Constatamos,
ante todo, un profundo desaliento y constantes frustraciones que pesan
sobre toda la nación. Por eso, siendo fieles a la tradición
de nuestra acción de Pastores, nuestro aporte como Obispos será
buscar en todo momento, e instar a que se busque, el bienestar temporal,
moral y espiritual. de nuestros conciudadanos, especialmente en estos
momentos duros de aguda crisis.
Hacemos un urgente llamado a las autoridades, dirigentes políticos
y sindicales, a los empresarios y a todos los ciudadanos a comprometerse
a reconstruir la moral de nuestro pueblo.
Un pasado
que nos compromete
Grandes esperanzas
se habían suscitado en marzo de 1999, como apuntábamos en
nuestro Llamado del 7 de mayo de ese año; esperanzas surgidas de
la decisión y del sacrificio, y que inclusive ha costado vidas
humanas. Muy a pesar nuestro, en nuestra Carta colectiva del 26 de marzo
del 2000, nos veíamos forzados a decir: Hoy, después de
un año de varios frustrados intentos de recuperación en
el campo socio-político, económico, cultural y moral, esas
esperanzas han desembocado en la pérdida de confianza en las instituciones
del gobierno, en la administración de la justicia, en la legislatura,
en los partidos políticos, y hasta en las directivas de muchas
organizaciones sociales y sindicales.
Y todavía, en nuestra Exhortación del 9 de marzo del 2001,
teníamos que afirmar: Estamos llegando a límites extremos
en la crisis que sacude al país entero, afirmación que reiterábamos
en nuestro Mensaje del 26 de junio de este año: Es inevitable la
mención de la crisis profunda que afecta el Paraguay todo. Una
crisis que abarca lo social y lo económico, lo político
y lo jurídico. Y, muy especialmente, lo ético.
Caminos
de reconstrucción moral
1.
Nos parece evidente que este estado de verdadera emergencia nacional sólo
puede ser superado, en principio, con soluciones urgentes de orden político.
En este sentido, los partidos políticos tienen la gran responsabilidad
para ofrecer las soluciones pertinentes a ese campo. Sobre todo, necesitan
ser reparados lo antes posible, el quiebre del liderazgo y la persistente
inestabilidad, unidas a la incapacidad de los partidos políticos
de transformarse internamente en forma radical y profunda y a su incapacidad
de servir dignamente al país.
El abuso de la política y del poder crean un caos político,
con su increíble cuota de corrupción, que el país
ya no puede soportar. Ese es el agravante mayor de los problemas económicos
y sociales que esperan una urgente solución. Por eso exigimos que
estos cambios se realicen sin tardar, teniendo en cuenta el respeto y
la defensa de la institucionalidad y del estado de derecho, cumpliendo
fielmente los mandatos constitucionales.
Una necesidad imperiosa es la formación integral de líderes
políticos honestos, idóneos en el desempeño de sus
funciones y eficaces en la gestión del bien común, para
que de veras sean los primeros responsables para generar la mentalidad
de una auténtica política capaz de transformar la sociedad.
2. Repetimos cuanto decíamos en nuestra carta Por un Paraguay
honesto, solidario y fraterno, de marzo del 2000: Es necesario crear un
nuevo orden social, un modelo diferente de sociedad, que humanice, moralice
y dignifique nuestra vida nacional. Para que esto se realice es importante
tener una visión compartida del país que se quiere. Esa
visión debe desterrar en su propio concepto la corrupción
que mina y destruye la personalidad del ser paraguayo y erradicar la impunidad
que no es otra cosa sino el caldo de cultivo de la corrupción.
El nuevo orden debe tener como marco la Constitución Nacional,
que, por imperfecta que pueda parecer a algunos, de hecho, debe ser respetada,
acatada y perfeccionada, y de ninguna manera anulada en la vida cotidiana
por intereses partidarios y maniobras de grupos. La verdadera garantía
para un estado democrático ha de ser justamente la vigencia inalterable
de la Carta Magna.
