Ex 34,35). Ha sido una pre-transfiguración.
Moisés había pasado por muchas situaciones críticas en las que tuvo que romper sus propios límites en favor de su pueblo. Una vez más de llegado a este abismo, él se refugiaba en el hueco de una roca esperando poder experimentar lo esencial de su Dios. Al haber aprendido en la vida cotidiana a superarse a sí mismo en el servicio a su pueblo, Moisés podía identificarse con las preocupaciones y con los sentimientos de su Dios para con su pueblo. Por lo tanto, lo que irradiaba en el rostro de Moisés era el resplandor de su Dios, símbolo de una vida entregada al servicio (Siervo de Yavé) que reflejaba algo del gran sueño de Yavé para con su pueblo. Moisés había llegado, a través de la superación de muchas situaciones límites, a lo esencial de Yavé: su amor a este pueblo, que se manifiesta en una bondad infinita. En este mismo camino habrá llegado nuestro cacique mby'a guaraní a lo esencial de Dios y así llegarán todos aquellos que en situación crítica saben incluir la vida del pueblo en su opción personal.

Crisis en la vida de Elias
Elías, a pesar de representar a todos los profetas, es el más pobre de ellos. Lucha con mucho celo por el proyecto de Dios, proyecto de convivencia alternativa.
Acontece una vez que él gana (monte Carmelo) una competencia religiosa contra 450 profetas de Baal, contratados y asalariados por la reina fenicia Jezabel, esposa del rey Ajab de Israel. Con este triunfo, Elías cree convencer a su pueblo para siempre de que Yavé es el verdadero dios de este pueblo. Lo subraya, aprovechándose del privilegio de su victoria para eliminar sus numerosos adversarios (cf. 1 Re 18,19). Este procedimiento atrae consecuentemente el odio y la persecución de la reina sobre el profeta así que le lleva a tal desesperación hasta que querer morir (1 Re 19,4). Prefiere entregar su vida a Dios antes de continuar esta crisis: "ya basta, Yavé, toma mi vida".
Pero Yavé no acepta su vida en este momento crítico. Todo lo contrario: "Levántate, y come", le ordena (1 Re 19,5.7). Y Elías tiene que caminar durante 40 días por el desierto, así como su pueblo hace cuatro siglos. Esta clase de desear morir no daría vida nueva a su pueblo. Elías tiene que aprender a ver su misión desde la perspectiva de Yavé.
Pasa la noche en una cueva, y, parecido a la historia de Moisés, Yavé pasa por delante de él. Sale a la oscuridad como Abrahán, pero no para mirar las estrellas, sino para experimentar a un Dios distinto al que él creía: No se trata de un dios a su medida, comparable a un huracán, un terremoto o un rayo, sino es un Dios de atenta escucha. No se le puede exigir una respuesta espectacular a la hora que él diga (cf. 1 Re 18,36-37), sino hay que buscarle atentamente en la brisa suave (cf. 1 Re 19,11-13).Elías, en su "ardor celoso por Yavé" (v.14), había actuado según sus propios criterios, en nombre de SU dios. Tiene que deshacerse del proyecto de un Dios a su fabricación y ponerse verdaderamente a su escucha y servicio. En este reconocimiento doloroso, el profeta vislumbra su verdadera misión: ungir a otros para que actúen, dejar de ser el protagonista. Simbólicamente tiene que desandar su camino anterior, atravesando el desierto otra vez (vv.15-16), pero ahora completamente cambiado: Elías es verdaderamente un Siervo de Yavé que se pone al servicio de un Dios del pueblo.
La crisis había llevado a Elías al deseo de morir, pero gracias al cambio de perspectiva, podía ser recreado por Yavé para poder servir a su pueblo. Esta transformación le convirtió en profeta por excelencia.

Recogiendo velas
Hay algunas coincidencias en los tres personajes que aparecen en el monte Tabor: Jesús, Moisés y Elías. Cada uno había pasado una crisis existencial que implicaba la posibilidad de perder su vida. En los tres casos aparentemente no había ninguna viabilidad de solución. Sin embargo, al seguir buscando a pesar de la oscuridad, con preocupación por la vida de su pueblo, habían recuperado su coraje. Comenzaron a mirar esta situación crítica del presente con ojos del futuro. En esta perspectiva se les abrió de nuevo el horizonte y el cielo se les llenó de estrellas. La nueva visión del futuro les hizo salir de la oscuridad del presente y atreverse a caminar en dirección hacia aquel futuro, entregarse en manos de Aquel quien les quiere. Para cada uno ha sido un camino desconocido; lo hicieron al andar. Pero sintieron en estos momentos la presencia de su Dios en la medida en que se identificaron con su proyecto con el pueblo, la nueva humanidad. Jesús expresa esta cercanía divina con su transfiguración, incluyendo a Moisés y Elías los dos que representan en su vida todas las experiencias del pueblo de presencia de Yavé en estas situaciones. Vale la pena hacer también esta experiencia.

Notas:
1 el becerro de oro simboliza la introducción de los bueyes en el sistema de ganado menor que perturbaba enormemente la equidad en el proyecto económico alternativo lo que conducía paulatinamente a la monarquía.
2 cf. Botterweck-Ringgren: Teologisches Wörterbuch zum AT, Stuttgart 1984, Bd. IV, sp.24.

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