.
.

REFLEXIONES DESDE UN HOSPITAL PÚBLICO.
Al comenzar a recabar datos sobre los diferentes aspectos de un trabajo coti-diano pueden saltar muchos hechos novedosos, algunos agradables, anecdóti-cos, otros lamentables hasta aquellos que se podrían tipificar como ilícitos. Estas líneas se gestaron al comprobar que cada vez menos pacientes pueden, en esta situación de crisis económica, comprar sus remedios, y por consi-guiente conseguir un tratamiento para la afección que los aqueja..


Victoria Rivelli(*)

La receta medica en tiempos de crisis

Para hacerme entender mejor por los lectores voy a ejemplificar con una patología que conozco en mi práctica especializada como dermatóloga: la Paracoccidioidomicosis. Es una infección causada por un hongo, que vive saprofíticamente en la naturaleza, que afecta en profundidad, no se limita solo a la piel como los más comunes que se conocen, pero tampoco es una enfermedad rara. Provoca su mayor lesión en los pulmones, en forma crónica. Ciertamente es curable, con tratamiento específico, pero dejado a su evolución natural es muy incapacitante y hasta puede ser fatal. El medicamento de primera línea, que sig-nifica mayor efectividad y menos efectos colaterales, es muy costoso por lo que los pacientes abandonan su tratamiento al darles esa receta. Por eso tenemos que recurrir a drogas de menor costo, pero seguimos creyendo que los pacientes de un hospital público se merecen una atención de calidad, y aspiramos a una salud pública que proteja los derechos, en acceso y cobertura, de todas las personas, en especial de los más carenciados.
Este tipo de situaciones obliga a considerar los factores que influyen en ello: la desidia de una institu-ción rectora que debería regular el precio de los productos y velar por la calidad de las drogas medicina-les.
En cuanto a la calidad de los productos, son pocos los datos que disponemos, obviamente porque re-queriría una investigación nada fácil, ante los casos en que sospechamos que un producto no funciona como debería y sin embargo al cambiar por la misma droga de otro origen se ven los resultados espera-dos, pero el paciente se desconcierta ante el costo muy alto de algo que "parece ser la misma cosa".
El paciente -todo ciudadano puede serlo en algún momento- está desprotegido ante estas situaciones, de allí que, en esa instancia de control mencionada deben participar todos los sectores involucrados.

Entrar mas a fondo

"¿Este es el País que querían?", preguntaba, con tono de lamento, una colega, en medio de una impo-tencia por no ver las soluciones esperadas a los problemas del Hospital donde trabajamos.
¡Claro que no es así como están las cosas que nos gusta este país, pero al que sí queremos!
Sin embargo, ¿cuál es nuestra actitud y nuestro actuar desde el trabajo médico que desempeñamos?
¿Qué hacemos para romper la inercia que nos lleva a un muro de lamentos?
Entre algunas cuestiones, una es que esperamos que mucho nos venga cayendo en bandeja desde arri-ba, y encima sin golpearnos, quizás por arte de magia. Parece ser que tenemos que esforzarnos más de lo que nos gustaría. Se trata de un espacio de lenta conquista, como lo ha sido todo aquello que valió la pe-na. Sólo poniendo inteligencia creativa y esfuerzo podemos construir.
Respeto a esa colega. Valoro que haya decidido poner su trabajo al servicio de los que acuden a un hospital público. Sé que se dedica en forma responsable a los pacientes.
Muchos hacemos lo mismo, pero quizás no basta, es además necesario ver que tantos problemas van más allá de la relación individual médico - paciente. Es necesario abrir los ojos a una realidad mayor, cierto que compleja, pero que reclama nuestra participación.
¿Por qué?. Porque cada uno, desde el ángulo que enfoca, tiene que aportar lo suyo. Y no es caridad, es responsabilidad. Responsabilidad que surge de asistir diariamente a decenas de personas sufrientes que acuden a nosotros. Responsabilidad de quien ha tenido acceso a una educación que le permite hoy recibir la información y analizarla, formarse una opinión y proponer un diálogo sobre ella.
Seguramente podemos aliviar mucho más de cuanto podemos medicar y así el acto médico se expan-de, puede tener mayor alcance y por tanto mayor beneficio.
Hay que ver que más allá de la buena voluntad del paciente en entender y seguir sus indicaciones, de cambiar hábitos de vida nocivos o incluso de la urgencia de procurarse medios para recobrar su salud, está toda una situación social y económica que le margina, que le oprime.
Para arribar a ese punto hay que conocer a la persona que se "desnuda" ante nosotros médicos, entrar con silencio y respeto en esa intimidad que se nos confía. Nos falta profundizar, mejorar esa nuestra diaria convivencia con la persona enferma. Es un mito por romper lo que muchas veces escuchamos de nuestros enseñantes y defendimos después: "No involucrarse para ser más eficientes". Si el que sufre a nuestro la-do siente esa mano sincera y cálida, que le toca sin temor, su temor también disminuirá.
Cambiar nuestra actitud de reprochar para "corregirle", por la de escuchar para comprenderle, valorar sus esfuerzos, sus logros, estimularle y lentamente entablar una relación de respeto y confianza. Romper nuestra concepción puramente teórica para involucrarnos más.
Muchas veces pensamos que los pacientes son "antojadizos", porque al final hacen lo que se les "an-toja", ¿pero hemos pensado alguna vez qué poco escuchamos lo que quieren relatarnos y qué escuetos somos al dar las indicaciones?
Participación y creatividad son los elementos que tenemos que desarrollar para avanzar ante este desa-fío que tenemos.
Ciertamente es más difícil, porque requiere de nosotros posibilidad de cambio, dejar quizás viejos moldes enraizados en nuestro actuar cotidiano, compromiso para con los demás, algo a lo que a veces te-memos, porque es menos arriesgado evadirse o decir que nada cambiará que intentar ver desde los ojos y la perspectiva del pobre, intentar desbaratar un sistema que los margina, intentar reunirnos en equipo a confrontar nuestras diferentes apreciaciones, a proponer ideas, intentar además enfrentarse a todo un sis-tema que nos quiere callados y abnegados, que nos pretende individualistas.
Tampoco somos pocos los que queremos que esta situación de desidia e indiferencia se revierta. Nos fortalecemos día a día desde ese compartir con los pacientes, aunque reconocemos que necesitamos sumar voces, ideas, acciones y esperanzas.
No estamos todos llamados al mismo punto de combate, pero sí podemos mirar desde la perspectiva de los pacientes. Las ideas y la fuerza comenzarán a llenarnos y buscaremos fomentar el diálogo promo-viendo soluciones desde nuestro entorno.

(*) Médica dermatóloga del Hospital Nacional


 

Accion Top

.© Derechos Reservado Uninet - Asunción, Paraguay