Sin embargo, no debemos soslayar la oportuna revisión de nuestra
Carta Magna y de la Ley Electoral, juntamente con las demás leyes
que necesitan ajustarse a las necesidades de ese nuevo orden social
Pero, sobre todo, el cimiento fundamental para construir este nuevo orden
social está en una educación integral de todo hombre y mujer
paraguayos. Un pueblo educado en los valores humanos y democráticos,
impregnado de una visión realista de su futuro, y entrenado para
vivenciarlos en su vida cotidiana, podrá crear este nuevo orden
social.
3. E inmediatamente, con una auténtica capacidad gestora de las
instituciones, se deben afrontar, como primera prioridad, el problema
del trabajo, y de la revitalización jurídica y económica
de la familia.
De esta manera la gran mayoría de los paraguayos dejarán
de sentirse humillados en lo más profundo de su ser por la vida
desastrosa que les obligan a vivir los responsables de la gestión
pública o de la privada al servicio de la comunidad, y por la imagen
vergonzosa que este país de héroes, de gente pobre pero
digna y sacrificada, proyecta en este momento en la comunidad internacional.
Creemos defender y promover la familia, vale decir, en su única
expresión de unión indisoluble de amor y solidaridad del
hombre y la mujer con los hijos, contribuirá para que ésta
sea el núcleo humano regulador de un futuro promisorio y de una
reconstrucción moral de toda la sociedad.
También los jóvenes que van conquistando espacios importantes
de participación requieren todo el amparo y la protección
de las leyes que garanticen su sano crecimiento.
4. Al mismo tiempo, es claro -como no escapa a nadie- que es también
llegada la hora de que las inmensas fortunas mal habidas, las resultantes
del pernicioso contrabando, el clientelismo perverso, el dinero obtenido
por especulación, los terribles gastos inútiles y/o sobrefacturados
y obtenidos sin escrúpulos, de la administración pública
deben ser recuperados y dedicados al bien común y al desarrollo
del país.
Que estas actividades formen parte de plan de gobierno para ejecutar obras
de desarrollo y, que dejen de ser el gran negocio de un capitalismo sin
corazón, sin moral y sin control alguno del Estado y de la comunidad
nacional.
Nos interpela con fuerza la exhortación del Apóstol Pablo
a los cristianos de Éfeso: El que roba deje de robar y póngase
a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga que
dar algo a los necesitados (Ef 4, 28).
Es también urgente la Reforma de la ley de la Defensa Nacional
que debe incluir con prioridad la reestructuración de unas Fuerzas
Armadas más profesionalizadas, acordes con las necesidades históricas
de nuestro país y que reduzca sustancialmente la carga económica
que pesa sobre la población.
5. La Iglesia no se cansará de recordar, a tiempo y a destiempo,
parezca o no realista a los pensadores y analistas de la situación
nacional, que los cambios necesarios dependen en última instancia
de la transformación de la persona y de todas sus relaciones sociales,
y que no se realizan sin la conversión de la mente y del corazón.
Esta responsabilidad nos toca a todos, gobernantes, dirigentes políticos
y sociales y al pueblo todo. No podemos eludir ni siquiera postergar esta
enorme responsabilidad de la cual la historia nos demandará.
La Palabra de Dios, en la carta de San Pablo a los cristianos de Éfeso
nos dice: Ustedes deben renovarse en su mente y en su espíritu,
y revestirse de la nueva naturaleza, creada según la voluntad de
Dios y que se muestra en una vida recta y pura, basada en la verdad. (Ef
4,23-24).
Esta conversión ha de traducirse en una solidaridad activa, como
aquella de los primeros cristianos, que haga viable el cambio de nuestras
estructuras económicas y sociales, que debe acompañar necesariamente
y al mismo tiempo el cambio de nuestra mentalidad ciudadana. Es importante
pensar y elaborar planes hacia una economía solidaria de tal manera
que se establezca, lo que llamamos solidaridad globalizada.
