Y
resumí en unas pocas palabras lo que habían sido los primeros
cuarenta minutos de nuestro en-cuentro: todos manifestábamos, desde
nuestras diferentes perspectivas (la Iglesia Evangélica Luterana,
la Iglesia Menonita y la Iglesia Católica), las perplejidades que
aportaba la actual situación paraguaya para poder clarificar cuál
era el papel de las iglesias cristianas en nuestra sociedad.
Perplejidades
y búsquedas
"Entiendo
que la Iglesia católica está en una situación extraña
en diferentes niveles", había apuntado el autor de esta redacción
(Lucas López, de ahora en adelante): "Por un lado, los obispos
pasaron de te-ner más o menos clara su función durante la
dictadura, a encontrarse con una democracia que no es la que ellos esperaban.
Ni ellos ni nadie, probablemente. El resultado es que, lejos de encontrarse
como unos ciudadanos más en la sociedad civil, ésta, desde
diferentes ángulos, les reclama un protagonismo en la acción
política, que nadie en la Iglesia puede considerar conveniente".
El silencio respetuoso aco-ge estas palabras por parte de los otros interlocutores.
"Pero el desconcierto en lo que respecta al lugar social de la Iglesia
tiene que ver también con la sensación de frustración
que queda a quienes observa-mos que la mayoría de los actores políticos
y sociales, se llaman cristianos y, a veces, participan en la vida de
sus comunidades. Es desconcertante. El Nuncio mismo hizo esas preguntas:
¿es éste el resulta-do de la educación que se da
en nuestros colegios, en los colegios de la Iglesia?". El pastor
Stephan qui-siera intervenir, pero todavía continúa el Padre
Lucas López, de la Revista ACCIÓN: "Y esto contrasta
con una Iglesia viva, que sigue llenando sus templos, que convoca a jóvenes
y adultos al culto, a la re-flexión bíblica o a la preparación
para los sacramentos. Contrasta con una Iglesia donde los laicos han asumido
muchas tareas hacia el interior de la misma: monitores, lectores, catequistas,
coordinadores pastorales. E incluso con un buen número de miembros
de esa misma Iglesia que participan activamente en iniciativas sociales
y políticas. Creo, sí, que estamos en un tiempo de perplejidad".
"Es cierto que a veces, visto desde fuera, la voz de los Obispos
católicos está muy presente. Nuestra realidad es muy diferente",
comenta el pastor Stephan. "Tengo que remitirme algo a nuestra historia.
La Iglesia Evangélica Luterana ( dejaría afuera esta parte
de la Plata) nace de los inmigrantes alemanes. Se distinguen mucho de
la gente que ya estaba aquí: hablan otro idioma, viven con sus
grupos de ori-gen, e incluso las normas legales de la época, al
restringir la predicación a su propia lengua, hacen difícil
su relación con la sociedad en la que están. De hecho se
da un cierto encapsulamiento. Durante mucho tiempo hemos sido un cuerpo
extraño en la sociedad en la que estábamos". La reflexión
de Everardo Stephan continúa mostrándonos algunos elementos
de la realidad actual de su Iglesia: "La Iglesia Lute-rana tiene
en sus Sínodos capacidad para marcar líneas de actuación.
En general son muy abiertas. Se trata de implicarnos en la realidad en
la que vivimos. Se insiste mucho en la misión, en la incardinación
(será encarnación'?)en la sociedad. Pero no siempre contamos
con el apoyo de todo nuestro pueblo en esa dirección. Por otro
lado, la secularización afecta mucho a nuestra gente y uno va notando
como el crecimiento de las comunidades se paralizó. La piedad de
los padres no siempre pasó a los hijos".
"La experiencia de Dios que nosotros estamos viviendo tiene que ver
mucho con aquella expresión de Lutero: Deus Abscónditus",
tomó la palabra Alfred Neufeld. "Nos pasa también a
los menonistas, nos preguntamos dónde está Dios y cuál
es su voluntad, qué está por hacer en este pueblo. Creo
que la po-blación en general sigue confiando en que desde los campamentos
cristianos pueda venir una luz, una ayuda. La Iglesia, lo dicen todas
las encuestas, sigue siendo la institución más creíble.
Pero... Me parece a mí que mucha de esa vida de las comunidades,
muchas actividades, se dirigen demasiado hacia el inte-rior de la Iglesia,
hacia el culto. Es como si estuviéramos buscando un refugio en
el Templo. Es cierto, no lo negaremos, que muchas veces el culto, el templo,
devuelve a la gente a la misión en la ciudad, pero me parece que
mucha espiritualidad es sólo una espiritualidad refugio. Estamos
a la búsqueda, me pare-ce que todos, de espiritualidades más
transformadoras. Conseguir celebraciones bonitas y hasta fervien-tes los
domingos, no es todavía al menos difícil. Pero los cristianos
no adoramos a un Dios que se queda en el templo, un Dios del domingo,
sino que nuestro Dios habita en la ciudad de Lunes a Sábado. Y
ese es el gran reto de nuestra espiritualidad ahora: el desafío
es el lunes".
Lucas interviene recalcando que esa experiencia y esa expresión
de Alfred es también aplicable a la experiencia de la Iglesia católica
en la actualidad.
"Una fe demasiado mágica", apunta Stephan: "el culto,
la proclamación, como si la mera pronuncia-ción de la Palabra
o la actuación de determinados cultos fuera capaz de transformar
la realidad. La Ma-ratón de la Oración, por ejemplo, debe
cuidar siempre eso, no pensar que una actividad así se basta para
transformar la realidad".
