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.LA REGENERACIÓN ÉTICA DE NUESTRA SOCIEDAD
Cuando se mira al IPS muchos creen ver una cueva de ladrones. El IPS es, sin embargo, la única esperanza de muchos de los más pobres del Paraguay. No puede seguir como está. No debemos consentir su utilización política. Tampoco podemos consentir que el dinero que lo sostiene, dinero de todos, dinero que debería servir como protección social, se use para beneficio ilícito de ladrones de guante blanco.
Es parte de la crisis económica e institucional. El gobierno sigue más y más débil. El poder, el poder real, se convierte en objeto de lucha entre mafias de diferente índole (desde bandas de delincuentes desesperados por su pobreza hasta sutiles organizaciones de los ricos y aparentemente respetables). Los pobres son cada vez más pobres.
¿Qué nos queda? ¿Esperar a que se derrumbe todo el entramado institucional con la esperanza de reconstruir después una sociedad diferente? Si esa fuera la única salida, el precio siempre sería alto: volverá a tener como víctimas a los más débiles, a los que no tienen dinero fuera del país, a los que no pueden pagarse la medicina privada, a los que no vivirían sin su sueldo pequeño o su pensión miserable. Por otro lado, quizás sea pecar de ingenuidad creer que el colapso de las actuales instituciones va a generar sin más una sociedad regenerada en lo ético, un sistema mejor capaz de sustituir lo que hay ahora.
Hay posibilidades para hacer de otro modo las cosas. La convocatoria de la ADEC para un Acuerdo Ciudadano reunió a gran cantidad de personas de la denominada sociedad civil. Las intervenciones tenidas de parte de algunos de los participantes pudieron dar la impresión de querer sobrepasar los límites de la sociedad civil para constituirse en una especie de lobby capaz de dirigir la política del gobierno. Por otro lado, las urgencias y las certezas que se plantearon allí no fueron siempre compatibles ni hechas desde la misma experiencia de crisis. La inmensa mayoría de los presentes saludó el encuentro y la iniciativa de la ADEC como un esfuerzo por buscar soluciones y crear redes. No se trata de suplir a los partidos. Se trata de vertebrar la sociedad y de constituirla en agente visible y eficaz para detectar problemas y proponer soluciones. De una sociedad civil así, fuerte, organizada, responsable, nacen los líderes políticos capaces de gobernar la cosa pública.
La fe en Jesucristo que alienta a muchos de los paraguayos no es indiferente a la actuación política. Los cristianos se saben llamados a participar en su sociedad, porque la alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia, de la gente de su tiempo, es la alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia de los discípulos de Cristo. Algunos líderes han usado el Nombre del Hijo de Dios en mítines políticos o en entrevistas de prensa. Convendría, nos parece, recordar aquel segundo mandamiento del decálogo, no dirás el nombre de Dios en vano. No conviene confundir a Dios con el César. Pero también queremos invitar a esa reflexión: ¿qué exigencia política nos presenta hoy nuestra fe cristiana? Es una pregunta para todos nosotros. Incluidos los que sencillamente contemplan desde fuera sin querer mancharse las manos en la búsqueda de esta sociedad.
A los militantes de los partidos, a los dirigentes de los mismos o a quienes gobiernan las instituciones y que, a su vez, se confiesan creyentes en Jesucristo, invitamos a esa misma reflexión: ¿Qué te dice la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo sobre tu militancia política?
Todos esos esfuerzos juntos, los de la sociedad civil y los de los políticos, nos pueden guiar hacia la regeneración ética de nuestra sociedad. Quizás entonces sepamos también qué hacer con el IPS.

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