Paraguay es como un paraíso perdido. De repente uno puede encontrar
del modo menos pensado un eslabón de su pasado. Este es un poco
el caso del Marqués Robert de Wavrin (1888-1971), quien visitó
el centro de América del Sur y realizó varias películas
mudas en 1924-1925 sobre esos sitios inexplorados por la cámara
cinematográfica. El rescate de tan valioso cuan desconocido material
audiovisual es de suma importancia tanto para la historia del documental,
como de nuestro pasado reciente.
Nacido en el seno de una familia noble, el Marqués Robert-Frederic-Jean-Marie-Joseph-Ghislain,
Comte de Villers au Tertre, nació el 29 de agosto en Bottelaere,
una ciudad flamenca al este de Bélgica y murió el 29 de
junio en Uccle. Su formación en altos centros de estudios, lo llevó
a los 25 años a viajar hasta Sudamérica, donde entró
en contacto con parcialidades indígenas, criollos y formas de vida
que le eran completamente desconocidos.
El estallido de la Guerra Europea le obliga a regresar en 1916 para enrollarse
en el Ejército belga, hasta su desmovilización en 1919.
Retorna a la región del Gran Chaco, pero en esta ocasión
trae consigo un cinematógrafo, con el cual capta imágenes
que luego se transforman en la película muda En el corazón
de América del Sur (In the Heart of South America), 975 metros,
16 f/s (1924), de la cual se tiene abundante iconografía gracias
a los artículos publicados en la revista parisina Cine-Miroir.
Bajo el título de "El gran documental en tres actos editado
por Aubert, En el centro de la América del Sur desconocida",
el 15 de marzo de 1925 dos páginas son dedicadas a ese material
que constituye uno de los mejores antecedentes de la vida y costumbres
en esta parte del continente.
De Wavrin realiza en ese mismo año los documentales Entre los indios
hechiceros (Chez les Indians sorciers), Las cataratas del Yguazú,
Los indios del Gran Chaco, Las plantaciones de azúcar del noroeste
de la Argentina. Todas son a 16 f/s, blanco y negro, con duración
indeterminada.
Sobre el paso de De Wavrin por el Paraguay quedan algunos cabos sueltos,
pues inclusive en pleno 2001 la obra del gran explorador sigue oculta
en un velo de misterio. Estas cintas del periodo mudo están perdidas
y solamente la obra posterior, ya sonora, es parcialmente valorada.
El prestigioso historiador francés Sadoul (1974) solamente menciona
el nombre del valón en ese periodo, mientras otros autores como
Barnouw (1974), Meran Barzan (1974), Musser (1996) e Izod y Kilborn (1998)
ni siquiera citan a De Wavrin.
"Pienso que todos los filmes del periodo silente de De Wavrin están
perdidos para siempre", opina Clementine De Blieck en su oficina
en pleno centro de Bruselas, en el Royal Film Archive (Archivo Cinematográfico
Real, RFA). De Blieck trabaja desde fines de los años 60 rescatando
materiales de diferentes acervos y es una gran admiradora de la obra del
explorador.
Las razones esgrimidas por De Blieck tienen un fundamento histórico.
Cuando el ejército de Adolfo Hitler invadió Bélgica,
una de las primeras cosas que se llevó fue el archivo de las filmotecas.
Las películas permanecieron en Berlín hasta que las fuerzas
rusas, primeras en ingresar a la capital del Tercer Reich, las vuelven
a cargar en camiones para transportarlas hasta Moscú.
En esos saqueos es donde tal vez se hayan perdido parte de las realizaciones
de De Wavrin, aunque según comentó el hijo del Marqués,
su padre en vida entregó todos los copiones a centros especializados
en París, Bruselas y Londres. También existe la posibilidad
de que algunos actos de esos documentales estén en América
del Sur, continente al cual le brindó sus mejores energías.
Accion
Top |