Analistas
políticos hablan de que nuestro país sufre una grave y prolongada
"Crisis de gobernabilidad". Nos dice Carlos Martini, citando
a la revista "Veja": crisis de gobernabilidad "ocurre cuando
la mayor parte de la so-ciedad se vuelve contra el gobernante o contra
las instituciones y provoca lo que se llama una ruptura" (Veja, 25
de junio de 2001, Pág. 42).
Qué duda cabe que la mayoría de la gente está harta
del gobierno actual, y no es para menos.
A los factores que determinan el estancamiento de nuestra economía,
se suma la incapacidad casi total del Gobierno de adoptar medidas conducentes
a superar la crítica situación, debido principalmente al
alto grado de ineficacia y de corrupción que impera dentro del
mismo. Situación que hace que la pobreza castigue cada vez con
más fuerza la calidad de vida, no solamente de los sectores carenciados
sino también de las clases medias.
Hoy, en la mayoría de las familias paraguayas, el jefe o la jefa
del hogar, algún hijo / hija, hermano / hermana o algún
pariente cercano están sin trabajo.
Hace unos meses, esta crítica situación llevó a nuestro
país al borde de un estallido social de impredecibles consecuencias.
Las principales organizaciones y gremios, pertenecientes a distintos sectores
sociales y políticos, se hallaban organizando movilizaciones contra
el Gobierno Nacional.
Algunas de estas manifestaciones se realizaron con signos de violencia
y amenazando con llegar a más.
La iniciativa
de MIANSI
Preocupados
por esta situación, los miembros del Movimiento de Renovación
Cristiana del Paraguay, MIAMSI, nos reunimos con miembros de otros movimientos
eclesiales, con referentes importantes en la sociedad civil, técnicos
y algunos políticos, para reflexionar sobre la crisis del país
y sus posibles salidas.
Se analizaron dentro del marco constitucional, distintas alternativas.
Se optó por trabajar, en unión a otras organizaciones, por
lograr que representantes de organizaciones de la sociedad civil y dirigentes
políticos, trabajen juntos "hasta encontrar una propuesta
de solución que satisfaga, mí-nimamente, las aspiraciones
de todos los sectores políticos y sociales".
Esta decisión nos llevó a preguntarnos:
¿Cuál es la Institución que tiene el suficiente prestigio
y la autoridad moral para convocar a los principales di-rigentes de la
sociedad civil y política, a reunirse alrededor de una misma mesa,
para trabajar por el país?.
Ante la pérdida de credibilidad de las instituciones de la República
y el desprestigio de los partidos políticos, por la ausencia de
organizaciones representativas de la sociedad civil, sumada a la ausencia
de liderazgos creí-bles de carácter nacional, la única
institución posible es la Iglesia Católica.
Nos unimos al reclamo generalizado de la ciudadanía pidiendo que,
una vez más, la Iglesia Católica se ofrez-ca como mediadora
entre la sociedad civil y la clase política para estabilizar la
inestable situación crítica del país, en progresivo
deterioro, y mantener la democracia hasta agosto del 2003, de manera que
el próximo Gobierno pueda consolidar la democracia y hacer un trabajo
eficaz para sacar al país de la crisis política, económica,
social y moral.
Una vez más, la Iglesia Católica, nos brinda el testimonio
de ofrecer su mediación para que representantes de la sociedad
y el Gobierno, encuentren caminos de solución a los problemas nacionales.
La Iglesia realiza este servicio más preocupada por el bien del
país, que por los riesgos a los que ella se expone al asumir el
difícil compromiso. Riesgos que percibe con claridad.
Es oportuno subrayar en momentos en que el mundo sufre las consecuencias
negativas de identificar poder político con fe, que la Iglesia
Católica tiene una conciencia muy clara sobre su ámbito,
su identidad y su misión en el mundo.
Ya hay
logros del Diálogo
Se consiguió
descomprimir la situación de estallido social; situación
riesgosa para el país por sus resultados impredecibles. Al no existir
en el país, grupos políticos confiables con posibilidad
de acceso al poder, nos expo-níamos a caer nuevamente en manos
de gobernantes parecidos a los actuales, probablemente, arriesgando pre-ciosas
vidas, tal como pasó en el Marzo Paraguayo.
Por otra parte, la inestabilidad social y política incidiría
negativamente sobre nuestra economía y estaríamos matando
a nuestra todavía incompleta democracia. Incompleta, es cierto,
pero no despreciable porque al fin nos permite vivir en libertad; una
libertad que ha sido conquistada mediante el sufrimiento de muchos, que
lucharon de múltiples formas, desde diferentes espacios, durante
largos años para lograrla, venciendo las opresiones de la dictadura.
Hay que ser sinceros y reconocer que a pesar de las deficiencias de nuestra
actual democracia, cierta-mente ahora podemos gozar las libertades fundamentales
que nos garantizan los Derechos Humanos.
Respetar a nuestras instituciones, votar a nuestros próximos gobernantes,
según lo establecen la Constitución y las leyes, es fortalecer
la Democracia.
Esta mediación y diálogo busca comprometer a todos los actores
de nuestro escenario social y político. Por eso, también
el gobierno debe dar sus pasos inequívocos, aunque sean mínimos,
para hacer posible un mínimo de credibilidad y asegurar la estabilidad
social y política en el país.
Entre los frutos ya tangibles del Diálogo hay uno muy significativo:
Ha hecho visible la falta de propuestas de importantes sectores políticos;
no solamente en el sector gubernamental sino también en el principal
partido de oposición, el PLRA.
Quizás experiencias como la del Diálogo están contribuyendo
a que ciertos sectores del PLRA estén propo-niendo una seria autocrítica
al partido.
Es hora de que nuestra política se procese no apoyada en caudillos,
sino en programas y acciones verdadera-mente eficaces y al servicio del
bien común. Es hora de que la sociedad civil organizada tome conciencia
y asuma la responsabilidad de exigirle a los políticos y a sus
partidos que trabajen para la nación y no para los intereses personales
o de grupos sectorizados. Es hora también de que la oposición
actúe como tal distanciándose de las políticas corruptas
que están empobreciendo cada día más al pueblo, esquilmando
las arcas del pueblo, sus aho-rros y seguros, y destruyendo al país.
El pasado Diálogo Nacional, promovido también por la Iglesia
Católica ha dejado un aporte fundamental en lo que se refiere a
democracia, libertades públicas y estado de derecho, e influyó
notablemente en la Constitución Nacional del 92.
El Diálogo actual, puede instalar en la sociedad paraguaya la necesidad
de una democracia con desarrollo económico y social en equidad
y que definitivamente la política del Bien Común esté
por encima de los intereses particulares y sectoriales.
Hace unos meses, esta crítica situación llevó a nuestro
país al borde de un estallido social de impredecibles consecuencias.
Las principales organizaciones y gremios, pertenecientes a distintos sectores
socia-les y políticos, se hallaban organizando movilizaciones contra
el Gobierno Nacional.
Algunas de estas manifestaciones se realizaron con signos de violencia
y amena-zando con llegar a más
Entre los
frutos ya tangibles del Diálogo hay uno muy significativo: Ha hecho
visible la falta de propuestas de importantes sectores políticos;
no solamente en el sector gubernamental sino también en el principal
partido de oposición, el PLRA.
Quizás experiencias como la del Diálogo están contribuyendo
a que ciertos sectores del PLRA estén proponiendo una seria autocrítica
al partido
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