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LA CONTRALORIA CIUDADANA.


La historia de la Contraloría ciudadana es muy reciente. Nace en San Juan Bautista de las Misiones en noviembre de 1997. Surge como una respuesta a la necesidad de defender al pueblo y la de enseñar al pueblo a defenderse por sí mismo, frente al atropello a su dignidad y sus derechos.

En efecto, el pueblo se encuentra, en la práctica, en total indefensión, pues las leyes y los discursos a la hora de la verdad son pura retórica. Pero, lo que es más: el ciudadano común no tiene protagonismo en nada y mucho menos en la participación para la democracia y para el cambio.

Mons. Mario M. Medina


En San Juan Bautista se constituye la Contraloría Ciudadana con características de la Contraloría General de la República y de la Defensoría del Pueblo. Por eso, nace con este doble nombre, tratando de ejercer las funciones de ambas instituciones, pero en sentido muy popular. Trata de controlar, de acuerdo a sus posibilidades, el uso y abuso de los bienes públicos, por un lado e interviene en defensa de los Derechos Humanos en los casos que se les presentan, tanto individual como colectivamente.

Poco a poco fue ganando terreno y obteniendo reconocimiento en la sociedad. Los humildes y sencillos lo reconocieron muy pronto y se alegraron de tener alguna entidad adonde recurrir en casos de necesidad. Las autoridades y los poderosos se resistieron más y tardaron en darle algún reconocimiento. La Contraloría ciudadana no
Y desconfianza que si no estuviera generado y apoyada por alguna figura de la Iglesia jerárquica, habría tardado mucho más en imponerse y ganar la dura batalla por la existencia y por el protagonismo en la comunidad.

En realidad su logro más significativo es que llegado a inculcar a la ciudadanía que ella tiene poder si está convencida de ello y se organiza adecuadamente, no sólo para defenderse sino sobre todo para protagonizar hechos significativos de cambios en la sociedad. Estamos convencidos que si el pueblo no tiene la convicción y la voluntad de organizarse, tampoco podrá defenderse de la múltiples agresiones que de es objeto. Aún más: inevitablemente formará parte de los excluidos, un fenómeno doloroso de nuestro continente latinoamericano.
Fue alentador ver el crecimiento cuantitativo de la Contraloría Ciudadana. Rápidamente se extendió en Misiones y otros departamentos la Red de Contralorías Ciudadanas, conformadas por Contralorías de San Juan Bautista, Ayolas, San Ignacio, Pilar, Encarnación, Paraguari, Caaguazú y otras.
Este hecho es alentador y muy significativo. Es como una suerte de confederación de organizaciones populares, lo que permitirá una lucha más firme contra la corrupción y la impunidad, verdaderos cánceres que corroen la vida democrática y los mismos cimientos del país.

Ha de ofrecer también interesantes alternativas para la articulación ciudadana en esta débil democracia y otras iniciativas inéditas, populares y efectivas en búsqueda de contraponer valores superiores a los de la sociedad de consumo.
De hecho, la corta experiencia de tres años nos ha brindado satisfacciones y logros impensados que van desde el arreglo de litigios domésticos, pasando por casos judiciales hasta la remoción de autoridades comprobamos en realidad, que un pueblo conciente y organizado puede pesar mucho en la búsqueda de soluciones de, al menos, algunos problemas que aquejan a la comunidad.

También tenemos la gran alegría y el sano orgullo de que la Contraloría Ciudadana ha funcionado bien sin apoyo económico alguno.
Esto da la pauta de que es posible hacer algo dentro de una sociedad marcada fuertemente por el dinero que cuando se convierte en dios distorsiona las cosas y convierte, en muchos casos, en esclavos y corruptos a sus adoradores. Naturalmente la Contraloría Ciudadana tiene que estar conformada por ciudadanos / as honestos, patriotas, idealistas...

Hemos de afirmar, que en nuestro país no todo está perdido. Si bien es cierto que estamos asistiendo en una época de graves crisis, no obstante, tenemos aún mucha reserva moral en el pueblo, particularmente en el campesinado y en el de los jóvenes. Por esta razón nadie pierda la esperanza de tiempos mejores y todos nos pongamos a pergeñar una sociedad honesta, fraterna y solidaria. Es y será el Paraguay que queremos.



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