Para lo cual hace falta una gran dosis de auténtico patriotismo,
de ese patriotismo del que nuestra historia patria nos presenta testigos
heroicos.
La Iglesia se siente comprometida en colaborar para la realización
efectiva de estos cambios. Particularmente nos comprometemos en ofrecer
los elementos contenidos en el Evangelio del Señor Jesús
para que cada persona tenga la posibilidad de cambiar desde su mente y
su corazón. Ello contribuirá para que la coherencia de la
vida cotidiana se manifieste en todas las instancias de nuestra sociedad.
El mismo tiempo, la sociedad civil debe poner todo su empeño para
apresurar la formación y la vigencia de una nueva actitud cívica
y moral en nuestra sociedad buscando metodologías aún más
eficaces de acción y se llegue a formar una conciencia capaz de
transformar las dimensiones humanas y espirituales de la vida.
6. Nos parece oportuno repetir aquí el clamor de nuestro
Llamado del 7 de Mayo de 1999, que conserva toda su actualidad: Al terminar
nuestro llamado pastoral, nos hacemos eco de la enseñanza evangélica:
Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo
(cfc Mt 12,25).
Pedimos buscar todos juntos la comunió n y la unidad que facilitarán
la convivencia fraterna y lograr así puntos de acuerdo entre la
sociedad civil y el Estado y sobre todo atender las necesidades más
urgentes, especialmente de los sectores más empobrecidos.
Esta actitud de disponibilidad y de generosidad que implica sacrificios
ya no admite postergaciones en este momento tan grave de la vida del país.
Conclusión
Cuando
las fuerzas humanas decaen y el desaliento comienza a destruir las bases
morales de un pueblo, no se debe perder la fe y la esperanza en el Padre
Providente siguiendo las palabras de Jesús: Yo estaré con
ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20).
Recordamos el mensaje del Santo Padre a los Obispos durante la última
Visita ad Limina: Veo con satisfacción cómo los Obispos
del Paraguay han acompañado y siguen acompañando a su pueblo
en la búsqueda, no siempre fácil, de una convivencia armónica
y pacífica, basada en los valores de la justicia, la solidaridad
y la libertad.
Evocando la historia de nuestra patria, creemos que los paraguayos de
hoy somos capaces de ser protagonistas de estos cambios tan necesarios
y urgentes.
Como pastores de nuestro pueblo creyente, ponemos nuestra confianza en
Aquel que lo puede todo, y que suele actuar a través de aquellos
hombres y mujeres, que llenos de esperanza empeñan sus esfuerzos
por reconstruir, día tras día, las bases de la convivencia
moral y de la paz.
Convencidos de la protección de nuestro compatriota San Roque González
de Santa Cruz, rogamos a Jesús, el Buen Pastor, cuide su rebaño
y que María Santísima, Nuestra Señora de los Milagros
de Caacupé, bendiga los caminos que debemos recorrer para comenzar
y llevar a término la impostergable reconstrucción moral
de nuestro pueblo.
A todos aseguramos nuestro sincero afecto acompañado de nuestras
oraciones y bendición pastoral.
Asunción, 20 de Julio del 2001.
Siguen las firmas de los Obispos del Paraguay.
Una necesidad imperiosa es la formación integral de líderes
políticos honestos, idóneos en el desempeño de sus
funciones y eficaces en la gestión del bien común, para
que de veras sean los primeros responsables para generar la mentalidad
de una auténtica política capaz de transformar la sociedad
La Iglesia
no se cansará de recordar, a tiempo y a destiempo, parezca o no
realista a los pensadores y analistas de la situación nacional,
que los cambios necesarios dependen en última instancia de la transformación
de la persona y de todas sus relaciones sociales, y que no se realizan
sin la conversión de la mente y del corazón
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