Alfred interviene precisando: "Me parece que la última Maratón
de la Oración tomaba en cuenta ese peligro. Queremos una oración
transformadora". "Eso es", comenta Everardo Stephan, "la
oración nos transforma a nosotros, para que nosotros transformemos
el mundo en el que vivimos, ese es el modo de hacer de Dios".
Acogemos este intercambio en el que vemos reflejada una cierta fuga espiritualista
que aparece en muchas comunidades cristianas.
"Nos acompaña para bien y para mal el mito de una Tierra Sin
Mal", interviene Alfred Neufeld. "Me arriesgo a decir que un
cierto enfoque del mito no nos hace mucho bien. Estar a la búsqueda
de la Tierra sin Mal en una especie de peregrinación definitiva,
apocalíptica, mesiánica, como si no se dieran las co-sas
a través de un proceso. Noto un cierto mesianismo también
en nuestra experiencia de Dios, un me-sianismo que esperara que tras la
próxima esquina, dando un paso adelante, cambiaría todo,
de una vez. Debemos, me parece, insistir en una espiritualidad del proceso".
Testigos
y mártires
"A mí
me parece que, además, en el mundo en que nos toca vivir, la Iglesia
tiene especiales dificulta-des para hacer su misión. Cuando hablamos
de la corrupción, de los problemas de falta de honestidad, etc.,
en realidad estamos hablando de nosotros mismos, los cristianos",
interviene Lucas. "Creo que la Iglesia ha adoptado las formas y el
lenguaje de este mundo nuestro, y ha perdido buena parte de su men-saje.
No aparecemos como una comunidad alternativa. Nuestros modos de funcionar
se parecen dema-siado a los modos de funcionar de este mundo. Yo creo
que, en ese sentido, tal y como están las cosas, no somos testigos
del Evangelio de Jesucristo, no damos testimonio".
Everardo Stephan asiente ante esta intervención: "Muchas veces
tenemos el mismo afán de poder, de lucro económico, y ese
poder y esa riqueza nos impiden dar un testimonio común de a favor
de un mun-do diferente".(Yo quería expresar algo así
como que también entre las denominaciones cristianas se nota esa
actitud en exceso "humana", pero igual puede quedar así)
"Sin embargo, también es cierto que están los mártires",
retoma la palabra Lucas López. "Hablo de todas esas personas
que vamos conociendo que cumplen con su deber, que se salen de los esquemas
de corrupción, que muestran un modo de vida diferente en medio
de todo esto. Conocemos todos personas así, auténticos testigos
del Evangelio. Aunque les cueste un puesto de trabajo, los insultos o
los despre-cios de tantos".
"Pero no pueden bastarnos los mártires", replica Everardo
Stephan. "No pueden bastar los mártires individuales, hacen
falta comunidades que apoyen, comunidades de testimonio".
Alfred Neufeld lleva un buen rato en silencio. Sigue con interés
el intercambio de opiniones entre Everardo y Lucas. "Yo quiero subrayar
esa idea de seguimiento radical. Sanar el tejido social es nuestra tarea,
pero para eso hace falta que existan auténticas células
sanas. Los cristianos tenemos que ser co-munidades testificales y martiriales,
testigos del Evangelio", insiste en la idea que se venía dialogando.
"Pero yo creo que ahora mismo hay una dificultad. Durante la dictadura,
muchos lo tuvimos claro. Pero ahora no sabemos muy bien ante qué
hay que tomar postura, por expresarlo en palabras claras: ¿cuál
es el enemigo ante el que asumir actitudes proféticas?"
"Todo se ha complicado mucho con el traslado de la idolatría
a niveles mundiales, es como si perdié-ramos el horizonte y ya
no supiéramos cuál es el verdadero buzón donde introducir
nuestro mensaje", señala Everardo Stephan.
"Es tiempo de búsqueda", observa Alfred. "Creo que
en la Iglesia, en todas las Iglesias, hay ahora mismo una disposición
a la búsqueda, pero nos falta un enfoque, un camino. Muchas veces
proclama-mos que somos la sal que da sabor, pero nos quedamos dando el
mismo sabor que ya tiene este mundo. Y es evidente que en nuestro mundo
y sus valores, nosotros deberíamos ser contraculturales, pero eso
se hace con movimientos sociales, con comunidades de apoyo. Seguimos con
nuestra pregunta, ¿dónde está Dios?".
"Yo creo que la experiencia de las Iglesias latinoamericanas, y ciertamente
de la Iglesia Católica, nos lleva a buscarlo entre los pobres",
señala Lucas López.
"Ya, pero, ¿no nos estamos quedando en meros discursos?",
pregunta Everardo subrayando la infla-ción de palabras que tenemos
y cómo estas a veces acaban por perder fuerza y significado.
José Valpuesta interviene recordándonos la tarea en otros
tiempos del Comité de Iglesias Para Ayuda a Emergencias. "Estaba
en la lucha frente a los abusos contra los derechos humanos que se llevaron
a cabo. Estaba al lado de los pobres. Pero, ¿qué hacemos
ahora?"
Everardo nos indica que tampoco tenemos que mitificar nuestro pasado reciente
de lucha contra la dictadura: "Muchas veces fue el testimonio, el
martirio, de grandes personas individuales, pero que no eran acompañadas
por sus comunidades. Tengo la impresión de que los líderes
eclesiales se distancian muchas veces de su gente en la reflexión
social y pastoral".
"Yo creo que toda esta perplejidad tiene que ver también con
el final de una mentalidad de cristian-dad", propone el doctor Alfred
Neufeld. "Creo que no nos sentimos preparados para ser Iglesia más
allá de la Cristiandad, es como si todos tuviéramos la tentación
y el deseo de seguir teniendo una cultura propia que fuera la cultura
dominante, en vez de aceptar como misión y modo de vida el empeño
por evangelizar las culturas".
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