La
receta medica en tiempos de crisis
Para hacerme
entender mejor por los lectores voy a ejemplificar con una patología
que conozco en mi práctica especializada como dermatóloga:
la Paracoccidioidomicosis. Es una infección causada por un hongo,
que vive saprofíticamente en la naturaleza, que afecta en profundidad,
no se limita solo a la piel como los más comunes que se conocen,
pero tampoco es una enfermedad rara. Provoca su mayor lesión en
los pulmones, en forma crónica. Ciertamente es curable, con tratamiento
específico, pero dejado a su evolución natural es muy incapacitante
y hasta puede ser fatal. El medicamento de primera línea, que sig-nifica
mayor efectividad y menos efectos colaterales, es muy costoso por lo que
los pacientes abandonan su tratamiento al darles esa receta. Por eso tenemos
que recurrir a drogas de menor costo, pero seguimos creyendo que los pacientes
de un hospital público se merecen una atención de calidad,
y aspiramos a una salud pública que proteja los derechos, en acceso
y cobertura, de todas las personas, en especial de los más carenciados.
Este tipo de situaciones obliga a considerar los factores que influyen
en ello: la desidia de una institu-ción rectora que debería
regular el precio de los productos y velar por la calidad de las drogas
medicina-les.
En cuanto a la calidad de los productos, son pocos los datos que disponemos,
obviamente porque re-queriría una investigación nada fácil,
ante los casos en que sospechamos que un producto no funciona como debería
y sin embargo al cambiar por la misma droga de otro origen se ven los
resultados espera-dos, pero el paciente se desconcierta ante el costo
muy alto de algo que "parece ser la misma cosa".
El paciente -todo ciudadano puede serlo en algún momento- está
desprotegido ante estas situaciones, de allí que, en esa instancia
de control mencionada deben participar todos los sectores involucrados.
Entrar
mas a fondo
"¿Este
es el País que querían?", preguntaba, con tono de lamento,
una colega, en medio de una impo-tencia por no ver las soluciones esperadas
a los problemas del Hospital donde trabajamos.
¡Claro que no es así como están las cosas que nos
gusta este país, pero al que sí queremos!
Sin embargo, ¿cuál es nuestra actitud y nuestro actuar desde
el trabajo médico que desempeñamos?
¿Qué hacemos para romper la inercia que nos lleva a un muro
de lamentos?
Entre algunas cuestiones, una es que esperamos que mucho nos venga cayendo
en bandeja desde arri-ba, y encima sin golpearnos, quizás por arte
de magia. Parece ser que tenemos que esforzarnos más de lo que
nos gustaría. Se trata de un espacio de lenta conquista, como lo
ha sido todo aquello que valió la pe-na. Sólo poniendo inteligencia
creativa y esfuerzo podemos construir.
Respeto a esa colega. Valoro que haya decidido poner su trabajo al servicio
de los que acuden a un hospital público. Sé que se dedica
en forma responsable a los pacientes.
Muchos hacemos lo mismo, pero quizás no basta, es además
necesario ver que tantos problemas van más allá de la relación
individual médico - paciente. Es necesario abrir los ojos a una
realidad mayor, cierto que compleja, pero que reclama nuestra participación.
¿Por qué?. Porque cada uno, desde el ángulo que enfoca,
tiene que aportar lo suyo. Y no es caridad, es responsabilidad. Responsabilidad
que surge de asistir diariamente a decenas de personas sufrientes que
acuden a nosotros. Responsabilidad de quien ha tenido acceso a una educación
que le permite hoy recibir la información y analizarla, formarse
una opinión y proponer un diálogo sobre ella.
Seguramente podemos aliviar mucho más de cuanto podemos medicar
y así el acto médico se expan-de, puede tener mayor alcance
y por tanto mayor beneficio.
Hay que ver que más allá de la buena voluntad del paciente
en entender y seguir sus indicaciones, de cambiar hábitos de vida
nocivos o incluso de la urgencia de procurarse medios para recobrar su
salud, está toda una situación social y económica
que le margina, que le oprime.
Para arribar a ese punto hay que conocer a la persona que se "desnuda"
ante nosotros médicos, entrar con silencio y respeto en esa intimidad
que se nos confía. Nos falta profundizar, mejorar esa nuestra diaria
convivencia con la persona enferma. Es un mito por romper lo que muchas
veces escuchamos de nuestros enseñantes y defendimos después:
"No involucrarse para ser más eficientes". Si el que
sufre a nuestro la-do siente esa mano sincera y cálida, que le
toca sin temor, su temor también disminuirá.
Cambiar nuestra actitud de reprochar para "corregirle", por
la de escuchar para comprenderle, valorar sus esfuerzos, sus logros, estimularle
y lentamente entablar una relación de respeto y confianza. Romper
nuestra concepción puramente teórica para involucrarnos
más.
Muchas veces pensamos que los pacientes son "antojadizos", porque
al final hacen lo que se les "an-toja", ¿pero hemos pensado
alguna vez qué poco escuchamos lo que quieren relatarnos y qué
escuetos somos al dar las indicaciones?
Participación y creatividad son los elementos que tenemos que desarrollar
para avanzar ante este desa-fío que tenemos.
Ciertamente es más difícil, porque requiere de nosotros
posibilidad de cambio, dejar quizás viejos moldes enraizados en
nuestro actuar cotidiano, compromiso para con los demás, algo a
lo que a veces te-memos, porque es menos arriesgado evadirse o decir que
nada cambiará que intentar ver desde los ojos y la perspectiva
del pobre, intentar desbaratar un sistema que los margina, intentar reunirnos
en equipo a confrontar nuestras diferentes apreciaciones, a proponer ideas,
intentar además enfrentarse a todo un sis-tema que nos quiere callados
y abnegados, que nos pretende individualistas.
Tampoco somos pocos los que queremos que esta situación de desidia
e indiferencia se revierta. Nos fortalecemos día a día desde
ese compartir con los pacientes, aunque reconocemos que necesitamos sumar
voces, ideas, acciones y esperanzas.
No estamos todos llamados al mismo punto de combate, pero sí podemos
mirar desde la perspectiva de los pacientes. Las ideas y la fuerza comenzarán
a llenarnos y buscaremos fomentar el diálogo promo-viendo soluciones
desde nuestro entorno.
(*) Médica
dermatóloga del Hospital Nacional
Accion
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